Trocar la derrota, o cómo hacer conquistas con cartas

“Si el lenguaje es otra piel…”

Gustavo Cerati, 2006.

 

“El diálogo y la ambivalencia resultan así ser la única actividad que permite al escritor entrar en la historia profesando una moral ambivalente, la de la negación como afirmación”

Julia Kristeva, 1969.

 

Segura de la Frontera, octubre de 1520. Es decir, algún paraje fortificado limítrofe entre los extensos territorios de la Excan Tlahtoloyan, la Triple Alianza gobernada entonces por el huey tlahtoani, Cuitlahuac, y el señorío de Tepeaca. Tras la despavorida huida de los españoles, desbaratados por los guerreros y la población tenochca en México-Tenochtitlan, Hernán Cortés, capitán general de la hueste derrotada, se dio a la tarea de escribir, por segunda vez, a Carlos I, rey de Castilla.

La segunda carta de relación de Cortés ha sido múltiples veces estudiada, desde diversos enfoques. Se trata del primer relato que dio cuenta de la internación de los españoles en tierras mesoamericanas y es la crónica que dio a conocer al mundo europeo la majestuosa ciudad en la isla del valle de Anáhuac, Mexico-Tenochtitlan, capital del orden político mexica. De acuerdo con los especialistas, esta relación demostró las dotes escriturarias de su autor e inauguró un modelo de alabanza de ciudades como figura literaria en América, elaboró los rasgos definitorios de una forma de escribir sobre el pasado, las crónicas de conquista, a partir de los moldes clásicos griegos y latinos.

Pero, leída por separado de sus otras relaciones, del ruido de la historiografía, y en su muy específico contexto, la segunda carta de Cortés es un relato surgido de la derrota. Una vez reconocido este punto de partida, es posible abordar el contenido como una relación de hechos en tiempos y lugares determinados; o bien, como una sucesión de actos discursivos con los que su enunciante, Hernán Cortés, daba forma a una realidad compleja e inasible. Cada acto anudaba la fuerza de sus palabras en tres direcciones. La primera, dirigida al universo de convenciones compartidas por el conquistador, la pléyade de oficiales reales situados entre aquel extremo de su mundo y la península ibérica, pasando por sus enemigos en Cuba y sus amigos en Santo Domingo, y el propio rey; la segunda, el uso de esas convenciones para significar cada espacio, vínculo y conflicto de aquellas tierras que lo asombraban y sus habitantes quienes, sin embargo, quedaban excluidos del ejercicio interpretativo del relator. En tercer lugar, la fuerza que aquellas palabras tuvieron para conquistar las mentes, ilusiones y ambiciones de los europeos y para fundar un nuevo territorio inmaterial que, sólo con el tiempo y la convergencia de otros intereses y factores, terminó por construirse sobre la destrucción de las sociedades previas.

Al echar mano de certificaciones jurídicas, analogías urbanas y modalidades retóricas del universo referencial europeo para significar sus peripecias en un mundo que desconocía, Cortés produjo un imaginario de conquistas y reconocimientos de autoridad que tenía por objetivo inicial persuadir al monarca español. A partir de la fuerza de verdad ─“sin interponer cosas que la disminuyan o acrecienten”, según lo declaró─ que él mismo otorgaba a sus palabras, escritas en papel de algodón, la recepción de sus cartas en toda Europa creó, para la posteridad, las pautas de asimilación de un tiempo y un espacio históricos de la conquista como hazaña personal. Personaje principal de su relato, el autor pretendió organizar la complejidad de una experiencia radical que los españoles, según el propio Cortés, no podían “con el propio entendimiento comprender”. Conviene, entonces, reconocer las condiciones de producción del texto, las convenciones de su autor y la fuerza performativa de su segunda carta.

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En mayo de 1520, mientras Cortés se encontraba ausente de México-Tenochtitlan para enfrentar la armada capitaneada por Pánfilo de Narváez, tuvo lugar la matanza de más de seiscientos nobles mientras celebraban la fiesta del tóxcatl en el Templo Mayor, en honor de Huitzilopochtli y Tezcatlipoca. Aquella celada muy probablemente orquestada por Pedro de Alvarado, quien había quedado como alcalde en ausencia de su capitán general, detonó la gran rebelión mexica contra los invasores europeos. Sitiados en los aposentos de Axayácatl, donde los habían albergado, los españoles y sus aliados habían roto el precario equilibrio que había resultado de la cooperación y cautividad voluntaria de Moctezuma. Nada de esto cuenta Hernán Cortés en su segunda relación, quien, al conocer la noticia del asedio contra su guarnición en la capital mexica, regresó a toda prisa a finales de junio.

