El apóstol Santiago, un santo guerrero de origen medieval

A la memoria de Alfredo López Austin, maestro de todos y universitario ejemplar.

 

“[…] Este gran caballero de la cruz bermeja, háselo dado Dios a España por patrón y amparo suyo, especialmente en los rigurosos transes que con los moros los españoles han tenido, y así le invocan, y llaman, como a defensor suyo en todas las batallas que acometen, y muchas veces le han visto visiblemente en ellas, derribando, atropellando, destruyendo y matando los agarenos escuadrones, y de esta verdad te pudiera traer muchos ejemplos, que en las verdaderas historias españolas se cuentan”.

Con estas palabras explicaba Don Quijote a su fiel amigo Sancho la importancia de la figura del apóstol Santiago para el mundo hispánico en un momento en el que nadie, a pesar del desastre de la Grande y Felicísima Armada, cuestionaba la hegemonía de la Monarquía Católica. La importancia histórica del mito jacobeo, de la ruta de peregrinación y de la propia sede compostelana, así como la introducción y desarrollo de la figura y el culto a Santiago en América a partir del siglo XVI han sido ampliamente estudiados y sólo ofreceremos en estas páginas algunos trazos sobre su importancia.

La leyenda en torno a la prédica de Santiago en España data del siglo VII de nuestra era y se encuentra por vez primera en el manuscrito apócrifo intitulado Breviarum Apostolorum.  Posteriormente, en el siglo VIII, el monje Beato de Liébana en sus Comentarios al Apocalipsis y en su himno O Dei Verbum hizo de Santiago el numen protector de Hispania y a lo largo de los siglos IX y X la iglesia que se construyó sobre la pretendida tumba del apóstol Santiago, recibió numerosas donaciones por parte de los monarcas asturianos y leoneses que la engrandecieron y convirtieron en un importante centro de peregrinación y en un referente espiritual con el que pretendían  afirmar su poder y autoridad. Este programa político hizo que en el año 900 d. C. la sede episcopal se trasladara de la ciudad romana de Iria Flavia a la de Compostela -el campo de las Estrellas-, sitio en el que, según la tradición, ocurrió el “descubrimiento” de la tumba del apóstol Santiago. Con ello, la urbe se convirtió en una de las más importantes del reino de Galicia.  

Ya en el siglo XI, el obispo de Santiago de Compostela,  Diego Gelmírez,  promovió el culto jacobeo a partir de la redacción de la Historia Compostelana en el marco de la reforma gregoriana y la incorporación de Hispania a las corrientes litúrgicas emanadas de la sede romana.  En torno al año 1100, el círculo de autoridades eclesiásticas vinculadas a la sede compostelana pertenecientes a la congregación francesa de Cluny hicieron del Codex Calixtinus -un códice manuscrito de preciosa factura constituido por textos de naturaleza diversa atribuido al papa Calixto-  el principal elemento de propaganda para atraer a peregrinos ultrapirenaicos a la ciudad de Santiago. El prestigio y la dimensión internacional que adquirió el culto jacobeo -término que deriva del nombre latino Iacobus-  permitieron renovar la fábrica de la iglesia y la elaboración del Pórtico de la Gloria por parte del Maestro Mateo hacia 1188.

La transformación de la figura de Santiago como uno de los doce apóstoles y peregrino en un santo guerrero al servicio de Cristo (miles Christi) tuvo lugar también en la segunda mitad del siglo XI en el marco de la primera cruzada y de la intensificación del enfrentamiento entre cristianos y musulmanes en la península ibérica a raíz de la conquista de Toledo en 1085 por el monarca leonés Alfonso VI. De esta suerte, en la introducción del Codex Calixtinus Santiago aparecería por vez primera representado como caballero cristiano, es decir, montado en un caballo blanco, con la espada desenvainada y enarbolando el lábaro. Por su parte, en el libro IV del Liber Sancti Jacobi se señalaba que Santiago se había aparecido a Carlomagno haciéndole saber que “así como el Señor te hizo el más poderoso de los reyes de la tierra, igualmente te ha elegido entre todos para preparar mi camino y liberar mi tierra de manos de los musulmanes, y conseguirte por ello una corona de inmarcesible gloria”. 

