La tradición cartográfica nahua

Como se ha visto en varios amoxtli anteriores, la llegada de los españoles al territorio que hoy ocupa México significó el enfrentamiento no sólo de dos pueblos distintos, sino también de dos formas de entender y relacionarse con el mundo. Tal como los indígenas quedaron sorprendidos de las armas de fuego, los caballos y tantos otros rasgos culturales de los conquistadores, éstos también se admiraron de una gran cantidad de aspectos de la cultura indígena mesoamericana. Uno de estos aspectos son los documentos cartográficos.

Esta sorpresa quedó registrada en textos como los de Bernal Díaz del Castillo, Pedro Mártir de Anglería o del mismo Hernán Cortés, quien en su segunda carta de relación escribe:

 

Asimismo le rogué al dicho Mutezuma que me dijese si en la costa de la mar había algún río o ancón en que los navíos que viniesen pudiesen entrar y estar seguros. El cual me respondió que no lo sabía; pero que él me haría pintar toda la costa y ancones y ríos de ella, y que enviase yo españoles a los ver, y que él me daría quien los guiase y fuese con ellos y así lo hizo. Otro día me trajeron figurada en un paño toda la costa, y en ella parecía un río que salía a la mar, más abierto, según la figura que los otros; el cual parecía estar entre las sierras que dicen San Martín, y son tan altas que forman un ancón por donde los pilotos hasta entonces creían que se partía la tierra en una provincia que se dice Mazamalco… (Cortés, 1960: 47)

 

El uso de documentos cartográficos debió ser importante en el México Prehispánico. Desafortunadamente, la mayoría de ellos fueron elaborados en materiales perecederos como lienzos de algodón, papel amate, fibra de maguey, piel de animal y quizá madera por lo que no lograron sobrevivir al paso del tiempo. Este tipo de registro, así como el histórico, mítico o de tributos, se hizo mediante pictografías que comprendieron imágenes y escritura jeroglífica (como se expondrá en otro número de Noticonquista).

Hace un par de años, los investigadores Christophe Helmke, Jesper Nielsen y Ángel Iván Rivera Guzmán discutieron la existencia de una tradición cartográfica en el Altiplano central mexicano, misma que puede extenderse hasta el periodo Epiclásico. Estos autores analizaron diversos monumentos pétreos de Xochicalco y sitios cercanos para demostrar claramente que algunos de ellos, como la Piedra del Palacio y la recién descubierta Estela de Tetlama, eran representaciones de mapas prehispánicos en piedra.

Pero la elaboración de mapas no fue exclusiva de esta subárea cultural mesoamericana, existen evidencias de diversos lienzos y otros documentos con representaciones cartográficas en Oaxaca, Michoacán y el área maya. Si bien los mapas que se conservan hoy día fueron realizados tras la conquista, muchos de ellos presentan una tradición escrituraria y pictórica indígena prehispánica. Básicamente, los documentos cartográficos hicieron uso de signos de escritura e imágenes convencionales. Con los primeros se representaron los distintos lugares y los nombres de personas. Con los segundos personajes, arquitectura y algunos elementos del paisaje.

Es importante mencionar que la cartografía prehispánica, a diferencia de la europea renacentista y la moderna, no representaba sólo el espacio en un momento sincrónico, sino que el espacio estaba profundamente conectado con el tiempo, ya sea histórico o mítico. En este sentido, como menciona Barbara Mundy (2007), las sociedades mesoamericanas incluían datos en los mapas que iban más allá de la simple información geográfica o topográfica.

Desde la perspectiva occidental, podemos notar varias diferencias en los mapas indígenas. Su manejo de las distancias, las proporciones y las escalas es distinto al europeo. Por otro lado, muchos de ellos estuvieron orientados, es decir, tomaban como punto cardinal principal el este, a diferencia de los mapas occidentales que se dirigen hacia el norte. Esto se debió a que, para los grupos prehispánicos de Mesoamérica, el eje por donde transitaba el sol diariamente, era el más importante.

