Expedición a Zumpancingo

Texto original con ortografía de la época:

Como había dos días que estábamos sin hacer cosa que de contar sea, fue acordado, y aun aconsejamos a Cortés, que un pueblo que estaba obra de una legua de nuestro real, que le habíamos enviado a llamar de paz y no venía, que fuésemos una noche y diésemos sobre él, no para nacerles mal, digo matarles ni herirles ni traerles presos, mas de traer comida y atemorizarles o hablarles de paz, según viésemos lo que ellos hacían; y llámase este pueblo Zumpancingo, y era cabecera de muchos pueblos chicos, y era sujeto el pueblo donde estábamos allí donde teníamos nuestro real, que se dice Tecoadzumpancingo, que todo alrededor estaba muy poblado de casas e pueblos; por manera que una noche al cuarto de la modorra madrugamos para ir a aquel pueblo con seis de a caballo de los mejores, y con los más sanos soldados y con diez ballesteros y ocho escopeteros, y Cortés por nuestro capitán, puesto que tenía calenturas o tercianas; dejamos el mejor recaudo que pudimos en el real. Antes que amaneciese con dos horas, caminamos y hacía un viento tan frío aquella mañana, que venía de la sierra nevada, que nos hacía temblar e tiritar, y bien lo sintieron los caballos que llevábamos, porque dos de ellos se atorozonaron y estaban temblando, de lo cual nos pesó en gran manera, temiendo no muriesen; y Cortés mandó que se volviesen al real los caballeros dueños cuyos eran, a curarlos; y como estaba cerca el pueblo, llegamos a él antes que fuese de día; y como nos sintieron los naturales de él, fuéronse huyendo de sus casas, dando voces unos a otros que se guardasen de los teules, que les íbamos a matar; que no se aguardaban padres a hijos; y como los vimos, hicimos alto en un patio hasta que fuera de día, que no se les hizo daño ninguno; y como unos papas que estaban en unos cues, los mayores del pueblo y otros viejos principales vieron que estábamos allí sin les hacer enojo ninguno, vienen a Cortés y le dicen que les perdonen porque no han ido a nuestro real de paz ni llevar de comer cuando los enviamos a llamar, y la causa ha sido que el capitán Xicotenga, que está de allí muy cerca, se lo ha enviado a decir que no lo den; y porque de aquel pueblo y otros muchos le bastecen su real, e que tiene consigo todos los hombres de guerra y de toda la tierra de Tlascala; y Cortés les dijo con nuestras lenguas, doña Marina y Aguilar (que siempre iban con nosotros a cualquier entrada que íbamos y aunque fuese de noche) que no hubiesen miedo, y que luego fuesen a decir a sus caciques a la cabecera que vengan de paz, porque la guerra es mala para ellos; y envió a aquestos papas, porque de los otros  mensajeros que habíamos enviado aún no teníamos respuesta ninguna sobre que enviaban a tratar las paces los caciques de Tlascala con los cuatro principales, que aún no habían venido; e aquellos papas de aquel pueblo buscaron de presto más de cuarenta gallinas e gallos, y dos indias para moler tortillas, y las trajeron, y Cortés se lo agradeció, y mandó luego le llevasen veinte indios de aquel pueblo a nuestro real, y sin temor ninguno fueron con el bastimento, y se estuvieron en el real hasta la tarde, y se les dio contezuelas, con que volvieron muy contentos a sus casas. E a todas aquellas caserías, nuestros vecinos decían que éramos buenos, que no les enojábamos, y aquellos viejos y papas avisaron dello al capitán Xicotenga cómo habían dado la comida y las indias, y riñó mucho con ellos, y fueron luego a la cabecera a nacerlo saber a los caciques viejos; y como supieron que no les hacíamos mal ninguno, y aunque pudiéramos matarles aquella noche muchos de sus gentes, y les enviábamos a demandar paces, se holgaron y les mandaron que cada día nos trajesen todo lo que hubiésemos menester; y tornaron otra vez a mandar a los cuatro principales, que otras veces les encargaron las paces, que luego en aquel instante fuesen a nuestro real y llevasen toda la comida y aparato que les mandaban; y así, nos volvimos luego a nuestro real con el bastimento e indias y muy contentos; e quedarse ha aquí, y diré lo que pasó en el real entretanto que habíamos ido a aquel pueblo.

Para citar:
Díaz del Castillo, Bernal , Historia verdadera de la conquista de la Nueva España, Ciudad de México, Editorial Patria, 1983 [1632], pp. 173-174
Lugar(es):
  • Tlaxcala
Persona(s):
  • Hernando Cortés
  • Jerónimo de Aguilar
  • Marina