Subida al Popocatepetl

Texto original con ortografía de la época:

Hartos estarán ya los caballeros que esto leyeren de oír razonamientos y pláticas de nosotros a los de Tlascala, y ellos a nosotros; querría acabar, y por fuerza me he de detener en otras cosas que con ellos pasamos ; y es que el volcán que está cabe Guaxocingo echaba en aquella sazón que estábamos en Tlascala mucho fuego, más que otras veces solía echar; de lo cual nuestro capitán Cortés y todos nosotros, como no habíamos visto tal, nos admiramos dello; y un capitán de los nuestros, que se decía Diego de Ordás, tomóle codicia de ir a ver qué cosa era, y demandó licencia a nuestro general para subir en él; la cual licencia le dio, y aún de hecho se lo mandó; y llevó consigo dos de nuestros soldados y ciertos indios principales de Guaxocingo, y los principales que consigo llevaba poníanle temor con decirle que cuando estuviese a medio camino de Popocatepeque, que así se llamaba aquel volcán, no podría sufrir el temblor de la tierra ni llamas y piedras y ceniza que de él sale o que ellos no se atreverían a subir más de hasta donde tienen unos cues de ídolos, que llaman los teules de Popocatepeque; y todavía el Diego de Ordás con sus dos compañeros fue su camino hasta llegar arriba, y los indios que iban en su compañía se le quedaron en lo bajo; después el Ordás y los dos soldados vieron al subir que comenzó el volcán de echar grandes llamaradas de fuego y piedras medio quemadas y livianas y mucha ceniza, y que temblaba toda aquella sierra y montaña adonde está el volcán, y estuvieron quedos sin dar más paso adelante hasta de allí a una hora, que sintieron que había pasado aquella llamarada y que no echaba tanta ceniza ni humo, y subieron basta la boca, que era muy redonda y ancha, y que había en el anchor un cuarto de legua, y que desde allí se parecía la gran ciudad de México y toda la laguna y todos los pueblos que están en ella poblados; y está este volcán de México obra de doce o trece leguas; y después de bien visto, muy gozoso el Ordás, y admirado de haber visto a México y sus ciudades, volvió a Tlascala con sus compañeros, y los indios de Guaxocingo y los de Tlascala se lo tuvieron a mucho atrevimiento, y cuando la contaban al capitán Cortés y a todos nosotros, como en aquella sazón no habíamos visto ni oído, como ahora, que sabemos lo que es, y han subido encima de la boca muchos españoles y aun frailes franciscanos, nos admirábamos entonces dello; y cuando fue Diego de Ordás a Castilla lo demandó por armas a su majestad, e así las tiene ahora un su sobrino Ordás que vive en la Puebla; y después acá desque estamos en esta tierra no le habernos visto echar tanto fuego ni con tanto ruido como al principio, y aun estuvo ciertos años que no echaba fuego, hasta el año de 1539 que echó muy grandes llamas y piedras y ceniza.

Para citar:
Díaz del Castillo, Bernal , Historia verdadera de la conquista de la Nueva España, Ciudad de México, Editorial Patria, 1983 [1632], pp. 204-205
Lugar(es):
  • Popocatepetl
Persona(s):
  • Diego de Ordás