Bernal Díaz describe la xpedición de Juan de Grijalva
En el año 1518, viendo Diego Velazquez, gobernador de Cuba, la buena relación de las tierras que descubrimos, que se dice Yucatán, ordenó enviar una armada, y para ella se buscaron cuatro navíos: los dos fueron los que hubimos comprado los soldados que fuimos en compañía del capitán Francisco Hernández de Córdoba a descubrir Yucatán [...], y los otros de navíos compró el Diego Velázquez de sus dineros. Y en aquella sazón que ordenaba el armada, se hallaron presentes en Santiago de Cuba, [...] Juan de Grijalva y Diego de Alvarado y Francisco de Montejo e Alonso de Avila, que habían ido con negocios al gobernador: porque todos tenían encomiendas de indios en las mismas islas; y como eran personas valerosas, concertóse con ellos que el Juan de Grijalva, que era deudo de Diego Velázquez, viniese por capitán general, e que Pedro de Alvarado viniese por capitán de un navío, y Francisco de Montejo de otro, y el Alonso de Avila de otro [...]. Y como había fama destas tierras que eran muy ricas y había en ellas casas de cal y canto, y el indio Melchorejo decía por señas que había oro, tenían mucha codicia los vecinos y soldados que no tenían indios en la isla, de ir a esta tierra, [...], y en este viaje volví yo con estos capitanes otra vez, y parece ser la instrucción que para ello dio el gobernador Diego Velázquez fue, según entendí, que rescatasen todo el oro y plata que pudiesen, y si viesen que convenía poblar poblasen, o sino, que se volviesen a Cuba. [...] E ya que estábamos recogidos, así capitanes como soldados, y dadas las instrucciones que los pilotos habían de llevar y las señas de los faroles, y después de haber oído misa con gran devoción, en 5 días del mes de abril de 1518 años dimos vela, y en diez días doblamos la punta de Guaniguanico, que los pilotos llaman de San Antón, y en otros ocho días que navegamos vimos la isla de Cozumel, que entonces la descubrimos, día de la Santa Cruz [...], y bojamos la isla por la banda sur; vimos un pueblo, y allí cerca buen surgidero y bien limpio de arrecifes; e saltamos en tierra con el capitán Juan de Grijalva buena copia de soldados, y los naturales de aquel pueblo se fueron huyedo desque vieron venir a los navíos a la vela. [...] A este pueblo pusimos por nombre Santa Cruz, [...] había en el buenos colmenares de miel y muchos boniatos y batatas y manadas de puercos de la tierra [...]. Pues vuelto a embarcar, e yendo por las derrotas pasadas (cuando lo de Francisco Hernández de Cordoba), en ocho días llegamos en el paraje del pueblo de Champoton, que fue donde nos desbarataron los indios de aquella provincia [...], ancleamos los navíos una legua de la tierra, y con todos los bateles desembarcamos la mitad de los soldados que allí íbamos, junto a las casas del pueblo, e los indios naturales del y otros sus comarcanos se juntaron todos, como la otra vez cuando nos mataron como cincuenta y seis soldados y todos lo más nos hirieron [...], y a esta causa estaban todos muy ufanos y orgullosos, y bien armados a su usanza [...]; y como teníamos experiencia de la otra vez llevábamos en los bateles unos falconetes, e íbamos apercibidos de ballestas y escopetas; y llegados a tierra , nos comenzaron a flechar y con las lanzas a das a manteniente; y tal rociada nos dieron antes que llegásemos a tierra, que hirieron la mitad de nosotros, y desque hubimos saltado de los bateles les hicimos perder la furia a buenas estocadas y cuchilladas; porque aunque nos flechaban a terrero, todos llevábamos armas de algodón; y todavía se sostuvieron buen rato peleando con nosotros, hasta que vino otra barcada de nuestros soldados, y les hicimos retraer a unas ciénagas junto al pueblo, [...] Y desque vimos que todos los contrarios se habían huído, nos fuimos al pueblo. En aquellas escaramusas prendimos tres indios [...]