Las tropas de Cortés se preparan para enfrentar a de Narváez
Así como Cortés tuvo noticia del armada que traía Narváez, luego despachó un soldado que había estado en Italia, bien diestro de todas armas, y más de jugar una pica, y le envió a una provincia que se dice los chinantecas, junto adonde estaban nuestros soldados los que fueron a buscar minas; porque aquellos de aquella provincia eran muy enemigos de los mexicanos e pocos días había que tomaron nuestra amistad, e usaban por armas muy grandes lanzas, mayores que las nuestras de Castilla, con dos brazas de pedernal e navajas; y envióles a rogar que luego le trajesen a do quiera que estuviesen trascientas delias, e que les quitasen las navajas, e que pues tenían mucho cobre, que les hiciesen a cada una dos hierros, y llevó el soldado la manera cómo habían de ser los hierros y como llegó, de presto buscaron las lanzas e hicieron los hierros; porque en toda la provincia a aquella sazón había cuatro o cinco pueblos, sin muchas estancias, y las recogieron, e hicieron los hierros muy más perfectamente que se los enviamos a mandar; y también mandó a nuestro soldado, que se decía Tovilla, que les demandase dos mil hombres de guerra, e que para el día de pascua del Espíritu Santo viniese con ellos al pueblo de Tampanequita, que ansí se decía, o que preguntase en qué parte estábamos, e que todos dos mil hombres trajesen lanzas; por manera que el soldado se los demandó, e los caciques dijeron que ellos vendrían con la gente de guerra; y el soldado se vino luego con obra de doscientos indios, que trajeron las lanzas, y con los demás indios de guerra quedó para venir con ellos otro soldado de los nuestros, que se decía Barrientos; y este Barrientes estaba en la estancia y minas que descubrían, ya otra vez por mí nombradas, y allí se concertó que había de venir de la manera que está dicho a nuestro real; porque sería de andadura diez o doce leguas de lo uno a lo otro. Pues venido el nuestro soldado Tovilla con las lanzas, eran muy extremadas de buenas; y allí, se daba orden y nos imponía el soldado e nos mostraba a jugar con ellas, y cómo nos habíamos de haber con los de a caballo, e ya teníamos hecho nuestro alarde y copia y memoria de todos los soldados y capitanes de nuestro ejército, y hallamos doscientos y seis, contados atambor e pífano, sin el fraile, y con cinco de a caballo y dos artilleros y pocos ballesteros y menos escopeteros; y a lo que tuvimos ojo, para pelear con
Narváez eran las picas, y fueron muy buenas, como adelante verán.
- Cempoala
- Hernando Cortés