Las danzas-teatro de la Conquista de México

Las maneras en que cada pueblo piensa en su propia historia distan de ser homogéneas, sean éstas oficiales o particulares. Cualquier hecho histórico lejos de presentarse como un hecho objetivo, se convierte, desde el momento en que acontece, en un referente flotante a la merced de múltiples perspectivas. En tanto construcciones del pasado, las danzas de la Conquista de México, no escapan a esta tónica y el acontecimiento al que refieren es visto y moldeado retrospectivamente con los filtros propios de cada época y cada lugar.

Algunos estudiosos —Robert Ricard (1932 y Arturo Warman (1972)— sugirieron que el modelo dominante del que se originó la Danza de la Conquista de México (así como de otros equivalentes en el mundo indígena americano) fue el de la danza de Moros y Cristianos que en la península ibérica tenía mucho tiempo de escenificarse. Pero otros investigadores —entre los cuales el que escribe estas líneas—, señalaron que, si bien el tema de los Moros y Cristianos fue el de mayor incidencia en la conformación de los primeros modelos novohispanos, hubo otras manifestaciones de confrontación ritual o incluso de otra naturaleza que, directa o indirectamente, enriquecieron el tema y las danzas que aquí nos conciernen. Hay que tener presente este aspecto de fondo si se quiere entender la gran variedad de estilos con la que aún se presenta la danza en la actualidad.

Típicamente la danza se caracteriza por la conformación de dos bandos antagónicos, el de los Españoles y de los Mexicanos, cuya confrontación gira en torno a la conquista territorial de México-Tenochtitlan y a la conversión religiosa de aquellos ancestros.

Los lugares donde se escenifica la danza suelen ser la plaza principal del pueblo o el atrio de la iglesia. Los dos bandos visten de manera diferente y ocupan espacios contrapuestos. La distinta indumentaria y parafernalia define, además de los bandos, también a los protagonistas, en particular Cortés, Moctezuma y la Malinche, figuras omnipresentes, y otra figura importante que no sale en todas las danzas, Cuauhtémoc. Coreografías, parlamentos, combates, marchas y piezas musicales de vario tipo se suceden en todos los casos conocidos a lo largo de muchas horas para dar cuerpo a una estructura narrativa variada en la que destacan llegadas de los ejércitos y ocupaciones territoriales, embajadas, desafíos, combates, traiciones, resistencias y rendiciones, muertes heroicas y conversiones.

En los años noventas me tocó investigar una quincena de casos pertenecientes, stricto sensu, al género de la Danza de la Conquista de México. Son casos históricos de los siglos XVIII, XIX y XX, ya desaparecidos, y otros contemporáneos que podemos agrupar en dos grandes conjuntos de variantes: las prohispanistas y las proindigenistas.

Simplificado en extremo, el eje conductor de las primeras es el de la conversión indígena, episodio con el que normalmente concluyen las danzas. En ellas, todo lo que concierne a los españoles está orientado hacia este “noble” propósito. Consecuentemente, todos sus componentes deberán ser leídos bajo esta perspectiva. La superioridad militar de los españoles (todo un ejemplo de virtud y determinación), corresponde a aquélla planteada, en el plano moral y religioso, por la superioridad del “dios verdadero” sobre los “falsos dioses” de los mexicanos.

El eje conductor del otro grupo de variantes, las proindigenistas, es en cambio la resistencia heroica del pueblo mexicano frente al invasor español, razón por la cual se minimiza el conflicto teológico y se magnifican el enfrentamiento militar, la afirmación a ultranza de la valentía mexicana, la no-rendición y el sacrificio. En este tipo de variantes, los personajes se caracterizan de acuerdo a nuevos fines. El virtuoso de las variantes prohispanistas —Cortés— se convierte en un estafador; los colaboradores —Moctezuma y Malinche— en traidores; el apóstata —Cuauhtémoc— en héroe patrio, etcétera. De acuerdo a las conveniencias semánticas del texto, se adicionan también nuevos temas narrativos: véanse, por ejemplo, los temas de la codicia de Cortés o del sacrificio de Cuauhtémoc; o bien la derrota final de los mexicanos, sustituida por el conocido episodio de la Noche Triste, es decir, por una victoria de los nativos.