Con la ciudad alzada, Cortés recurrió de nueva cuenta a la ayuda del Huey Tlahtoani, quien salió a las azoteas del palacio sitiado para intentar aplacar la furia de los rebeldes. Pero la indignación por la masacre perpetrada en el Templo Mayor y la determinación de echar a los españoles había puesto en el señor de Iztapalapa, Cuitláhuac, y en el señor de Tlatelolco, Cuauhtémoc, la nueva jefatura de la guerra. Según Cortés, Moctezuma murió de una pedrada propinada por la muchedumbre que asediaba el palacio, del que los españoles y sus aliados escaparon para intentar hacerse fuertes en la cima del Templo Mayor.

            Convencido por su propia tropa y aconsejado por los tlaxcaltecas que lo acompañaban, Cortés decidió huir de la ciudad la noche del 30 de junio de 1520, por la calzada que conducía a Tlacopan, la única que quedaba en pie de las que conectaban la isla con la tierra firme. Al percatarse de la huida, los mexicas persiguieron a las tropas invasoras y demolieron su retaguardia. Cientos perecieron hundidos en el lago con su botín en las manos. Desde Tlacopan, los españoles dependieron de la buena voluntad y el interés de los tlaxcaltecas por mantener su alianza. Los guiaron por el norte del valle hasta llegar a Hueyotlipan, donde los señores de Tlaxcala recibieron a la hueste malherida y derrotada.  

Durante los siguientes meses Cortés tuvo tiempo para recuperarse y planear una nueva ofensiva. En ese contexto, y después de someter algunos lugares cercanos en los límites de los territorios mexicas con Tlaxcala, se puso a narrar al rey el recuento de sus victorias, las maravillas vistas e imaginadas, así como sus preocupaciones.

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Entre la salida de Cempoala, cuando comienza el relato, y la llegada a Tlaxcala, la pluma del capitán general derrotado multiplica victorias militares con imágenes descomunales de huestes enemigas que “cubrían toda la tierra”. En la medida en que el capitán español escribía al rey, su narración se ordenaba a partir de referencias legales y jurídicas que justificaban sus acciones. Según el relato, después de cada acción de guerra, los señores de la tierra escribían o se apersonaban ante el capitán español para declararse fieles vasallos de un rey desconocido para ellos. La narración del recorrido de la hueste invasora constituye etapas cuyo objetivo principal es alcanzar la gran ciudad de México-Tenochtitlan donde reside aquel gran señor Moctezuma quien, para entonces muerto, la pluma cortesiana va develando como gran vasallo del rey de España, mediante la acción concertadora del conquistador, lugarteniente de facto.

En el orden del relato, cada nueva entrega de vasallaje y reconocimiento de la autoridad real, en la persona de Cortés, se vuelve más específica. Entre las promesas genéricas, asaz vanas, del cacique gordo de Cempoal, y el juramento de Xicoténcatl y Maxixcatzin, señores de Tlaxcala tiene lugar una mutación de significantes sobre los nuevos vasallos. Si al principio, entre las poblaciones costeras, se trataba de un reconocimiento genérico de la autoridad a cambio del cese de hostilidades, en la medida que se narra la internación de la hueste y tras el asedio a los alrededores de Tizatlan, el vasallaje se traduce en una elaboración de específico cuño castellano que tiene dos partes: en primer lugar, la petición de admisión en el real servicio, es decir, que son los señores de Tlaxacala quienes deseosos, solicitan a Cortés volverse vasallos del rey de España; y  en segundo lugar, la solicitud del perdón por “los yerros cometidos” de los representantes de un señorío cuyo orden político tiene la forma de una república italiana. Ambos elementos delinean la presencia de la gracia real y las posibilidades de agregación a la monarquía de Carlos I que aquellos territorios podrían tener. Esta etapa del relato cortesiano prepara la complejidad jurídica empleada para informar el encuentro con Moctezuma, apoteosis de las locuciones que enmarcan la legalidad y legitimidad de la invasión.

