¿La guerra de los dioses? Deidades mexicas, santos y vírgenes durante la Conquista

A diferencia de la famosa guerra de Troya durante la cual los dioses del Olimpo hubieran intervenido constantemente para apoyar, sean los aqueos o bien los troyanos, los distintos actores de la Conquista de México no parecen haber gozado de un respaldo divino sino en contadas ocasiones. En efecto, algunos relatos escenifican la aparición de Santiago Apóstol, de la Virgen, y de dioses mexicas en contextos específicos que revelan distintas concepciones de las actuaciones de los seres divinos, respectivamente entre los cristianos y los mexicas.

Empecemos con los relatos de los conquistadores y de los cronistas españoles en los cuales destacan las intervenciones de Santiago Apóstol en momentos críticos: por ejemplo, al describir el primer enfrentamiento con los mayas en Centla, el conquistador Bernardino Vázquez de Tapia (29) escribió que “se vio un gran milagro, que, estando en gran peligro en la batalla, se vio andar peleando uno de un caballo blanco, a cuya causa se desbarataron los indios, el cual caballo no había entre los que traíamos”. Francisco López de Gómara no dudó en identificar al jinete milagroso con Santiago Apóstol; hubo aparecido nuevamente para defender a los conquistadores cuando estaban sitiados después de la matanza de Tóxcatl, o durante la batalla de Otumba, poco después de la huida de la Noche Triste. 

Siguiendo el modelo de los cronistas españoles, el mestizo tlaxcalteca Diego Muñoz Camargo (208) atribuyó al Santo Matamoros la derrota de Quetzalcóatl y de sus devotos durante la controvertida “Matanza de Cholula”. Es más, cuando los aliados tlaxcaltecas se percataron de que las amenazas de los cholultecas —según las cuales Quetzalcóatl iba a lanzar rayos y a anegar a los conquistadores— no se concretaban, “cayeron en la cuenta de cómo era todo falsedad y mentira”. De ahí que “los tlaxcaltecas, nuestros amigos, viéndose en el mayor aprieto de la guerra y matanza, llamaban y apellidaban al Apóstol Santiago, diciendo a grandes voces ¡Santiago!” (ibid.: 212). 

Cabe agregar la intervención milagrosa de la Virgen María, cuando los españoles encabezados por Pedro de Alvarado estaban sitiados en Tenochtitlan: para explicar por qué “súbitamente [los indios] se apartaron y nos dejaron sin pelear más”, Vázquez de Tapia (41) comentó que “preguntando después a indios principales cómo nos habían dejado, teniéndonos en tanto aprieto y peligro, dijeron que vieron una mujer de Castilla, muy linda que resplandecía como el sol, y que les echaba puñados de tierra en los ojos y, como vieron cosa tan extraña, se apartaron y huyeron…”

Ahora bien, los cronistas españoles reportan también las intervenciones de dioses paganos en el conflicto, por ejemplo, Bernal Díaz del Castillo afirma que Huitzilopochtli y Tezcatlipoca recomendaban a Motecuhzoma II masacrar a los invasores. Si bien es probable que el tlatoani mexica consultará a sus deidades tutelares sobre la actitud a adoptar ante los recién llegados, uno se interroga sobre la omnisciencia del Viejo Conquistador, siempre enterado de las conversaciones privadas de Motecuhzoma…

En los relatos en lengua náhuatl incluidos en el Libro XII del Códice Florentino bajo la dirección de fray Bernardino de Sahagún, encontramos la única descripción de una intervención directa de un dios mexica durante la Conquista. En efecto, unos enviados del tlatoani mexica “se tropezaron con un borracho en el camino, lo vieron como un hombre de Chalco. Vino a su encuentro frente a ellos, caminaba delante de los españoles. Les dijo: ‘¿Qué vienen a hacer ustedes aquí? ¿Qué más quiere hacer Motecuhzoma? ¿Todavía es presa de sus terribles espantos? Porque actuó muy mal, abandonó al hombre del pueblo, destruyó al señor; se abrieron las cabezas de la gente, se burlaron de la gente’.” Aterrados los enviados de Motecuhzoma prepararon un altar para aplacar la aparición divina, pero ésta los regañó nuevamente: “‘En vano vinieron aquí, ya no habrá México nunca más. ¡Váyanse! ¡Vean México!’. Se regresaron y vieron que ya ardían todos los templos, las casas de los barrios, los colegios religiosos y todas las casas de México. Y era como si ya se hubiera combatido.” Ante la terrible visión de su capital en llamas, los enviados mexicas exclamaron: “Esto, no éramos nosotros quienes tenían necesidad de verlo; era él más bien quien tenía la necesidad de verlo, Motecuhzoma, de ver lo que hemos visto. ¡Pues no era simplemente cualquiera, era El, El Joven Hombre, Tezcatlipoca!”.

