La conquista: la gestación de una literatura y de una identidad

Cuando pensamos en la llegada de los españoles a territorios americanos, pensamos en el componente de violencia de la guerra. Sin embargo, esto viene acompañado de otros acontecimientos que resonaron en las vidas de conquistadores y conquistados. Así, en medio de los movimientos políticos, sociales y económicos, también las manifestaciones literarias formaron parte de la tensión que implica el encuentro entre civilizaciones. En la conquista de México esto resulta más complejo porque los españoles tenían una herencia cultural muy consolidada, pero las civilizaciones indígenas no eran menos deslumbrantes en sus manifestaciones artísticas y científicas. Estas líneas reflexionan sobre el contacto entre literaturas distintas que da pie a nuestra idea de literatura novohispana. 

Pero, ¿qué sabemos de la literatura del México prehispánico? Primero, hay que contemplar que nuestra idea de literatura ligada al libro físico es bastante moderna. Para nuestros antepasados, también el canto y los relatos que se trasmitían oralmente eran literatura; sin embargo, no necesitaban registrar estas expresiones porque formaban parte de sus costumbres. Por eso, al tratar de la literatura prehispánica hay que considerar que tener pocos testimonios no significa que no existieran; más bien, nos habla de otras maneras de experimentar la literatura.

Aún así, hay elementos para hacer un panorama de las letras indígenas. Al carácter oral de esta literatura hay que añadir una sensibilidad singular y una recurrencia a la naturaleza como materia de creación.  En el ámbito de la poesía, son notables los poetas en lengua náhuatl, con cantos estaban dedicados a la guerra, a los dioses y a la angustia.[1] Una figura importante fue Nezahualcóyotl, rey poeta de Texcoco, cuyas creaciones reflejan inquietudes universales.

Otros textos prehispánicos relevantes son el Popol Vuh y el Chilam Balam, de la cultura maya. El Popol Vuh es una mezcla de mitología e historia que trata del lugar del hombre en el universo. Sus cualidades literarias son tan notables que ha sido comparado con el Ramayana y con la Odisea. El Chilam Balam, por su parte, es el grupo de relatos históricos de los mayas de poblaciones yucatecas como Chumayel, Maní, Tizimín o Yaxkukul. Las versiones conocidas están escritas en maya con caracteres latinos y fueron transmitidas pocos años después de la conquista. El valor de estos libros está en proyectar una perspectiva que incorporaba elementos de la visión del mundo de los europeos.

Aunque hemos referido ejemplos de la literatura de dos civilizaciones notables, en la época de la conquista convivían en este territorio muchas más. Ese es el panorama que enfrentaron los conquistadores: una realidad absolutamente distinta a todo lo que conocían. No solo les parecía sorprendente la naturaleza y las personas; también sus lenguas y su cultura. Respecto a la cultura literaria hay que señalar que los conquistadores trajeron consigo sus libros favoritos, sus prácticas de lectura y sus ganas de escribir.

Los militares y religiosos que se embarcaron en la empresa de conquistar el Nuevo Mundo ya no se parecían a la imagen idealizada del heroico soldado imperial. Más bien, tenían motivaciones monetarias para estar en estas tierras y muchos de ellos tenían poca formación académica. En la dinámica de la guerra, no todo es batalla constante y por eso los recién llegados tenían tiempo libre que llenaban leyendo y contando historias. Aunque no todos sabían leer y escribir, había quienes leían en voz alta las obras más gustadas, sobre todo, relatos de ficción. Está documentado, según Irving Leonard, que los españoles trajeron a América numerosos títulos como Amadís de Gaula, el best-seller de las caballerías, además de la Celestina y de algunas colecciones de poesía culta y popular[2].

Si los conquistadores leían, muy pronto se hizo necesario registrar por escrito lo que veían y lo que vivían. La función de escribir la vida en el Nuevo Mundo estuvo en manos de los misioneros, pero también los protagonistas de la conquista construyeron la memoria de estos hechos. Así, la crónica fue el género fundamental de la vida literaria de la naciente colonia. Algunos textos cronísticos célebres son las Cartas de relación, de Hernán Cortés, la Historia verdadera de la conquista de la Nueva España, de Bernal Díaz del Castillo y la Brevísima relación de la destrucción de las Indias de fray Bartolomé de las Casas.

La literatura hispánica se implantó en suelo mexicano con tensiones y ajustes. Hacia finales del XVI, las prácticas literarias estaban determinadas por los criollos, quienes leían y escribían según las tendencias de la península. Los poetas incorporaban la influencia renacentista y barroca en sus textos; además de que la cultura oral de juegos ingeniosos de tertulias y púlpitos tuvo un buen recibimiento en estas tierras. Si bien hubo un dominio indiscutible de lo hispánico en las letras, para los creadores novohispanos, la presencia indígena resultó siempre inquietante, como el “lenguaje de fantasmas, hecho no de palabras sino de murmullos y silencios” al que alude Octavio Paz[3].  Por eso, en los textos literarios de la colonia, se percibe una huella sutil y persistente de ese mundo.[4]

El personaje más importante de la literatura novohispana es Sor Juana Inés de la Cruz. Sus obras, especialmente su poesía, tienen una capacidad expresiva única y una voz con la que defendió su identidad y su creación, y se hizo un lugar cardinal en la literatura en español de uno y otro lado del Atlántico. Sor Juana y otros literatos experimentaron el conflicto identitario entre lo español, lo colonial y lo indígena. La construcción de una idea de literatura novohispana fue así lenta y plagada de contradicciones y se nutrió de muchas tradiciones. De ahí que el conjunto de obras escritas en los tres siglos de colonia muestra que la literatura novohispana se estableció con pasos firmes en la imaginación de los lectores de la época y, también, sentó las bases sobre las que se construyó años después la literatura mexicana.

 

Para saber más:

  • Leonard,Irving A.,  Los libros del conquistador, trad. Marío Monteforte, Gonzalo Celorio y Martí Soler, México, FCE, 2006.
  • Garibay, Ángel María, Historia de la literatura náhuatl, México, Porrúa, 1992.
  • Martínez, José Luis, Nezahualcóyotl. Vida y Obra, México, FCE, 1986.
  • Martínez, Miguel, Front Lines: soldiers writing in the Early Modern Hispanic World, Philadelphia: University of Pennsylvania Press, 2016.
  • Paz, Octavio, Las trampas de la fe, México, FCE, 2004.

 

[1] Ángel María Garibay, Historia de la literatura náhuatl, México: Porrúa, 1992, p. 171.

[2] Irving A. Leonard, Los libros del conquistador, trad. Marío Monteforte, Gonzalo Celorio y Martí Soler, México, FCE, 2006 (epub).

[3] Sor Juana Inés de la Cruz o Las trampas de la fe, México, FCE, 2004, p. 71.

[4] Esto se observa en algunos sonetos de Francisco de Terrazas y también en Siglo de Oro en las Selvas de Erífile, de Bernardo de Balbuena. 

Para citar: Paola Encarnación Sandoval, La conquista: la gestación de una literatura y de una identidad, México, Noticonquista, http://www.noticonquista.unam.mx/amoxtli/2572/2563. Visto el 23/04/2024