Nuestro Tonalpohualli presenta hoy una lámina del Códice Azoyú, del señorio de Tlapa-Tlachinollan, en lo que hoy es el estado Guerrero. En ella se retrata de manera realista, pero a la vez ceñida al lenguaje pictográfico, la interacción entre los nativos de ese lugar y un expedicionario español. 

Esta imagen muestra de manera muy clara los dos temas claves de esta semana: la pluralidad humana y natural, cultural y lingüística del mundo mesoamericano de entonces y que sigue existiendo hoy.

También que cada pueblo los vio de manera distinta y los conoció en momentos y condiciones diferentes. 

Los mexicas, eran los más poderosos de todos los gobiernos de la región central y sur de lo que hoy es México. Para ellos, los seres recién llegados, fueran dioses o bestias o humanos, agresivos o controlables, eran una amenaza. Como su poder se basaba en ser los más fuertes en la guerra, la llegada de unos guerreros y sus animales poderosos, con armas desconocidas, era un reto directo a ellos.

Para otros pueblos, sin embargo, podría ser una oportunidad: aliados potenciales contra los poderosos y odiados mexicas. En particular para el llamado "Cacique gordo" de Cempoala, el gobernante de la región en que desembarcaron los expedicionarios.

Por eso comenzaron a acercarse a hablar con ellos. Les ofrecían comida, que mucha falta les hacia, les hacían preguntas, promesas y peticiones. Negociaban con ellos.

Por su parte los expedicionarios y tal vez en particular Hernán Cortés reconocieron algo parecido a lo que pasaba en la Península Ibérica desde hacía siglos, diferentes coronas y dinastías, diferentes religiones: cristiana, musulmana, judía, diferentes comunidades se disputaban el poder, por medio de la negociación o de la violencia. 

A partir de esta coincidencia todos los grupos comenzaron a hacer política entre sí. Cada uno convencido de que las reglas del juego eran las que ellos conocían.