Cortés se enfrenta con los indígenas de Tepeaca

Texto original con ortografía de la época:

Como Cortés había pedido a los caciques de Tlascala,ya otras veces por mí nombrados, cinco mil hombres de guerra para ir a correr y castigar los pueblos adonde habían muerto españoles, que era a Tepeaca y Cachula y Tecamachalco, que estaría de Tlascala seis o siete leguas, de muy entera voluntad tenían aparejados hasta cuatro mil indios; porque, si mucha voluntad teníamos nosotros de ir a aquellos pueblos, mucha más gana tenían el Mase-Escaci y Xicotenga, el viejo, porque les habían venido a robar unas estancias y tenían voluntad de enviar gente de guerra sobre ellos; y la causa fue esta: porque, como los mexicanos nos echaron de México, según y de la manera que dicho tengo en los capítulos pasados que sobre ello hablan, y supieron que en Tlascala nos habíamos recogido, y tuvieron por cierto que en estando sanos que habíamos de venir con el poder de Tlascala a correrles las tierras de los pueblos que más cercanos confinan con Tlascala; a este efecto enviaron a todas las provincias adonde sentían que habíamos de ir muchos escuadrones mexicanos de guerreros que estuviesen en guarda y guarniciones,
y en Tepeaca estaba la mayor guarnición dellos. Lo cual supo el Mase-Escaci y el Xicotenga, y aun se
temían dellos. Pues ya que todos estábamos a punto, comenzamos a caminar, y en aquella jornada no llevamos artillería ni escopetas, porque todo quedó en las puentes; e ya que algunas escopetas escaparon, no teníamos pólvora; y fuimos con diez y siete de a caballo y seis ballestas y cuatrocientos y veinte soldados, los más de espada y rodela, y con obra de cuatro mil amigos de Tlascala y el bastimento para un día, porque las tierras adonde íbamos era muy poblado y bien abastecido de maíz y gallinas y perrillos de la tierra; y como lo teníamos de costumbre, nuestros corredores del campo adelante; y con muy buen concierto fuimos a dormir a obra de tres leguas de Tepeaca. E ya tenían alzado todo el fardaje de las estancias y población por donde pasamos, porque muy bien tuvieron noticia cómo íbamos a su pueblo;
e porque ninguna cosa hiciésemos sino por buena orden y justificadamente, Cortés les envió a decir con seis indios de su pueblo de Tepeaca, que habíamos tomado en aquella estancia, que para aquel efecto los prendimos, e con cuatro de sus mujeres, cómo íbamos a su pueblo a saber e inquirir quién y cuántos se hallaron en la muerte de más de diez y ocho españoles que mataron sin causa ninguna, viniendo camino para México; y también veníamos a saber a qué causa tenían ahora nuevamente muchos escuadrones mexicanos, que con ellos habían ido a robar y saltear unas estancias de Tlascala, nuestros amigos; que les ruega que luego vengan de paz adonde estábamos para ser nuestros amigos, y que despidan de su pueblo a los mexicanos; si no, que iremos contra ellos como rebeldes y matadores y salteadores de caminos, y
les castigaría a fuego y sangre y los daría por esclavos; y como fueron aquellos seis indios y cuatro mujeres del mismo pueblo, si muy fieras palabras les enviaron a decir, mucho más bravosa nos dieron la respuesta con los mismos seis indios y dos mexicanos que venían con ellos; porque muy bien conocido tenían de nosotros que a ningunos mensajeros que nos enviaban hacíamos ninguna demasía, sino antes darles algunas cuentas para atraerlos; y con estos que nos enviaron los de Tepeaca, fueron las palabras bravosas dichas por los capitanes mexicanos, como estaban victoriosos de lo de las puentes de México;
y Cortés les mandó dar a cada mensajero una manta, y con ellos les tornó a requerir que viniesen a le ver y
hablar y que no hubiesen miedo ; e que pues ya los españoles que habían muerto no los podían dar vivos, que vengan ellos de paz y se les perdonará todos los muertos que mataron; y sobre ello se les escribió una carta; y aunque sabíamos que no la habían de entender, sino como veían papel de Castilla tenían por muy cierto que era cosa de mandamiento; y rogó a los dos mexicanos que venían con los de Tepeaca como mensajeros, que volviesen a traer la respuesta, y volvieron; y lo que dijeron era, que no pasásemos adelante y que nos volviésemos por donde veníamos, si no que otro día pensaban tener buenas hartazgas con nuestros cuerpos, mayores que las de México y sus puentes y la de Otumba; y como aquello vio Cortés comunicólo con todos nuestros capitanes y soldados, y fue acordado que se hiciese un auto por ante escribano que diese fe de todo lo pasado, y que se diesen por esclavos a todos los aliados de México que hubiesen muerto españoles, porque habiendo dado la obediencia a su majestad, se levantaron, y mataron sobre ochocientos y sesenta de los nuestros y sesenta caballos, y a los demás pueblos por salteadores de caminos y matadores de hombres; e hecho este auto, envíóseles a hacer saber, amonestándolos y requiriendo con la paz; y ellos tornaron a decir que si luego no nos volvíamos, que saldrían a nos matar; y se apercibieron para ello, y nosotros lo mismo.

Para citar:
Díaz del Castillo, Bernal , Historia verdadera de la conquista de la Nueva España, Ciudad de México, Editorial Patria, 1983 [1632], pp. 401-403
Lugar(es):
  • Tepeaca
Persona(s):
  • Hernando Cortés
  • Xicotencatl
  • Maxixcatzin