El paisaje de Tabasco antes y después de la conquista: cambios y permanencias

Para quien haya recorrido el territorio de Tabasco, hoy en día pueden sonar irreconocibles las descripciones que algunos de los primeros conquistadores y visitantes europeos hicieron de su paisaje. Hernán Cortés y Bernal Díaz del Castillo describen bosques tupidos a lo largo de las riberas del Grijalva y Usumacinta (ríos que en aquella época desembocaban en lugares separados) y áreas de espesa selva tropical en la región del río Candelaria, donde se encontraba la próspera provincia de Acalán. Según Juan Díaz, capellán de la expedición de Juan de Grijalva en 1518, Tabasco representaba la “mejor tierra que el sol alumbra”; y para el fraile dominico Tomás de la Torre, quien atravesó Tabasco en 1545 como acompañante del nuevo obispo de Chiapas, fray Bartolomé de las Casas, era una tierra arbolada y de frescos ríos. En general, se percibe en estas primeras descripciones la idea y la voluntad de haber encontrado un Edén con posibilidad de riquezas y desarrollo.

En efecto, Tabasco a comienzos del siglo XVI era un territorio geográficamente variado con una rica tradición de comercio y producción de materiales preciados para los habitantes de la Mesoamérica prehispánica. Entre todos, destacaba el cacao, utilizado como moneda, forma de tributo y alimento, así como el hule, conchas marinas, pieles y maderas preciosas. Antes de la llegada de los españoles, evento que trastocó las redes comerciales indígenas, la región de Tabasco era un territorio interconectado a través de un sistema de transporte terrestre, marítimo y fluvial que comunicaba esta región con el altiplano de México, Yucatán y Centroamérica. Asentamientos como Potonchán, capital de los mayas chontales, en la desembocadura del río Grijalva; Xicalango, importante puerto de intercambio con fuerte presencia mexica en la laguna de Términos, y los pueblos Cimatanes, en el extremo meridional de la Chontalpa, cerca de la confluencia de los ríos Grijalva y Cunduacán, eran importantes nodos de comercio y comunicación donde convergían rutas terrestres y acuáticas. Los habitantes de Tabasco eran notables comerciantes y navegantes que supieron aprovecharse de la intrincada red de ríos, lagos y lagunas que comunicaba la zona de sierra al sur con la costa del Golfo de México y que permitía una conexión ágil entre diferentes ecosistemas.

El territorio de Tabasco se caracteriza, ahora como en la colonia, por llanuras bajas inundables y una compleja trama de ríos, lagunas y pantanos, ceñida al sur por las primeras estribaciones de la Sierra de Chiapas. Este paisaje ha cambiado mucho a través de los siglos, ya que antiguos cursos fluviales han sido abandonados y otros creados por la natural actividad hidrogeológica, así como por la intervención humana.

En su quinta carta de Relación, Cortés describe a Tabasco como una tierra baja y pantanosa, donde no se encuentran caminos ya que las poblaciones locales se mueven en canoas. Los primeros conquistadores tuvieron que abrir caminos y construir puentes para que pudieran avanzar las huestes a caballo, pero, sobre todo, tuvieron que apoyarse en el conocimiento y en las prácticas de transporte indígenas para avanzar y adaptarse a un paisaje tan novedoso para ellos.

Para los europeos, este territorio, muy diferente de lo que conocían, y menos agradable que aquel del Altiplano Central, ofrecía demasiados retos y poca posibilidad de un fácil y rápido enriquecimiento. Después de una primera ilusión de riqueza, por haber recibido algunas piezas de oro de las poblaciones locales, los españoles se dieron cuenta rápidamente de que la única riqueza presente en Tabasco eran los amplios terrenos cultivables, el cacao, y las mismas poblaciones nativas como fuerza de trabajo o esclavos para los mercados de Europa y el Caribe. Lamentablemente, las enfermedades introducidas por los españoles, así como los agravios administrativos y políticos, mermaron física y socialmente la población local que, paulatinamente, empezó a disminuir a causa de la alta mortandad. Otros buscaron refugio en lugares aún no controlados y difícilmente accesibles a los españoles, como las zonas de selva en el sur y al este, conocida como “la montaña”, y la región de manglares y pantanos a lo largo de la costa.

Estos cambios afectaron principalmente a la región de la costa. Mientras, poco a poco, las zonas internas como la Chontalpa se volvieron importantes áreas de producción agrícola, sobre todo de cacao, actividad a la cual se fueron añadiendo las grandes estancias de ganado que han caracterizado la economía de Tabasco a lo largo de los siglos siguientes. La agricultura extensiva y la ganadería provocaron la tala de árboles para crear más pastizales y campos de cultivo. Esta práctica, aunada al corte de palo de tinte en la costa, y más tarde a la tala de maderas preciosas como la caoba en las zonas de selva, transformó radicalmente el paisaje de Tabasco.

Otro aspecto que exacerbó el progresivo abandono de la costa fue la falta de control de la zona, lo cual facilitó, desde finales del siglo XVI, sobre todo en la Laguna de Términos y zonas limítrofes, la presencia de piratas y corsarios interesados en participar en la rica red de comercio de monopolio de la corona española. Esta situación agudizó por varias décadas la condición de marginalidad geográfica y económica de la provincia de Tabasco.

Solamente en el siglo XVIII, gracias a las reformas borbónicas, las cuales impulsaron un cambio de gobierno, legislaciones y prácticas, se logrará retomar posesión de esta región costera y desalojar a los extranjeros, proceso que consecuentemente facilitará la inclusión de Tabasco en los circuitos comerciales y de desarrollo de la Nueva España.

 

Para saber más:

  • Cabrera Bernat, Ciprián, Viajeros en Tabasco: Textos, Villahermosa: Gobierno del Estado de Tabasco, 1987.
  • Eugenio Martínez, María Ángeles, La Defensa de Tabasco, 1600-1717, Villahermosa: Consejo Editorial del Gobierno del Estado de Tabasco, 1981.
  • Jiménez Abollado, Francisco, Entre ríos, pantanos y sierra. Marginalidad y subsistencia en la provincia de Tabasco (1517-1626). Sevilla, Editorial Universidad de Sevilla, 2015.
  • Pacheco, Vargas, Ernesto y Lorenzo Ochoa,  “Navegantes, viajeros y mercaderes: notas para el estudio de la historia de las rutas fluviales y terrestres entre la costa de Tabasco-Campeche y tierra adentro”, Estudios de Cultura Maya, Vol. 14, (1982), p. 69-118.
  • Ruz, Mario Humberto, Un Rostro encubierto. Los Indios del Tabasco Colonial, Ciudad de México, CIESAS-INI, 1994.
Para citar: Nicoletta Maestri, El paisaje de Tabasco antes y después de la conquista: cambios y permanencias, México, Noticonquista, http://www.noticonquista.unam.mx/amoxtli/3007/2992. Visto el 09/05/2024