Cortés pone en voz de Moctezuma un discurso con el que abre la interlocución en los aposentos de Axayácatl. Se trata de una pieza de retórica jurídica castellana basada en una antigua creencia nahua. Con base en el recuerdo de su propia extranjería, el señor tenochca reconoce en el rey de España a su verdadero y antiguo señor natural. Hace de los españoles que han venido con Cortés, gente que está “en su casa y naturaleza”. Aquellas palabras, abiertas al viejo mundo del que procede el extremeño, inauguran los procesos de legitimación de la emigración castellana.

La obsesión de Cortés por multiplicar alianzas basadas en el vasallaje y la obediencia le lleva a presentar a los pobladores de Quauhquechollan e Izúcar como amigos, mientras otros relatos dan cuenta de su sometimiento a sangre y fuego, en el marco de la reorganización de las fuerzas opuestas al poderío mexica.

La persuasión de aquella extraordinaria relación conquistó el imaginario europeo y el de la facción flamenca en la corte del joven Carlos quien, siete días antes de la fecha de conclusión del relato cortesiano, había sido elegido emperador del Sacro Imperio Romano Germánico, a costa de imposiciones fiscales que detonaron la guerra en el corazón de Castilla. A partir de entonces, el rey de España y emperador germano creyó tener legitimidad sobre unas tierras y unas poblaciones que luchaban sus propias batallas. Al momento de escribir su segunda carta, Cortés conocía bien las pretensiones de su señor. Por ello, comenzaba su relato persuadiendo al monarca de que se podía hacer emperador de aquellos territorios y poblaciones sobre los que había marchado con su pequeña hueste, “con título y no menos mérito que el de Alemaña”.

Cada tanto, el relato buscaba atraer la atención de su primer destinatario, recreándo riquezas extraordinarias que el autor ponderaba por encima de su equivalente monetario, para seducirlo con su carácter maravilloso, novedoso y de tan alta calidad que ningún príncipe de los que se tenía noticia en el mundo las habría llegado a tener. La grandilocuencia de la relación llegó a su cenit con la descripción de México-Tenochtitlan y dentro de ésta, del templo mayor, una “mezquita” para la que “no hay lengua humana que sepa explicar la grandeza y particularidades de ella”.

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La mayor repercusión de la segunda carta de Cortés ha sido la veracidad que los historiadores de las épocas posteriores otorgaron a su relato. Desde Francisco López de Gómara, hasta ayer, en la enésima narrativa de aquella epopeya, la reiteración de las victorias del aprendiz de escribano convertido en inveterado estratega militar, de su vocación de apóstol de la fe cristiana frente a la idolatría, el deslumbramiento de las ciudades y los más ricos imperios narrados por aquella pluma dejaron en el olvido que su primera intención habría sido trocar en victorias una contundente derrota.

Con la segunda carta de relación Cortés hizo la conquista de unas poblaciones y unas tierras que, de otro modo, resultarían inasibles para el orden político, cronológico y cosmológico europeo. Con sus palabras, Cortés certificaba nombres de lugares, distancias, altitudes, fronteras, elementos de urbanismo y grados de civilidad de las ciudades mesoamericanas, creando una corografía alucinante que encerró, por vez primera, el náhuatl en grafías y fonemas castellanos; otro tanto hacía con los nombres de personas, inventando una nómina sorprendente que evidenciaba la distancia de la lengua. Pero aquella inconmensurabilidad no lo arredraba; así, aseguraba lazos de vasallaje, formulaba alianzas, instauraba tributos, y muy especialmente el de Moctezuma (que después determinó el tributo real), requería lealtades, pacificaba poblaciones enteras que no estaban en guerra, dictaba sentencias que legitimaban crueldades y echaba mano del perdón suyo y del rey para negociar sus debilidades. Incorporaba territorios y poblaciones enteras bajo la autoridad de un monarca veinteañero que desconocía sus acciones y cuando las leyó, receló de su fidelidad. En fin, Cortés, derrotado por los mexicas y recogido por los tlaxcaltecas, al cerrar aquella su segunda carta, inventaba el nombre de un reino hasta entonces inexistente, pero que, por la similitud que aquella tierra le parecía tenía con la suya, convenía en llamar “la Nueva España del Mar Océano”.

