Antropoceno y pandemia 2020: 500 años de colonización y epidemias

En números anteriores de Noticonquista hemos descrito algunas de las pandemias, así como su vínculo con la colonización (Epidemias, de 1520 a 2020 (https://www.noticonquista.unam.mx/index.php/portada/semanal/1947 y Las epidemias más allá de la conquista de México https://www.noticonquista.unam.mx/index.php/portada/semanal/1956) y hemos dado cuenta de la importancia de los agentes multiespecie en estos proceso(Los no humanos en la conquista, animales, plantas y dioses https://www.noticonquista.unam.mx/index.php/portada/semanal/859), así como en el complejo entramado de la historia continental.

Hace 500 años entraron en choque y en fricción una serie de vínculos en la historia del planeta que resultaron inéditos, tanto por  sus protagonistas como por la globalidad de sus impactos. Por un lado, se trababa de guerras de conquista entre humanos de distintos continentes que desconocían su mutua existencia. Por otro, iniciaron las batallas que, situadas en los cuerpos, implicaron enfrentarse contra nuevas enfermedades provocadas por agentes y microorganismos desconocidos, tal como fue la epidemia de viruela de 1520.

Estas conexiones inéditas, suscitadas por políticas expansionistas y coloniales, fueron la causa de una gran cantidad de muertes y del auge de más enfermedades. Las guerras de conquista acabaron con múltiples mundos presentes en el “Nuevo Mundo” (desde el punto de vista mediterráneo) y con el propio “Viejo Mundo”; pero las transformaciones no fueron, digamos, equitativas. Por ejemplo, la llegada del variola virus trajo consigo el deceso de entre el 70-90% de la población humana nativa de la actual América. Debemos destacar que tanto las conexiones como las consecuencias no se circunscriben sólo a los humanos, al contrario, implica toda la gama de “especies compañeras” (Donna Haraway), incluyendo aquellas que no podemos observar a simple vista y no había posibilidad de comprender salvo cinco siglos depués de aquellos acontecimientos.

Actualmente, de manera análoga pero en escalas distintas, nuevos colonialismos y epidemias continúan produciendo contextos de destrucción y muertes de seres, colectivos y mundos. Me refiero al llamado Antropoceno y a la Pandemia del COVID-19. Antropoceno es la manera en que ciertas ciencias académicas internacionales (naturales y  sociales) nombran, describen y caracterizan la intervención humana en el planeta que ha modificado sus componentes y los ciclos fundamentales de los últimos milenios. El registro de cambio de era, el paso del Holoceno al Antropoceno, no se considera para nada positivo ni propiamente natural. Al contrario, éste se produce por vínculos intensamente degenerativos provocados por ciertos modos de existencia humana que han dañado a nivel planetario las distintas formas y flujos de vidas multiespecie. Por ejemplo, para mantener los modos de existencia de nuestras grandes urbes contemporáneas requerimos de un ritmo y volumen de explotación, consumo y contaminación tan anormal que ha roto los ciclos de regeneración indispensables para la reproducción de cada especie y susbtancias (vivas o no vivas) terrestres que se explota.

Gran parte de los daños y las transformaciones que se registran son irreversibles. Por ejemplo, la desaparición total de algunas especies es tan acelerada que estamos ante una crisis de biodiversidad que, para entenderla, se le define como la “sexta extinción masiva” de la Tierra (la última extinción de este tipo sucedió hace 65 millones de años). Además, estas formas humanas de existencia que han resultado tóxicas han contribuido a modificar la temperatura del planeta, la cual se había mantenido relativamente estable durante 10 mil años. Por ello, los debates del Antropoceno se remontan a las discusiones sobre el calentamiento global y el cambio climático.

Este Antropoceno –que es un concepto abierto a discusión y que ha dado pie a otros más, como Capitaloceno, Plantatioceno, Chtutuluceno, entre otros– también ha impactado las disciplinas científicas, mismas que lo analizan como suceso y, sobre todo, que reflexiona sobre el mundo que construye. Tal vez, la cuestión más relevante ha sido replantear las premisas básicas de la relación entre Naturaleza y Cultura que ha sido tan importante en el desarrollo de las ciencias. También conlleva, la urgencia de considerar que nuestras acciones tienen consecuencias inesperadas y muchas veces degenerativas para la diversidad de formas de vida, humanas y no humanas, vivas y no vivas. Si bien sólo algunas de las formas de existencia humana han producido estas maquinarias de relaciones degenerativas con el planeta; las consecuencias ecológicas-políticas nos incumben a todos de manera directa o indirecta, ahora o después.