Las características de estos dos grupos de variantes pueden ser explicadas en función de factores históricos precisos. Se entiende que el propósito de los creadores de las variantes prohispanistas, de clara filiación colonial, fue edificar, por medio de un lenguaje relativamente familiar a los indígenas de la época, los cimientos de la nueva religión. El parteaguas entre estas variantes y aquéllas proindigenistas fue la Independencia de México, suceso a partir del cual surge la exigencia impetuosa de construir una historia patria fundamentada en la retórica de las raíces.

Desde luego el panorama es mucho más complejo y variado de lo que acabo de exponer. En el análisis del caso al cual dediqué mayores esfuerzos, la variante proindigenista de Tlacoachistlahuaca, en la Costa Chica de Guerrero, descubrí, por ejemplo, no sólo los efectos de una historia regional enfocada en la figura de Cuauhtémoc cuyas gestas se escenifican, de acuerdo a la idiosincrasia regional, sino también una gran intensificación de los enfrentamientos, hecho que tiene como referentes importantes algunos combates rituales con valor iniciático, como las “peleas de tigres” de Zitlala, Acatlán y Tixtla, por ejemplo, cuya fama se debe al ímpetu con que se realizan.

Un caso aparte es constituido por el conjunto oaxaqueño de danzas de la Pluma, un tipo de danzas de la Conquista cuya característica principal es el progresivo debilitamiento del bando español. En este sentido el caso más extremo es el que se realiza en Zaachila. Aquí el bando español no solo se debilita sino desaparece y con él desaparecen también todos los parlamentos y los combates. Con ello vienen a menos un par de elementos claves de las variantes canónicas: la confrontación de bandos y la explicitación del conflicto. No obstante, el conflicto no está ausente del todo ya que se le ve reverberando en las decenas de presentaciones dancísticas que se realizan en los pueblos cercanos a Zaachila, con las cuales este caso dialoga vehementemente. Y es en virtud de este diálogo que la supresión del bando español viene a ser una manera de derrotarlo por la vía estética. De manera complementaria, la hiperpresencia del bando que queda, el de los mexicanos, se traduce, por medio de una coreografía y una indumentaria ostentosas y de una música altisonante, en una suerte de triunfo que el “verbo” es decir, la historia oficial niega y el “cuerpo” afirma (por medio de los códigos no-verbales).

Si tuviera más espacio para continuar, veríamos que el tema de la supresión de uno de los dos bandos —el de los Españoles— nos permitiría entrar a otro capítulo importante de esta gran temática: el del auge de las danzas a un bando en el norte del país. Me refiero al complejo de danzas de Matlachines (o Matachines, danzas de Arco, Malinches, etcétera) y al complejo de danzas Chichimecas (o incluso de las exitosísimas danzas de Concheros). Se trata de danzas que carecen de una narrativa explícita y que celebran, en el primer caso, la adoración a la Virgen por parte de lo que en otras danzas era el bando de los convertidos; y en el segundo caso, la permanencia actual de lo que fue el bando de los derrotados, bando que (otra vez) niega esta derrota en el plano de la resistencia cultural. En ambos casos estamos muy lejos de los temas canónicos de la danza de la Conquista; ya no hay narraciones explícitas y tampoco combates al mero estilo de las danzas de Moros y Cristianos y sin embargo, si uno presta las debidas atenciones, aún puede seguir escuchando los ecos de esa Conquista. “Y esto no es todo”, decía Lévi-Strauss cuando veía prosperar en sus análisis otra línea de fuga. Lo mismo podemos repetir nosotros a manera de conclusión, por ser el dato más característico de esta gran temática la vitalidad y la fecundidad de sus recreaciones y transformaciones.

 

Para leer más

  • Bonfiglioli, Carlo, La epopeya de Cuauhtémoc en Tlacoachistlahuaca. Un estudio de contexto, texto y sistema en la antropología de la danza, UAM, México, 2005.
  • Jáuregui, Jesús y Carlo Bonfiglioli (coordinadores), Las Danzas de Conquista I. México Contemporáneo, FCE, México, 1996.
  • Ricard, Robert, La conquista espiritual de México, FCE,  México,  1986 (1947).
  • Warman, Arturo, La  Danza de  Moros y  Cristianos,  SEP, México, 1972.

 

Para citar: Carlo Bonfiglioli, Las danzas-teatro de la Conquista de México, México, Noticonquista, http://www.noticonquista.unam.mx/amoxtli/2560/2550. Visto el 30/04/2024