La dimensión ambiental de la guerra chichimeca

Las guerras de conquista en el centro y norte de Nueva España tuvieron características muy distintas. Las estrategias que habían probado ser efectivas con los pueblos sedentarios carecían de sentido con los nómadas. El enfrentamientocontra de las poblaciones del norte planteó nuevos problemas para los conquistadores y sus aliados. A diferencia de los dominios de la Triple Alianza, donde pocos años bastaron para declarar la caída de la metrópoli de Tenochtitlán, el conflicto armado en la Gran Chichimeca (alrededor de los actuales estados de Guanajuato y San Luis Potosí) duró más de medio siglo. La principal diferencia se encontraba en el modo de subsistencia de ambas sociedades.

Es poco lo que sabemos sobre culturas como la guachichil y guamar, pues los datos etnográficos pasaron por el doble filtro de los nahuas y los europeos. Los primeros llamaron chichimecas por igual a distintos pueblos nómadas y seminómadas del norte y los segundos se conformaron con el simple concepto de “salvajes”.  Los salvajes son aquellos que habitan los lugares desolados, que en el caso europeo se trataba de bosques y en el caso americano se tradujo al desierto del norte. Para los españoles, estos indios desnudos y errantes eran una metáfora del mundo que habitaban: inhóspito, inculto y hostil, pero a la vez fértil y lleno de potencial.  En 1582 Juan Alonso Velázquez, un clérigo de la Villa de San Miguel propuso como estrategia de conquista que “estas nuevas plantas tan incultas e infructuosas sean traídas a la espiritual evangélica cultura en la unión de los fieles, para que dejando de dar tan amargo y desabrido fruto le den bueno aunque sea trasplantado con algún destierro o cautiverio u otros castigos”.

Las dos principales justificaciones de la guerra iban de la mano: evangelizar a los chichimecas y aprovechar los recursos del desierto. Y es que, desde el descubrimiento de la plata de Zacatecas y la creación de las primeras estancias ganaderas, los nómadas habían defendido su territorio representando un verdadero contratiempo para estas empresas de explotación. Del mismo modo que surgían las quejas sobre la inseguridad causada por los asaltos de los chichimecas a los mineros y estancieros, se hacían
distintas sugerencias sobre cómo emplear los recursos del medio, desde el uso de
los pastos para el ganado, hasta el beneficio de grana cochinilla.

Una vez establecido que sí era posible atraer a los chichimecas a la vida cristiana, y que por lo tanto no estaba justificado matarlos o hacerlos esclavos, quedaba pendiente el problema de cómo hacerlo. Pronto se comprendió que la fuerza de los nómadas se encontraba en su sustento, pues eran capaces de sobrevivir en tierras donde los españoles debían cargar con sus propios bastimentos y retirarse una vez que se acababan. Por lo tanto, para atacar a los chichimecas sería necesario impedirles el acceso a los medios de subsistencia. El mismo comentador que líneas arriba hablaba sobre los indios como plantas silvestres, propuso “desterrarlos e impedirles cuanto fuere posible el bajar a sus tiempos a comer la tuna, dátiles y mezquites [...] y que en el tiempo de la seca no puedan con seguridad aun bajar a beber donde hubiere agua”.

Además de impedirles el acceso a los recursos como un modo de acabar con ellos,
se creía que debían dejar de hacer uso de estos, pues era su propio modo de abastecimiento lo que los volvía salvajes. En este sentido, sería más fácil conquistarlos si en lugar de
recoger el mezquite y la tuna cultivaban el maíz. En casi todos los pareceres sobre la estrategia de guerra se menciona que los nómadas debían aprender de los pueblos sedentarios a cultivar y consumir el maíz. Aquel mismo grano que representa honrosamente la base material de la cultura mesoamericana y es bandera de las luchas agrarias indígenas, fue en el norte símbolo de opresión y forzada aculturación.

Pero no solamente fueron los españoles y sus aliados quienes respondieron a las hostilidades usando el medio ambientesu favor. Así como un equipo en su estadio, los chichimecas tenían la ventaja de pelear en su propia casa. Su conocimiento sobre la geografía les permitió esconderse del enemigo, asediarlo en puntos clave y llevar a cabo innumerables emboscadas. Uno de los ataques más comunes fue el asesinato de mulas, vacas y caballos. Aparte de un innegable gusto por la carne, los chichimecas pudieron haber visto en el ganado un símbolo de opresión contra el cual dirigir sus esfuerzos.

La historiografía marca la década de 1590 como el fin de la Guerra Chichimeca. Se dice que se llegó a la “pacificación” de los nómadas gracias a la fundación de poblaciones y que la frontera de guerra se recorrió hacia el norte. Sin embargo, la historia del exterminio de estos pueblos o su asimilación dentro de la sociedad colonial está aún por escribirse. De un modo u otro, la relación que los chichimecas establecieron con el desierto no desapareció del todo. Uno de los modos de resistencia indígena más comunes durante el periodo colonial fue la huida a los montes, ya fuera para buscar comida, llevar a cabo actos espirituales o planear rebeliones.

 

Para saber más:

  • Alberto Carrillo Cázares, El debate sobre la guerra chichimeca, 1531-1585, Zamora, El Colegio de Michoacán, El Colegio de San Luis, 2000.
  • Carlos Manuel Valdés, La gente del mezquite. Los nómadas del noroeste en la Colonia, 2ed., Coahuila, Secretaría de Cultura de Coahuila, 2017.
  • Philip Wayne Powell, La guerra chichimeca (1550-1600), México, Fondo de Cultura Económica, Secretaría de Educación Pública, 1977.
  • Juan Alonso Velázquez, “Memorial de 1582 sobre la guerra con los indios fronterizos” en Carlos Sempat Assadourian, Conquista y transformación de la frontera en el siglo XVI: minas de plata, guerra y evangelización, México, El Colegio de México, Centro de Estudios Históricos, 2008.
Para citar: Ada Santibánez, La dimensión ambiental de la guerra chichimeca, México, Noticonquista, http://www.noticonquista.unam.mx/amoxtli/3009/2992. Visto el 07/05/2024