En este sentido, el Antropoceno es una nueva era producto del fin de un mundo –al menos desde el punto de vista de la tradición cultural de quien lo enuncia– dado que las realidades ambientales y sociopolíticas se verán necesariamente transformadas por su impacto. Hecho que constata que las formas de relación locales producen y destruyen mundos reales. Pero es indispensable reparar en que el fin de nuestro mundo no es, ni ha sido ni el único mundo ni el único fin. Ante los resultados de las investigaciones sobre este tema en el pasado, en el presente y en las proyecciones futuras sabemos que este fin de mundo está construido por el amasijo de tantos otros fines y de tantos otros mundos devastados. Por “mundo” nos referimos al conjunto de múltiples relaciones y sustancias que se esamblaron territorial e históricamente y posibilitaron modos de existencia específicos para diversos colectivos. Esto incluye la autoderminación de sus formas de vivir y de morir y, por definición, tanto los humanos como sus mundos son siempre parte de entramados más complejos de múltiples naturalezas multiespecie. Y, por “fin”, entendemos el ocaso o la imposibilidad de ensamblar dicho conjunto de relaciones y sustancias autodeterminadas. Los individuos y colectivos son obligados a abandonar sus modos de existencia y sus territorios ante el avasallamiento y la imposición de otros modos de existencia.

Déborah Danoswki y Eduardo Viveiros de Castro han llamado nuestra atención sobre estos tópicos. Y resalta aquella estremecedora reflexión donde la mayoría de las poblaciones amerindias contemporáneas son sobrevivientes del fin de sus propios mundos. Y este fin comenzó, al menos, hace 500 años. La invasión y la colonización de humanos con ciertos modos de existencia que avasallan e imponen a otros agentes y colectivos una vida y relaciones diferentes a las que conocían, evidentemente no es algo novedoso. Pero ahora sabemos que este tipo de pequeñas acciones y grandes acontecimientos distribuídos continentalmente, generaron y generarán un impacto sistémico en el planeta que no considerábamos. Al imponer un panorama existencial excluyente de los otros (mediante dinámicas de poder centralizado por retículas y capas de clase, género, étnia y especie), ciertas formas de existencia humana terminan por acotar y/o acabar con los diversos mundos. Estos procesos de imposición y avasallamientos son variados, pueden ser resultado de la fuerza y la violencia, aunque también por la seducción, el convencimiento, la cooptación y/o monopolio de opciones existenciales. En conjunto, esto tienden a crear “alternativas infernales” (sensu Stengers y Pignarre), en principio para quienes no detentan el poder, pero, como estamos viviendo, nos alcanza a todos.Cabría recordar que esos fines del mundo contra la diferencia y la vida no se circunscriben sólo a los pueblos indios ni a ciertas especies; han existido acciones –accidentales e intencionales– con las que enfrentamos un tipo de destrucción de personas, seres y paisajes inaudito, baste recordar como ejemplos Chernobyl, Hiroshima y Nagasaki.

Por todo ello, es importante recordar que las relaciones de imposición y avasallamiento no son cuestiones del pasado y no se circunscriben sólo a los humanos. Entender que los mundos con diferentes naturalezas se superponen nos permite entender que las heterogéneas fricciones que se entrelazan son, muchas de ellas, pero no todas, inconmensurables en un tiempo-espacio circunscrito. Son múltiples naturalezas porque los fundamentos más básicos de sus modos de existencia (en términos ontológicos, epistemológicos y políticos) son divergentes. Esto conlleva a la necesidad de tomar en cuenta los múltiples vínculos con diferentes especies y la necesidad entender que esos vínculos en términos macro (eras geológicas, alcances planetarios) y micro (microorganismos, virus, bacterias).