La Historia silense, redactada a principios del siglo XII, de nueva cuenta se representa a Santiago con sus atributos militares -el caballo y la espada-  y la Crónica Adephonsi Imperatoris, escrita en el siglo XII,  vinculó directamente los triunfos militares del monarca Alfonso VII sobre los musulmanes a su peregrinación a la sede compostelana. A fines de la Edad Media, en 1486 los Reyes Católicos acudieron en peregrinación para buscar el favor de Santiago en su lucha contra el emirato musulmán de Granada. Fue así que se consolidó la advocación de Santiago como “Matamoros” y comenzó a representársele con cabezas y cuerpos de musulmanes entre las patas de su caballo.No obstante y hasta  donde permiten afirmarlo las fuentes, ningún monarca castellano-leonés utilizó el grito de “Santiago y cierra España” pues, según Lidwine Linares, esta invocación sólo apareció por escrito a finales del siglo XVI.

 Para entonces, el camino de Santiago se había consolidado como una de las principales vías de comunicación del norte de la península ibérica y por él transitaban campesinos, comerciantes, monarcas, caballeros y hombres de Iglesia en busca de la redención de sus pecados. Sin embargo y según la hipótesis más plausible, los restos de quien yacen en Compostela no serían los del apóstol Santiago, sino de Prisciliano, un obispo que predicó en Galicia a fines del siglo IV y que fue condenado por la Iglesia por sus ideas heréticas. 

La transformación de Santiago Matamoros en Santiago “Mataindios” tuvo lugar a partir del siglo XVI dado que era relativamente sencillo sustituir la figura del enemigo musulmán por la figura del enemigo indígena americano, uno y otro sujetos de conquista y conversión religiosa. A decir el cronista Francisco López de Gómara, fue en la batalla de Centla en la que por primera vez se apareció Santiago a los conquistadores en tierras novohispanas, aunque Cortés no lo señaló en su primera Relación y Bernal Díaz contradijo a López Gómara, argumentando que la batalla no ocurrió como contaba el cronista desde la península, pero cuidándose de señalar que no había visto al santo “por ser pecador”. Resulta también interesante la ausencia de la invocación a Santiago en los pasajes del alarde del 28 de abril de 1521 que reprodujeron en sus textos Cortes y Bernal.

¿Cómo explicar estas ausencias? Una hipótesis consiste en señalar que en un primer momento la guerra de conquista no fue concebida en un primer momento como una guerra santa, aunque el propio Cortés dijese que se pelaba en nombre de Cristo. Resulta en sentido significativo el hecho de la figura de Santiago tenga una mayor presencia en las conquistas de Nueva Galicia y en la Guerra del Mixtón desarrolladas varios años después. La importancia que adquirió la figura de Santiago a partir del segundo tercio del siglo XVI como santo protector de los dominios americanos de la Monarquía Hispánica se materializa en el hecho de que las tres ciudades fronterizas -Santiago de Querétaro al norte, Santiago de Chile al sur y Santiago de Cuba al oriente- llevan el nombre del santo guerrero por antonomasia, poblaciones a las que habría que sumar otras como Santiago de los Caballeros y Santiago de Managua. De esta suerte, la figura de Santiago permitió articular política y simbólicamente los espacios conquistado e integrarlos en las cosmovisiones y en la historia cristiana de la salvación. Resulta muy significativo el hecho de que, en este complejo proceso de intercambios culturales, diversos grupos indígenas acabaron apropiándose de Santiago y sus elementos telúricos –siempre estuvo relacionado con el trueno y el rayo- para defenderse de los españoles y emplearlos como elementos propiciatorios. De esta suerte, la figura de Santiago, polisémica y plástica, sirvió, una vez más, para crear un sólido vínculo identitario espiritual, cultural y política entre los súbditos hispanos de aquella Monarquía Católica favorecida por el discípulo predilecto de Jesús.

En la actualidad, la figura de Santiago mantiene su importancia: en muchas localidades de nuestro país, como Ometepec, en Guerrero, la fiesta de Santiago -el 25 de julio- es la fiesta patronal más importante. Y así como a lo largo de los tres siglos de la vida novohispana el nombre de Santiago -amigo personal de Cristo, protomártir del colegio apostólico, evangelizador de Occidente y patrón de las Españas- fue uno de los más socorridos, en la actualidad muchas personas siguen llevando su nombre, dando así continuidad a una tradición de origen medieval trasplantada al Nuevo Mundo.

Para citar: Martín Ríos Saloma, El apóstol Santiago, un santo guerrero de origen medieval, México, Noticonquista, http://www.noticonquista.unam.mx/amoxtli/2885/2877. Visto el 16/04/2024