. Mandóles el capitán que fuesen a llamar al cacique de aquel pueblo y les dio cuentas verdes y cascabeles para que los diese, para que viniesen de paz [...]; y fueron y nunca volvieron. [...] Estuvimos en aquel pueblo cuatro días [...]. Yendo por nuestra navegación adelante, llegamos a una boca, como un río, muy grande y ancha, y no era río como pensamos, sino muy buen puerto, e porque está entre unas tierras e otras [...] y a esta causa le pusimos nombre Boca de Términos, y así esta en las cartas de marear; y allí saltó el capitán Juan de Grijalva en tierra, con todos los más capitanes por mi nombrados, y muchos soldados estuvimos tres días sondando la boca de aquella entrada [...]. E vueltos a embarcar , navegamos costa a costa junto a tierra, hasta que llegamos al río de Tabasco, que por descubrirle el Juan de Grijalva, se nombra ahora el río de Grijalva. Navegando costa a costa la vía del poniente [...], a cabo de tres días vimos una boca de río muy ancha, y llegamos a tierra con los navíos, y parecía buen puerto [...] fue acordado que anclasen [los dos navíos de mayor calado] fuera de la mar e con los otros dos navíos que demandaban menos agua, que con ellos e con los bateles fuésemos todos los soldados el río arriba [...] por donde entendimos que había por allí algún pueblo grande [...]. E ya que llegamos obra de media legua del pueblo, bien oímos el rumor de cortar madera, de que hacían grandes mamparos e fuerzas, y aderezarse para nos dar guerra, porque habían sabido de lo que pasó en Potonchan y tenían la guerra por muy cierta. [...] Y desque nos vieron allí vinieron obra de cincuenta canoas con gente de guerra [...], y estuvieron algo apartados de nosotros , que no osaron llegar como los primeros. [...] Y quiso nuestro señor que acordamos de los llamar , e con Julianillo y Melchorejo [...] que sabían muy bien aquella lengua; y dijo a los principales que no hubiesen miedo, que les queríamos hablar cosas que desque las entendiesen, hubiesen por buena nuestra llegada allí e a sus casas, e que les queríamos dar lo que le traíamos. [...] Entonces el capitán les dijo con las lenguas [...] que veníamos de lejas tierras y éramos vasallos de un gran emperador que se dice don Carlos [...], y que ellos le deben tener por señor [...] , e que a trueco de aquellas cuentas [cuentas verdes, espejuelos y diamantes azules] nos den comida y gallinas [...], y nos respondieron dos dellos [...] y dijeron que darían el bastimento que decíamos e trocarían de sus cosas a las nuestras [...]. Y luego el capitán les abrazó en señal de paz. [...] Y fue acordado de irnos luego a embarcar [...] y también por acercarnos hacia donde decían que había oro. Vueltos a embarcar, siguiendo la costa adelante, desde a dos días vimos un pueblo junto a la tierra, que se dice el Aguayaluco [...] y pusimos a este pueblo por nombre La Rambla, y así esta en las cartas de marear. E yendo más adelante costeando, vimos una ensenada, donde se quedó el río de Tonalá [...] y le pusimos nombre río de San Antonio [...]. E yendo más adelante navegando, vimos adonde quedaba el paraje del gran río de Guazaculaco[...]; e luego se aparecieron las grandes sierras nevadas que en todo el año estan cargadas de nieve; y también vimos otras sierras que estan junto al mar, que se llaman ahora de San Martín [...].Y navegando a nuestra costa adelante, el capitán Pedro de Alvarado se adelantó con su navío, y entró en un río que en nombre de indios se llama Papaplota, y entonces pusimos por nombre río de Alvarado [...]. Allí le dieron pescado unos indios pescadores , que eran naturales de un pueblo que se dice Tlacotalpa [...]