La Triple Alianza: el juego de la política entre los nahuas del Altiplano Central

Cuando Hernán Cortés llegó a territorio mesoamericano en 1519, ya hacía algún tiempo que en el Altiplano Central se había consolidado una Excan Tlatoloyan (Triple Alianza) una estratégica confederación política de centros que gobernaban y disponían de los recursos de diferentes regiones. Sus integrantes: Tenochtitlan, Tetzcoco y Tlacopan administraban la economía de sus áreas de influencia y controlaban los productos de los pueblos dominados. Las estrategias políticas de estas tres entidades habían venido replicándose en el área desde varias décadas atrás, porque lo cierto es que el establecimiento de relaciones complejas como éstas fue una constante entre la sociedad mesoamericana a causa de sus necesidades económico-políticas, sobre las que gravitaba la idea de la “ayuda mutua”. Los centros menores solían buscar protección frente a los tres poderosos integrantes de la Cuenca de México, aunque las alianzas siempre podían romperse, como fue el caso en la última guerra entre Mexico-Tenochtitlan y Mexico-Tlatelolco, acontecida unos decenios antes de la Conquista.

La excan tlatoloyan  

En la cuenca lacustre del Altiplano Central, la antigüedad de la excan tlatoloyan, o Triple Alianza, va mucho más allá del siglo XV. Pese a la muy difundida la idea de que este tipo de organización surgió tras la guerra contra Azcapotzalco, en realidad la existencia de este sistema se remonta a la época tolteca. Así, de la primera alianza que tenemos datos es de la de los centros políticos de Tollan, Culhuacan y Otompan. Con el tiempo, Tollan fue sustituida por Coatlinchan, y ésta a su vez por Tetzcoco; Culhuacan tuvo como heredera a Mexico-Tenochtitlan; y el lugar Otompan fue ocupado primero por Azcapotzalco y posteriormente por Tlacopan.

Además de la protección de determinados intereses regionales, las alianzas tenían un fundamento religioso, toda vez que sus líderes, los hueytlatoque, representaban un orden cósmico presente en las relaciones humanas y constituían su realización material. La lucha por la hegemonía política y económica posiblemente estaba basada en un antiguo orden sagrado, ligado al parentesco, en el que tres centros poderosos eran las fuentes originales de poder otorgado por la deidad del fuego. Alfredo López Austin ha argumentado la fuerte vinculación de esta divinidad con el número tres, cuando se le ve en su unidad de las piedras del hogar. Esta división tripartita pudo haberse estructurado como modelo ideal de sostenimiento de equilibrio y, por tanto, de regulación de poder, lo que permitió a los centros que la conformaban asegurarse ante los demás de la legitimidad de su posición política, simbólica y económica en sus territorios.

Hay que subrayar que aunque los centros integrantes de una alianza se reconociesen mutuamente como legítimos, no dejaba de haber una jerarquía o diferenciación entre ellos. Los miembros de estas coaliciones hacían valer sus posiciones y derechos en razón de su pertenencia a un linaje o parentesco, que hacía de ellos sucesores de antiguos centros ya desaparecidos o desplazados, y esto también suponía el ejercicio de funciones diferenciadas en la administración de territorios donde tenían presencia política.

Estudios y problemas

Buena parte de los datos que tenemos respecto a la Triple Alianza provienen de dos obras del periodo virreinal: la de fray Juan de Torquemada y la del cronista Fernando de Alva Ixtlilxóchitl. En tiempos más recientes, Robert Barlow hizo aportaciones a su conocimiento, como por ejemplo, datar la formación de la Triple Alianza entre 1427-1433, periodo en el Nezahualcóyotl regresó a Tetzcoco al final del gobierno de Motecuhzoma Xocoyotzin en Tenochtitlan, y en el que el señor Totoquihuatzin tomó el liderazgo político de Tlacopan, haciendo valer el peso de esta Triple Alianza a partir de 1433 y hasta la llegada de las tropas castellanas.

Sin embargo, aun quedan muchos aspectos por sacar a la luz y hacen falta más estudios y análisis para comprender mejor la estructura y funcionamiento de este sistema gubernamental. Hasta hoy sólo se ha profundizado en los casos de Mexico-Tenochtitlan y Tetzcoco, pero casi nada se sabe sobre la estructura social de Tlacopan y su relación con sus dos contrapartes. Por otro lado, las mencionadas fuentes virreinales no pueden tomarse textualmente ni considerarse testimonios desinteresados, puesto que plantean el problema adicional de esclarecer sus respectivos contextos de producción.

Los retos pendientes, pues, son demostrar más allá de toda duda, que la formación de alianzas mesoamericanas no responde a un proceso mecánico, sino a coyunturas y entornos históricos precisos, y que las narrativas e interpretaciones que dan cuenta de ella reflejan también perspectivas e intereses particulares. Todavía se necesitan fuentes alternas, otras aproximaciones, escrutinios meticulosos y mucha más investigación si deseamos tener un panorama más amplio sobre el pasado prehispánico de la Cuenca de México y sus antiguos habitantes.

 

Para leer más:

Alfredo López Austin, “El dios enmascarado del fuego”, en Anales de Antropología. Revista del Instituto de Investigaciones Antropológicas – UNAM, no. 1, vol. 22, 1985. En línea: Disponible en http://www.revistas.unam.mx/index.php/antropologia/article/view/15851

 

Robert Barlow, “La fundación de la Triple Alianza”, en Anales del Instituto Nacional de Antropología e historia, no. 31, tomo III (1947-1948), Sexta Época (1939-1966). En línea. Disponible en: https://mediateca.inah.gob.mx/repositorio/islandora/object/articulo%3A7780

Para citar: Clementina Battcock, La Triple Alianza: el juego de la política entre los nahuas del Altiplano Central, México, Noticonquista, http://www.noticonquista.unam.mx/amoxtli/767/744. Visto el 27/03/2024