Las razones de la resistencia mexica (II)

En el amoxtli anterior exploramos la disputa en el seno de la élite gobernante mexica sobre la manera de tratar con sus enemigos indígenas y españolas entre 1519 y 1521. En este, veremos cómo se decidió la resistencia irreductible en mayo de 1521.

 Al encontrarse rodeada, aislada y virtualmente vencida, México-Tenochtitlan, como había sucedido en Texcoco y otras ciudades acorraladas por los cambios políticos y militares en el pasado mesoamericano, podría haber vivido un golpe dinástico que hubiera desplazado a Cuauhtémoc y su facción militarista, sustituidos por nuevos dirigentes que hubieran podido negociar una capitulación pacífica y un acomodo con los españoles y sus aliados. Esta salida hubiera permitido sobrevivir a la ciudad, pero hubiera marcado el fin de la mayor parte de los privilegios de su élite. Aún en mayo de 1520 la facción negociadora que una vez encabezó Moctezuma hubiera podido negociar un acuerdo. Esto era también lo que esperaban los aliados indígenas y los españoles.

Sin embargo, se conjuntaron varios factores que abocaron a la élite gobernante mexica a una resistencia irreductible, junto con el resto de la población de la ciudad.

En primer lugar, Cuauhtémoc dio un golpe de fuerza contra los posibles conciliadores, ejecutando a los miembros de la dinastía gobernante que no estuvieran de acuerdo con su política de resistencia hasta el fin. De esta manera eliminó físicamente a la facción conciliadora de la élite mexica, haciendo imposible un acomodo a la manera tradicional. Igualmente tenemos noticias de que implementó políticas represivas para evitar que los habitantes de la ciudad huyeran o apoyaran a sus enemigos, como lo habían hecho en la guerra de 1520.

Por otro lado, parece que buena parte de los habitantes de México-Tlatelolco, que habían sido objeto de la dominación de los tenochcas durante 50 años, favorecieron a Cuauhtémoc, antiguo gobernador militar de esa plaza, y se unieron a su campaña de resistencia hasta el fin.

Los reproches que hacían los tlatelolcas a la “cobardía” de los tenochcas sugieren que la población de México-Tenochtitlan, más heterogénea, no apoyaba necesariamente esta opción. No olvidemos que muchos eran población marginal, tameme, o cargadores, mayeque, o dueños de sus manos, es decir, jornaleros sin tierra despojados por la élite mexica.

El resultado de esta decidida lucha fue la destrucción casi total de México-Tenochtitlan en un sitio que duró casi cuatro meses y provocó la muerte de decenas o incluso centenas millares de civiles. Tradicionalmente, hemos considerado, este terrible hecho bélico como inevitable. Por un lado, lo atribuímos a la ambición o perfidia de los conquistadores españoles, según nuestra preferencia. Desde el siglo XVI los historiadores colonialistas se han complacido en exagerar la magnitud de esta guerra total como prueba de la “superioridad” de Occidente. Por otro lado, también damos por sentada, por inevitable, la heroica determinación de los mexicas a luchar hasta la destrucción.

Esta idea nos impide reconocer que la facción belicista encabezada por Cuauhtémoc impuso su postura, la resistencia irreductible, para defender los intereses de la élite gobernante mexica sobre la vida y la seguridad de los demás sectores de la población de este altépetl tan heterogéneo. La estrategía de Moctezuma había sido precisamente evitar la guerra en la ciudad, el daño a la población, y la destrucción del altépetl. Esa podía todavía ser una opción en 1520, aunque fuera al precio de la humillación de las élites y su pérdida de poder.

Afirmar esto no significa, de ninguna manera, culpar a los mexicas por la agresión que sufrieron por parte de sus enemigos mesoamericanos y españoles.

Estoy consciente de que es muy polémico presentar estos argumentos críticos contra el último gobernante mexica y contra la resistencia decidida y valerosa de sus seguidores, voluntarios o no. No pretendo ofender ninguna convicción nacionalista, sólo señalar esta resistencia no fue inevitable y que existieron alternativas. Por otro lado, la férrea identificación del nacionalismo moderno mexicano con la figura de Cuauhtémoc merece un examen.

En el siglo XIX la resistencia de este gobernante y de los tlatelolcas fue glorificada por analogía con las luchas que libraba entonces el estado mexicano contra otros invasores extranjeros, franceses, españoles y norteamericanos. En los textos de Altamirano y otros historiadores nacionalistas Cuauhtémoc y el pueblo mexica se convirtieron en ejemplos admirables de la dignidad nacional frente a la derrota. Esta proyección de los sentimientos y valores nacionalistas al pasado era anacrónica, pues el altépetl mexica no era el mismo tipo de entidad política que el estado-nación mexicano, y no todos los habitantes de la ciudad de México-Tenochtitlan le debían lealtad, menos los vecinos de las riberas del lago.

Ignorando esta realidad del siglo XVI los historiadores nacionalistas impusieron  la identidad mexica y la obligación nacionalista a los otros pueblos y sectores sociales indígenas, convirtiendo la defensa de una ciudad particular, y de una élite militar muy reducida, en la defensa de una nación que no existía. En la misma operación, y de manera perversa, la derrota heroica de los mexicas se transformó retroactivamente en la derrota de todos los indígenas por medio de la descalificación de los indígenas conquistadores, transformados en traidores o simples instrumentos de la voluntad de los españoles. La maniobra sirvió, pues, para exaltar la valentía derrotada de unos pocos indígenas, los mexicas, para a la vez relegar a todos, incluidos los vencedores de los mexicas, a la categoría de “vencidos”. La figura de Cuauhtémoc es la figura de una resistencia vencida, condenada al fracaso. No sirve para reivindicar a los pueblos indígenas como realidades presentes, como pueblos capaces de seguir vivos, sino únicamente como un pasado glorioso y vencido. Por ello, ha sido una de los principales símbolos de la apropiación nacional del pasado indígena y de la continuada agresión contra los indígenas del presente.

 

 

Para citar: Federico Navarrete , Las razones de la resistencia mexica (II), México, Noticonquista, http://www.noticonquista.unam.mx/amoxtli/2702/2699. Visto el 19/04/2024