Descripción de la ciudad de México

Texto original con ortografía de la época:

[…] tendría en aquel tiempo sesenta mil familias de vecindad, repartida en dos barrios, de los cuales se llamaba el uno Tlatelulco, habitación de gente popular; y el otro Méjico, que por residir en él la corte y la nobleza, dio su nombre a toda la población.

Estaba fundada en un plano muy espacioso, coronado por todas partes de altísimas sierras y montañas, de cuyos ríos y vertientes, rebalsadas en el valle se formaban diferentes lagunas, y en lo más profundo los dos lagos mayores, que ocupaba con más de cincuenta poblaciones la nación mejicana. Tendría este pequeño mar treinta leguas de circunferencia; y los dos lagos que le formaban, se unían y comunicaban entre sí por un dique de piedra que los dividía, reservando algunas aberturas con puentes de madera, en cuyos lados tenían sus compuertas levadizas para cebar el lago inferior siempre que necesitaban de socorrer la mengua del uno con la redundancia del otro. Era el más alto de agua dulce y clara, donde se hallaban algunos pescados de agradable mantenimiento; y el otro de agua salobre y oscura, semejante a la marítima; no porque fuesen de otra calidad las vertientes de que se alimentaba, sino por vicio natural de la misma tierra, donde se detenían: gruesa y salitrosa por aquel paraje, pero de grande utilidad para la fábrica de la sal, que beneficiaban cerca de sus orillas, purificando al sol, y adelgazando con el fuego las espumas y superfluidades que despedía la resaca.

En el medio casi de esta laguna salobre tenía su asiento la ciudad, cuya situación se apartaba de la línea equinoccial hacia el Norte diez y nueve grados y trece minutos dentro aún de la Tórrida Zona, que imaginaron de fuego habitable los filósofos antiguos, para que aprendiese nuestra experiencia cuan poco se puede fiar de la humana sabiduría en todos aquellas noticias que no entran por los sentidos a desengañar el entendimiento. Era su clima benigno y saludable, donde se dejaban conocer a su tiempo el frío y el calor, ambos con moderada intensión; y la humedad, que por la naturaleza del sitio pudiera ofender a la salud, estaba corregida con el favor de los vientos, o morigerada con el beneficio del sol.

Tenían hermosísimos lejos en medio de las aguas esta gran población, y se daba la mano con la tierra por sus diques o calzadas principales: fábrica suntuosa que servía tanto al ornamento como a la necesidad: la una de dos leguas hacia la parte del Mediodía, por donde hicieron su entrada los españoles: la otra de una legua mirando al Septentrión; y la otra poco menor por la parte occidental. Eran las calles bien niveladas y espaciosas: unas de agua con sus puentes para la comunicación de los vecinos: otras de tierra sola hechas a la mano; y otras de agua y tierra, los lados para el paso de la gente, y el medio para el uso de las canoas o barcas de tamaños diferentes que navegaban por la ciudad o servían al comercio, cuyo número toca en increíble [190] pues dicen que tendría Méjico entonces más de cincuenta mil, sin otras embarcaciones pequeñas que allí se llamaban acales hechas de un tronco, y capaces de un hombre que remaba para si.

Los edificios públicos y casas de los nobles, de que se componía la mayor parte de la ciudad, eran de piedra y bien fabricadas; las que ocupaba la gente popular humildes y desiguales; pero unas y otras en tal disposición, que hacían lugar a diferentes plazas de terraplén donde tenían sus mercados.

Para citar:
de Solís y Rivadeneyra, Antonio , Historia de la Conquista de Méjico: población y progresos de la América Septentrional conocida por le nombre de Nueva España, Madird, Espasa-Calpe, 1970 [1684], pp. 189-190
Lugar(es):
  • México-Tenochtitlan