. E luego navegamos con todos cuatro navíos en conserva, hasta que llegamos en paraje de otro río que le pusimos por nombre río de Banderas, porque estaban en él muchos indios con lanzas grandes, y en cada lanza una bandera hecha de manta blanca, revolándolas y llamándonos [...]. Y desque vimos de los navíos cosas tan nuevas, para saber que podía ser, fue acordado por el general, [...] que echásemos dos bateles en el agua e que saltásemos en ellos todos los ballesteros y escopeteros y veinte soldados y Francisco de Montejo fuese con nosotros, e que si viésemos que eran de guerra los que estaban con las banderas, que de presto se lo hiciésemos saber, o otra cosa fuese. [...] Y desque aquellos caciques le vieron el tierra [al capitán Montejo] y conocieron que era el capitán de todos a su usanza le hicieron grande acatamiento y le zahumaron, y él les dio las gracias por ello [...] Lo cual luego el gobernador mandó a sus indios, y que todos los pueblos comarcanos trajesen de las joyas que tenían a rescatar; y en seis días que estuvimos allí trajeron mas de quince mil pesos en joyezuelas de oro bajo y de muchas hechuras. [...] y es que tomamos posesión en aquella tierra por su majestad , y en su nombre real el gobernador de Cuba Diego Velázquez [...]. Pues como vio el general que no traían más oro a rescatar [...] nos mandó embarcar. E corriendo la costa adelante vimos una isleta que bañaba la mar y tenía la arena blanca [...] y pusímosle por nombre isla Blanca. Y no muy lejos de esta isleta Blanca, vimos otra isla que tenía muchos árboles verdes [...] y pusímosle por nombre isla Verde [...]. E yendo más adelante, vimos otra isla mayor [...]. Echados los bateles en el agua, fue el capitán Juan de Grijalva con muchos de nosotros a ver la isleta [...] y pusimos por nombre isla de Sacrificios. [...] Luego el capitán Juan de Grijalva mandó que los navíos alzasen anclas y pusiesen velas y fuésemos adelante [...]. Desembarcados en unos arenales hicimos chozas encima de los más altos médanos de arena [...] y hallamos una casa de adoratorio donde estaba un ídolo muy grande y feo , el cual se llamaba Tezcatepuca [...] y el capitán pregunto al indios Francisco, que traíamos del río de Banderas [...], que porqué hacían aquello [...] . Y respondió que los de Culúa lo mandaban sacrificar; y como era torpe de lengua decía: "Ulúa, Ulúa". Y como nuestro capitán estaba presente y se llamaba Juan, y era día de San Juan, pusimos por nombre a aquella isleta San Juan de Ulúa [...].E viendo todo esto fue acordado que lo enviásemos a hacer saber al gobernador Diego Velázquez para que nos enviase socorro; porque el Juan de Grijalva muy gran voluntad tenía de poblar con aquellos pocos soldados que con él estábamos[...]. Pues para hacer esta embajada acordamos que fuese el capitán Pedro de Alvarado [...]. Y también se concertó que llevase todo el oro que se había rescatado y ropa de mantas, y los dolientes[...]. Después que de nosotros se partió el capitán Pedro de Alvarado para ir a la isla de Cuba, acordó nuestro general con los demás capitanes y pilotos que fuésemos costeando y descubriendo todo lo que pudiésemos; e yendo por nuestra navegación vimos las sierras de Tusla, y más adelante de ahí a otros dos días vimos otras sierras muy altas, que ahora se llaman las sierras de Tuspa [...] e caminando mas adelante vimos muchas poblaciones[..] y esto es ya en la provincia de Pánuco; e yendo por nuestra navegación, llegamos a una río grande , que le pusimos por nombre río de Canoas [...]. Y estando algo descuidados , vinieron por el río diez y seis canoas muy grandes llenas de indios de guerra [...]. Y luego se tomó consejo de lo que se debía hacer, y fue acordado que diésemos la vuelta a la isla de Cuba [...].
- Sierras de San Martín
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