El temor de los caciques a los caballos de Cortés
Y como Cortés en todo era muy avisado, nos dijo riendo a los soldados que nos hallábamos teniéndole compañía: "¿Sabeís, señores, que me parece que estos indios temerán mucho a los caballos, y deben de pensar que ellos solos hacen la guerra e asimismo las bombardas? He pensado una cosa para que mejor lo crean, que traigan la yegua de Juan Sedeño, que parió el otro día en el navío, e atarla han aquí donde yo estoy, e traigan al caballo de Ortíz "el músico", que es muy rijoso, y tomará olor de la yegua; e cuando haya tomado olor della, llevarán la yegua y el caballo, cada uno de por sí, en parte que desque vengan los caciques que han de venir, no los oigan relinchar ni los vean hasta que estén delante de mí y estemos hablando"; e así se hizo, según y de la manera que lo mandó [...]; y demás desto mandó que cebasen , el mayor de los que teníamos [...]. Y estando en esto que ya era mediodía, vinieron cuarenta indios, todos caciques, con buena manera y mantas ricas a la usanza dellos; saludaron a Cortés y a todos nosotros, y traían de sus inciensos zahumándonos a cuantos allí estábamos, y demandaron perdón de lo pasado, y que allí adelante serían buenos. Cortés les respondió con Aguilar nuestra lengua, algo con gravedad, como haciendo del enojado, que ya ellos habían visto cuantas veces les habían requerido con la paz, y que ahora eran merecedores que a ellos e a cuantos quedan en todos sus pueblos matásemos; y porque somos vasallos de un gran rey y señor que nos envio a estas partes, el cual se dice el emperador don Carlos, que manda que a los que estuvieren en su real servicio que les ayudemos e favorezcamos; y que si ellos fueren buenos, como dicen, que así lo haremos, e si no, que soltará de aquellos tepustles que los maten [...]. Entonces secretamente mandó a poner fuego en la bombarda que estaba cebada [...], iba la pelota zumbando por los montes que, como en aquel instante era mediodía e hacía calma, llevaba gran ruido, y los caciques se espantaron de la oir; [...] y para asegurarles del miedo, les tornó a decir con Aguilar que ya no hubiese miedo, que él mandó que no hiciese daño; y en aquel instante trajeron el caballo que había tomado olor de la yegua, y átanlo no muy lejos de donde estaba Cortés hablando con los caciques; y como a la yegua la habían tenido en el mismo aposento [...] pateaba el caballo y relinchaba y hacía bramuras [...] e los caciques creyeron que por ellos hacían aquellas bramuras del relinchar y el patear y estaban espantados. Y cuando Cortés los vio de aquel arte, se levató de la silla, y se fue para el caballo y le tomó del freno,e dijo a Aguilar que hiciese creer a los indios que allí estaban que había mandado al caballo que no les hiciese mal alguno [...].
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