Derrota de la Noche Triste y salida de los españoles de la ciudad de México

Texto original con ortografía de la época:

Sería poco menos de media noche cuando salieron del cuartel, sin que las centinelas ni los batidores hallasen que reparar o que advertir; y aunque la lluvia y la oscuridad favorecían el intento de caminar cautamente, y aseguraban el recelo de que pudiese durar el enemigo en sus reparos, se observó con tanta puntualidad el silencio y el recato, que no pudiera obrar el temor lo que pudo en aquellos soldados la obediencia. Pasó el puente levadizo a la vanguardia, y los que le llevaban a su cargo, le acomodaron a la primera canal; pero aferró tanto en las piedras que le sustentaban, con el peso de los caballos y artillería, que no quedó capaz de poderse mudar a los demás canales, como se había presupuesto ni llegó el caso de intentarlo, porque antes que acabase de pasar el ejército el primer tramo de la calzada, fue necesario acudir a las armas, y se hallaron acometidos por todas partes cuando menos lo recelaban.

Fue digna de admiración en aquellos bárbaros la maestría conque dispusieron su facción, y observaron con vigilante disimulación el movimiento de sus enemigos. Juntaron y distribuyeron sin rumor la multitud inmanejable de sus tropas: sirviéronse de la oscuridad y del silencio para lograr el intento de acercarse sin ser descubiertos. Cubrióse de canoas armadas el ámbito de la laguna, que venían por los dos costados sobre la calzada; entrando al combate con tanto sosiego y desembarazo, que se oyeron sus gritos y el estruendo bélico de sus caracoles, casi al mismo tiempo que se dejaron sentir los golpes de sus flechas.

[301] […] Fue mucho lo que obró su valor en este conflicto; pero mucho más lo que padeció su espíritu, porque le traia el aire [302] a losoídos envueltas en el horror de la oscuridad, las voces de los españoles, que llamaban a Dios en el último trance de la vida: cuyos lamentos, confusamente mezclados con los gritos y amenazas de los indios, le traían al corazón otra batalla entre los incentivos de la ira y los afectos de la piedad.

Sonaban estas voces lastimosas a la parte de la ciudad, donde no era posible acudir, porque los enemigos que andaban en la laguna, cuidaron de romper el puente levadizo antes que acabase de pasar la retaguardia, donde fue mayor el fracaso de los españoles, porque cerró con ellos el principal grueso de los mejicanos, obligándolos a que se retirasen a la calzada, y haciendo pedazos a los menos diligentes, que por la mayor parte fueron de los que faltaron a su obligación, y rehusaron entrar en la batalla por guardar el oro que sacaron del cuartel. Murieron éstos ignominiosamente, abrazados con el peso miserable que los hizo cobardes en la ocasión, y tardos en la fuga. Destruyeron su opinión, y dañaron injustamente al crédito de facción, porque se pusieron en el cómputo de los muertos, como si hubieran vendido a mejor precio la vida: y de buena razón no se habían de contar los cobardes en el número de los vencidos.

[…] [303] Acabó de salir el ejército a tierra con la primera luz del día, y se hizo alto cerca de Tácuba, no sin recelos de aquella población numerosa y parcial de los mejicanos; pero se tuvo atención a no desamparar luego la cercanía de la laguna, por algún tiempo a los que pudiesen escapar de la batalla; y fue bien discurrida esta detención, porque se logró recoger algunos españoles y tlascaltecas que mediante su valor o su diligencia, salieron nadando a la ribera o tuvieron suerte de poderse ocultar en los maizales del contorno.

Dieron éstos noticia de que se había perdido totalmente la última porción de la retaguardia, y puesta en escuadrón la gente, se halló que faltaban del ejército casi doscientos españoles, más de mil tlascaltecas, cuarenta y seis caballos, y todos los prisioneros mejicanos, que sin poderse dar a conocer en la turbación de la noche, fueron tratados como enemigos por los mismos de su nación. Estaba la gente quebrantada y recelosa, disminuido el ejército, y sin artillería, pendiente la ocasión, y apartado el término de la retirada; y sobre tantos motivos de sentimiento, se miraba como infelicidad de mayor peso la falta de algunos cabos principales[…] 

Para citar:
de Solís y Rivadeneyra, Antonio , Historia de la Conquista de Méjico: población y progresos de la América Septentrional conocida por le nombre de Nueva España, Madird, Espasa-Calpe, 1970 [1684], pp. 300-303
Lugar(es):
  • México-Tenochtitlan
Persona(s):
  • Hernando Cortés
Actor(es):
  • indios aliados de Cortés
  • indios tenochcas
  • Soldados