Dios del destino y protector del soberano, Tezcatlipoca aparece aquí como el que anuncia la derrota del imperio mexica y la destrucción de su capital, consecuencias de la soberbia y de las transgresiones del tlatoani mexica. Ebrio como Quetzalcóatl al final de su reino en Tollan, Tezcatlipoca huye ante los españoles cuya llegada fue equiparada con el regreso de Quetzalcóatl. La lógica de los ciclos cósmicos y la alternancia de los Soles explican el sentido de este episodio trágico: después de la caída del Sol de Quetzalcóatl en Tollan seguido por el dominio de Tezcatlipoca —asimilado a Huitzilopochtli— como Sol de los mexicas, llegó el momento de la caída del Quinto Sol y del regreso del dominio de Quetzalcóatl, ahora encabezando a los conquistadores.

¿Acaso estamos ante un modelo historiográfico en el cual los dioses de los vencedores actúan con éxito en su favor, mientras los vencidos asisten atónitos a las predicciones funestas de su deidad principal? No del todo y vamos a ver cómo otro episodio de la Conquista arroja una luz muy distinta sobre la actitud de los mexicas hacia sus dioses.

 En efecto, según los colaboradores nahuas de Sahagún, como último intento de rechazar a los invasores, Cuauhtémoc decidió vestir a un valiente guerrero —llamado Tlapaltécatl Opochtzin— con los atavíos de Huitzilopochtli y proporcionarle el arco y las flechas de la deidad guerrera que estaban resguardadas en un bulto sagrado. “Hombre-dios”, representante (ixiptla) de Huitzilopochtli, Tlapaltécatl Opochtzin con sus armas —comparadas con la xiuhcóatl, la serpiente de fuego— estaba encargado de reactualizar la victoria de “Colibrí Izquierdo” sobre los Centzon Huitznahua en el Coatepec. Ahora bien, pese a que Tlapaltécatl Opochtzin hizo algunos estragos entre los enemigos, su intervención no provocó el pánico entre las huestes de Cortés, como lo esperaban los mexicas.

Aún cuando haya fracasado, este último intento por parte de los mexicas de convocar a su deidad tutelar para forzar el desenlace de la batalla, nos habla de una actitud voluntariosa para con sus dioses, muy alejado del supuesto fatalismo que hubiera caracterizado a los pueblos mesoamericanos. 

 

 

Para saber más

  • GRAULICH, Michel, Moctezuma. Apogeo y caída del imperio azteca, Tessa Brissac (trad.), México, Era, Instituto Nacional de Antropología e Historia, Secretaría de Educación Pública, 2014.
  • MARTÍNEZ, José Luis, Hernán Cortés, México, Fondo de Cultura Económica, Universidad Nacional Autónoma de México, 1990.
  • NAVARRETE, Federico, ¿Quién conquistó México?, México, Debate, 2019.
  • OLIVIER, Guilhem, Tezcatlipoca. Burlas y metamorfosis de un dios azteca, Tatiana Sule (trad.), México, Fondo de Cultura Económica, 2004.
  • — “Pedro de Alvarado, Eva y la serpiente. ¿Cuáles fueron las causas de la ‘Matanza de Tóxcatl’?”, Arqueología Mexicana, vol. 169, agosto de 2020, pp. 26-35.
  • THOMAS, Hugh, La conquista de México, Víctor Alba y C. Boun (trads.), México, Planeta, 1994.

 

 

Para citar: Guilhem Olivier, ¿La guerra de los dioses? Deidades mexicas, santos y vírgenes durante la Conquista, México, Noticonquista, http://www.noticonquista.unam.mx/amoxtli/2685/2682. Visto el 06/05/2024