El segundo encuentro contra los tlaxcaltecas

Texto original con ortografía de la época:

[…] con la primera luz del día, sacó su gente a la campaña, dejando en el cuartel la que pareció necesaria para su defensa; y alargándose poco más de media legua, eligió puesto conveniente para recibir al enemigo con alguna ventaja, donde formó sus hileras según el terreno y conforme a la experiencia que ya se tenía de aquella guerra. Guarneció luego los costados con la artillería, midiendo y regulando sus ofensas: alargó sus batidores, y quedándose con los caballos para cuidar de los socorros, esperó el suceso, manifiesta en el semblante la seguridad del ánimo, sin necesitar mucho de su elocuencia para instruir y animar a sus soldados, porque venían todos alegres y alentados, hecha ya deseo de pelear la misma costumbre de vencer.

No tardaron mucho los batidores en volver con el aviso de que venía marchando el enemigo con un poderoso ejército, y poco más en descubrirse su vanguardia. Fuese llenando la campaña de indios armados: no se alcanzaba con la vista el fin de sus tropas, escondiéndose o formándose de nuevo en ellas todo el horizonte. Pasaba el ejército de cincuenta mil hombres (así lo confesaron ellos mismos), último esfuerzo de la república y de todos sus aliados, para coger vivos a los españoles y llevarlos maniata- [130] dos, primero al sacrificio, y luego al banquete. Traían de novedad una grande águila de oro levantada en alto: insignia de Tlascala, que sólo acompañaba sus huestes en las mayores empresas, Íbanse acercando con increíble ligereza; y cuando estuvieron a tiro de cañón empezó a reprimir su celeridad la artillería, poniéndoos en tanto asombro, que se detuvieron un rato neutrales entre la ira y el miedo; pero venciendo la ira, se adelantaron de tropel hasta llegar a distancia que pudieron jugar sus hondas y disparar sus flechas, donde los detuvo segunda vez el terror de los arcabuces y el rigor de las ballestas.

Duró largo tiempo el combate, sangriento de parte de los in- dios, y con poco daño de los españoles, porque militaba en su favor la diferencia de las armas, y el orden y concierto con que daban y recibían las cargas. Pero reconociendo los indios la sangre que perdían, y que los iba destruyendo su misma tardanza, se movieron de una vez, impelidos al parecer los primeros de los que venían detrás, y cayó toda la multitud sobre los españoles y zempoales, con tanto ímpetu y desesperación, que los rompieron y desbarataron, deshaciendo enteramente la unión y buena ordenanza en que se mantenían; y fue necesario todo el valor de los soldados, todo el aliento y diligencia de los capitanes, todo el esfuerzo de los caballos y toda la ignorancia militar de los indios, para que pudiesen volverse a formar, como lo consiguieron a viva fuerza, con muerte de los que tardaron más en retirarse.

 

Para citar:
de Solís y Rivadeneyra, Antonio , Historia de la Conquista de Méjico: población y progresos de la América Septentrional conocida por le nombre de Nueva España, Madird, Espasa-Calpe, 1970 [1684], pp. 129-130
Lugar(es):
  • Tlaxcala
Actor(es):
  • indios tlaxcaltecas
  • Soldados