Las consecuencias de existir unilateralmente imponiendo un panorama excluyente y avasallante ante los otros se dejan sentir. Acotar y/o disminuir la diversidad es una semilla de destrucción de mundos. Los otros –humanos y más que humanos– no dejan de existir porque no sean contemplados o se les invisibilice. Los microscópicos agentes –como los virus causantes del COVID-19, el Ébola, la gripe aviar, la gripe porcina, etc.– que se conectan por el vínculo entre especies distintas (zoonosis, antropozoonosis, cross-species transmission) puede ser un buen ejemplo de ello. Al no contemplar que nuestras acciones y modos de relación con los diversos entornos (otros humanos, animales, plantas, virus, bacterias, hongos, minerales, aire, agua, etc.) tienen consecuencias sistémicas para todos nos lleva a producir estos contextos destructivos.

Muchos de los colectivos sobrevivientes de sus propios fines del mundo provocados por los impactos de la colonización y la epidemia de 1520 nos habían advertido que los modos de existencia avasallantes y unilaterales son altamente peligrosos y destructivos. Nos lo habían dicho por experiencia propia antes, mucho antes, de nuestro Antropoceno y nuestra pandemia del 2020 (Ailton Krenak; Davi Kopenawa y Bruce Albert). Ésto brinda la ineludible oportunidad de reubicar la posición de la especie humana en la simbiosis planetaria y de replantearnos nuestras acciones colectivas más elementales (Tsing et al.).

Es común que los especialistas que reflexionan sobre los mayores desafíos de nuestro tiempo, según la ONU, nos exhorten a buscar nuevas estrategias e imaginarios cosmopolíticos para intentar afrontarlos. Considero que no basta con conocer o crear nuevas y mejores ideas y estrategias –sean propias o de otros– para que sean ejecutadas por las y los mismos secuaces de las causas del Antropoceno y la pandemia. Tal vez, el mayor desafío es crear contextos en los cuales el poder de decisión sea comandado por quienes ya producen formas de existencia que no son tóxicas –o lo son mucho menos– con sus diversos entornos y formas de vida. Si bien el Antropoceno y la pandemia de este año (junto con las discusiones sobre calentamiento global y cambio climático) han llamado la atención global sobre cómo la acción de los humanos afecta el mundo, debemos ser cuidadosos en no caer en antropocentrismos esencialistas. Debemos reflexionar las consecuencias de estos planteamientos en términos firmemente contra-antropocéntricos y que minen las diversas formas de violencias avasallantes y unilaterales que construyen los racismos, los clasismos y los patriarcados que nos han traído hasta aquí.

 

Para leer más:

  • Danowski, Déborah y Eduardo Viveiros de Castro. 2014. Há mundo por vir? Ensaio sobre os medios e os fins, Florianópolis, Cultura e Barbárie Editora-Instituto Socioambiental, Desterro.
  • Fujigaki, Alejandro. 2020. “Caminos rarámuri para sostener o acabar el mundo. Teoría etnográfica, cambio climático y Antropoceno”. Mana. Estudios de Antropología Social, vol. 26 no.1 Rio de Janeiro, Brasil.
  • García Acosta, Virginia, et al. 2017. “Cambio climático y Antropoceno”, dossier temático en Desacatos. Revista de Ciencias Sociales del CIESAS, no. 54.
  • Haraway, Donna. 2008 When Species Meet, University of Minnesota Press, EUA.
  • Kopenawa, Davi, Bruce Albert. 2010. A queda do céu. Palavras de um xama yanomami, São Paulo, Companhia das Letras.
  • Krenak, Ailton. 2019. Ideas para adelantar el fin del mundo. Brasil. Companhia Das Letras.
  • Povinelli, Elizabeth A. Geontologies. A Requiem to Late Liberalism, Durham, Duke University Press, 2016.
  • Tsing, Anna L.; Heather Swanson, Elaine Gan y Nils Bubandt. 2017. Arts of Living on a Damaged Planet. Minneapolis y Londres: University of Minnesota Press.
  • Stengers, Isabelle y Philippe Pignarre. 2018 (2005). La brujería capitalista. Práctica para prevenirla y conjurarla. Trad. Víctor Goldstein, Hekht Libros, Argentina.
Para citar: Alejandro Fujigaki Lares, Antropoceno y pandemia 2020: 500 años de colonización y epidemias, México, Noticonquista, http://www.noticonquista.unam.mx/amoxtli/2429/2423. Visto el 25/04/2024