La derrota y aprisionamiento de Narváez
Narváez, capitán del adelantado don Diego Velazquez, supo cómo Cortés venía con poca gente, y así no podía creer sino que se le venía a dar. Y él estaba metido en el dicho patío con su artillería, y solamente había en el patio una puerta por donde habían de entrar, y en ella estaba puesta toda el artillería; por manera que caminando poco a poco el dicho Cortés con su gente, llegamos a media noche con mucho silencio y ánimo allá, en donde se trató que así como los contrarios pusiesen fuego, nos abajásemos todos de presto en el suelo y arremetiésemos al artillería, porque ella tomada, todo el campo era ganado. En el camino, antes que llegásemos, estaba puesta una espía que se llamaba Carrasco, el cual era tan ligero que el dicho capitán Hernando Cortés a caballo no le pudo alcanzar, y llegó a su ejército dando voces: ¡alarma, alarma!, las cuales oídas por los del ejército, todos turbados, no se daban manos. Llegamos, pues, a la puerta donde estaba el artillería y antes que pusiesen fuego, todo; nos echamos en el suelo, y como el artillería estaba un poco alta no pudo herir a ninguno, si no fue a uno que se descuidó en abajarse al tirar de los tiros, al cual llevó un tiro; y lo otro porque tuvieron descuido los contrarios en [85] no atapar los tiros y habíaseles mojado la pólvora, porque aquella, noche había lloviznado un poco; y así. de repente con mucha presteza, ímpetu y ánimo fuimos señores del artillería, la cual se puso en cobro y con guarda. Los demás soldados, andando por el patio, a los que topaban con las picas los derribaban del caballo y se daban. Fue el hecho tan grande que cuando amaneció todos los más estaban rendidos; pero el capitán Narváez como capitán valeroso, se defendía muy bravamente con un montante en la mano, y diciéndole los soldados que se diese, no quería, hasta que llegó uno y con la pica lo derribó y le sacó un ojo; por manera que llegó Hernando Cortés al cual se dio luego. Con ser aquel hecho tan atrevido y bravo plugo a Dios nuestro señor que no murió ninguno, y así fue preso el capitán Narváez, y le echaron unos grillos y lo pusieron a recaudo.
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