Muchos de los ejemplos de mapas que se han conservado hasta nuestros días, hacen referencia a un altépetl y el territorio sobre el que su gobernante tenía jurisdicción. El topónimo de la ciudad aparecerá regularmente al centro del mapa en un mayor tamaño y alrededor distintos topónimos de los sitios que abarcaba dicho territorio. Por lo general no se utilizan imágenes para representar accidentes geográficos, las imágenes de montañas casi siempre hacen referencia a los nombres de las localidades, cuando más se hace uso de imágenes de plantas para denotar el ambiente del lugar, así como imágenes de ríos y otros cuerpos de agua. Además de estos elementos, podemos encontrar narrativas históricas, con personajes que llevan a cabo diversas actividades, como pudieran ser procesos migratorios sobre caminos marcados con huellas, guerras, cultivo o pesca.

De las diferentes categorías de mapas -que ya Barbara Mundy (2007) ha dividido- las más conocidas y abundantes son las llamadas Historias cartográficas. Entre estos podemos mencionar: El Códice Xólotl; el Mapa Cuauhtinchan 2; el Mapa Sigüenza; la Historia Tolteca-Chichimeca y el Mapa Quinantzin. Por su parte, la lámina 1 del Códice Mendocino puede ser considerada tanto una Historia cartográfica como un plano de ciudad. Al centro podemos observar el topónimo de Tenochtitlan con el águila encima y el diseño en forma de X de canales de agua que dividieron la ciudad en cuatro cuadrantes. En cada espacio se pueden apreciar personajes, edificios y jeroglíficos, alrededor fueron representados los 52 años desde la fundación de la ciudad. 

Como podemos observar, son muchos los ejemplos de mapas de tradición prehispánica en el Centro de México, pudiéramos también mencionar los planos de propiedad que hacen uso de escritura jeroglífica y sistemas de medida indígenas. Sin duda, los documentos cartográficos son fuentes fundamentales para el estudio del pasado indígena, de su historia, mitos y su percepción del entorno. En ellos, y a través del estudio de su sistema de escritura, podemos encontrar referencias a distintas localidades, personajes y pasajes importantes de su narrativa histórica.

 

Para saber más:

  • Cortes, Hernán, Cartas de Relación, México, Editorial Porrúa, 1960.
  • Helmke, Christophe, Jesper Nielsen y Ángel Iván Rivera Guzmán, “Tras las huellas de la tradición cartográfica en el altiplano central de México”, en Estudios de Cultura Náhuatl, vol. 54, 2017, pp. 79-133. Disponible en: http://www.historicas.unam.mx/publicaciones/revistas/nahuatl/pdf/ecn54/1061.pdf. Consultado: 08/04/2020
  • León-Portilla, Miguel, “Cartografía prehispánica e Hispanoindígena de México”, en Estudios de Cultura Náhuatl, vol. 36, 2005, pp. 185-197. Disponible en: http://www.historicas.unam.mx/publicaciones/revistas/nahuatl/pdf/ecn36/733.pdf
  • Mundy, Barbara E., “Mesoamerican Cartography”, en J. B. Harley y David Woodward (ed.), The History of Cartography, 6 vols., Chicago, The University of Chicago Press, 2007, vol. 2, libro 3, pp. 183-256.Disponible enhttp://www.press.uchicago.edu/books/HOC/HOC_V2_B3/HOC_VOLUME2_Book3_chapter5.pdf
  • Woodward, David, “Cartography and the Renaissance: Continuity and Change”, en J. B. Harley y David Woodward (ed.), The History of Cartography, 6 vols., Chicago, The University of Chicago Press, 2007, Vol. 3, pp. 3-24.Disponible en: https://www.press.uchicago.edu/books/HOC/HOC_V3_Pt1/HOC_VOLUME3_Part1_chapter1.pdf.
Para citar: Hugo García Capistrán, La tradición cartográfica nahua, México, Noticonquista, http://www.noticonquista.unam.mx/index.php/amoxtli/1978/1970. Visto el 24/04/2024