La fuerza de las cartas de Cortés puede medirse también por su rápida circulación a escala ibérica y europea, gracias a su reproducción manuscrita e impresa. Sin duda, aquellas palabras lograron más en el imaginario imperial del entorno carolino, que los recursos materiales de un puñado de españoles indemnes frente al poderío tenochca. La potencia de aquellas cartas sólo se compara con la enorme fuerza material que las diversas poblaciones mesoamericanas enderezaron contra la Triple Alianza de Moctezuma Xocoyotzin a la vera de la llegada de los europeos. Aquel relato de Cortés y su lugar en el conjunto de sus llamadas cartas de relación, definió los marcos de la memoria dominante de los sucesos, la forma de contar la historia de unas conquistas hasta entonces no definidas, sus instrumentos de legitimación, los personajes, sus acciones principales y hasta el escenario historiográfico sobre el que otras versiones podían diferir, distorsionar, corregir o aumentar los hechos y su significación histórica.

 

Para leer más

  • Hernán Cortés, Cartas de relación, nota preliminar de Manuel Alcalá, México, Porrúa, 1960.
  • John L. Austin, How to do things with words, J.O. Urmson y Marina Sbisà eds., Cambridge, Massachusetts, Harvard University Press, 1962.
  • Dolores Clavero, “Algunas cosas de Hernán Cortés y México: una lectura humanista de la Segunda carta de relación de Hernán Cortés”, Revista Canadiense de Estudios Hispánicos, 1996, vol. 20, núm. 2, pp. 213-22.
  • Jorge Checa, “Cortés y el espacio de la Conquista: la segunda carta de relación”, en MLN, “Hispanic Issue”, vol. 111, núm. 2, 1996, p. 187-217.
  • Ángel Delgado Gómez, “Complicidad íntima como estrategia narrativa en la Segunda relación de Hernán Cortés al emperador Carlos V”, Hipogrifo, 8.1, 2020, pp. 193-206.
  • John H. Elliott, “Cortés, Velázquez and Charles V”, en Hernán Cortés, Letters from Mexico, traducidas, editadas y con una nueva introducción por Anthony Pagden, New Heaven y Londres, Yale University Press, 1986, p. XI-XXXVII.
  • Víctor Frankl, “Hernán Cortés y la tradición de las Siete Partidas”, Revista de Historia de América, núms. 53-54, 1962, p.9-74.
  • _____, “Imperio particular e imperio universal en las cartas de relación de Hernán Cortés”, Cuadernos Hispanoamericanos, vol. 55, núm. 165, 1963, p. 443-482.
  • Eulalia Guzmán, Relaciones de Hernán Cortés a Carlos V sobre la invasión de Anáhuac, México, Libros Anáhuac, 1958.
  • Julia Kristeva, Semiótica 1 (París, 1969), Madrid, Fundamentos, 1978.
  • Stephanie Merrim, “Ariadne's Thread: Auto-bio-graphy, History, and Cortés' "segunda carta-relación", Dispositio, vol. 11, no. 28/29, 1986, “Literature and Historiography in the New World”, p. 57-83.
  • José Luis Martínez, Hernán Cortés, México, UNAM/Fondo de Cultura Económica, 1990.
  • ____, “Las crónicas de la conquista de México” Historia Mexicana, Vol. 38, No. 4, 1989, Homenaje a Silvio Zavala I, p. 677-699.
  • Víctor Manuel Sanchis Amat, “La primera laus urbs occidental en América: la descripción de la ciudad de México-Tenochtitlan de Hernán Cortés”, Revista Historia Autónoma, 5, 2014, pp. 43-50.
  • Carmen Vidaurre, “Acercamiento sociocrítico a la Segunda carta de relación de Hernán Cortés”, Texto Crítico, Nueva época, julio-diciembre, 1996, no. 3, p. 23-45.
Para citar: Gibrán Bautista y Lugo, Trocar la derrota, o cómo hacer conquistas con cartas, México, Noticonquista, http://www.noticonquista.unam.mx/amoxtli/2391/2389. Visto el 24/04/2024