La "quema de las naves", una leyenda histórica y sus realidades
Nuestro Tonalpohualli de esta semana trata de uno de los episodios más conocidos y romantizados de la llamada conquista de México: la “quema de las naves” españolas realizada por Hernán Cortés a fines de julio de 1519. La temeraria decisión de destruir los mismos navíos que habían traído a los expedicionarios desde Cuba hasta Veracruz , y que les permitirían huir en caso de una derrota, ha sido interpretada como una muestra de la valentía y de la grandeza del capitán español. Por eso se ha convertido en un símbolo del arrojo de los grandes hombres que construyen la historia, según algunos autores.
Sin embargo, como veremos en las fuentes históricas y en los artículos del Amoxtli de esta semana, la realidad no es tan romántica.
En primer lugar, las naves no fueron quemadas, sino barrenadas para que hicieran agua y no pudieran navegar. Parte de su madera fue aprovechada en las fortificaciones de Veracruz. Sus insustituibles aparejos de metal fueron guardados y se emplearían un año después en la construcción de bergantines para atacar México-Tenochtitlan.
En segundo lugar, es muy probable que la decisión no fuera tomada únicamente por Hernán Cortés sino también por sus principales capitanes y obedecía a las necesidades políticas que tenían para acallar y someter a los expedicionarios que seguían siendo partidarios del gobernador de Cuba, Diego Velázquez.
En tercer lugar, al cerrar una posibilidad de un escape rápido de las tierras que añoraban someter, los españoles apostaron por la amistad y el apoyo de sus flamantes aliados mesoamericanos, empezando por el llamado Cacique Gordo de Cempoala. Si, a la larga, la decisión de destruir las naves resultó favorable a los expedicionarios fue gracias a estas alianzas, más que al genio de un individuo.