Diálogo entre Cortés y los pueblos de Chalco, Mecameca y Acacingo

Texto original con ortografía de la época:

También se les dio a entender el gran poder del emperador nuestro señor, y que veníamos a deshacer agravios y robos, e que para ello nos envió a estas partes; e como aquello oyeron todos aquellos pueblos que dicho tengo, secretamente, que no lo sintieron los embajadores mexicanos, dieron tantas quejas de Montezuma y de sus recaudadores, que les robaban cuanto tenían, e las mujeres e hijas si eran hermosas las forzaban delante dellos y de sus maridos, y se las tomaban, e que les hacían trabajar como si fueran esclavos, que les hacían llevar en canoas e por  tierra madera de pinos, e piedra e leña e maíz, e otros muchos servicios de sembrar maizales; e les tomaban sus tierras para servicio de ídolos, e otras muchas quejas, que como ha ya muchos años que pasó, no me acuerdo. E Cortés les consoló con palabras amorosas, que se las sabía muy bien decir con doña Marina, e que ahora al presente no puede entender en hacerles justicia, e que se sufriesen, que él les quitaría aquel dominio; e secretamente les mandó que fuesen dos principales con otros cuatro amigos de Tlascala a ver el camino barrido que nos hubieron dicho los de Guaxocingo que no fuésemos por él, para que viesen qué albarradas e mamparos tenían, y si estaban allí algunos escuadrones de guerra; y los caciques respondieron: "Malinche, no hay necesidad de irlo a ver, porque todo está ahora muy llano e aderezado. E has de saber que habrá seis días que estaban a un mal paso, que tenían cortada la sierra porque no pudiésedes pasar, con mucha gente de guerra del gran Montezuma. Y hemos sabido que su Huichilobos, que es el dios que tienen de la guerra, les aconsejó que os dejen pasar, e cuando hayáis entrado en México, que allí os matarán; por tanto, lo que nos parece es, que os estéis aquí con nosotros, y os daremos de lo que tuviéremos; e no vais a México, que sabemos cierto que, según es fuerte y de muchos guerreros, no os dejarán con las vidas"; y Cortés les dijo con buen semblante que no tenían los mexicanos ni otras ningunas naciones poder para nos matar, salvo nuestro señor Dios, en quien creemos. E que porque vean que al mismo Montezuma y a todos los caciques y papas les vamos a dar a entender lo que nuestro Dios manda, que luego nos queríamos partir, e que le diesen veinte hombres principales que vayan en nuestra compañía, e que haría mucho por ellos, e les haría justicia cuando haya entrado en México, para que Montezuma ni sus recaudadores no les hagan las demasías y fuerzas que han dicho que les hacen; y con alegre rostro todos los de aquellos pueblos por mí ya nombrados dieron buenas respuestas y nos trajeron los veinte indios; e ya que estábamos para partir, vinieron mensajeros del gran Montezuma, y lo que dijeron diré adelante.

Para citar:
Díaz del Castillo, Bernal , Historia verdadera de la conquista de la Nueva España, Ciudad de México, Editorial Patria, 1983 [1632], pp. 232-234
Lugar(es):
  • Huejotzingo
Persona(s):
  • Hernando Cortés
Actor(es):
  • cacique(s)