Cacería, sacrificio y relevo en el arte rupestre de los otomíes del Valle del Mezquital

La región del Valle del Mezquital alberga un cuantioso número de sitios con presencia de pintura rupestre, ubicados en barrancas, peñas, cuevas, y afluentes de agua. El uso del color blanco contrasta con los colores marrones o grisáceos de las superficies rocosas en las que se encuentran los conjuntos. Si bien, el color blanco es un rasgo distintivo de esta tradición pictórica que se extendió por toda la región, es posible encontrar en menor cantidad sitios con pintura en rojo y negro. La iconografía registrada incluye motivos de tradición prehispánica, asociados al periodo Posclásico (9000-1521 d. C.) y al periodo novohispano.  La presencia de ferrocarriles o carreteras en algunos sitios deja de manifiesto que esta práctica continúa hasta fines del siglo XIX. [1]

Las imágenes rupestres que alberga cada uno de estos sitios expresan, a través de imágenes, el surgimiento de un nuevo pensamiento religioso en el que convergen dos tradiciones (la prehispánica y la colonial) en continua transformación, que atestiguan el surgimiento de un nuevo pensamiento religioso rodeado de alusiones constantes al sacrificio, a la fertilidad y los mantenimientos.

Las escenas pintadas en las barrancas contrastan con el paisaje que las rodea. Los lugares seleccionados, el uso de la roca, la técnica y presencia de repintes o motivos añadidos en diferentes momentos nos señalan un uso continuo de estos sitios como un lugar de culto y en el mismo acto de pintar, una apropiación del territorio.

Sitios como El Boyé, El Cajón o Nimacú nos remiten a festividades particulares o acontecimientos específicos, como el caso de los rituales dedicados a deidades relacionadas con la fertilidad, estrechamente ligadas al numen del agua, la Bok´yä o “Serpiente de lluvia”. Este ofidio es el encargado de transportar en ollas el agua que fecunda la tierra, normalmente su cuerpo se representa con una banda horizontal, con una retícula romboidal o triángulos en su interior, del que penden colgajos u ollas vacías o cargadas con agua o lluvia, por lo que es común encontrarla en prácticamente en todos los sitios de la región.

La ubicación estratégica de los conjuntos y escenas al interior de la barranca transforma el paisaje en un santuario natural, en el que a menudo nos sugieren la presencia de seres animados, como los ancestros o uemas, guardianes o guerreros, los cuales cobran vida o se enfatizan con la ayuda de trazos que les dan forma aprovechando el soporte rocoso.

Por ejemplo, en el sitio El Boyé encontramos en lo alto de la cañada un tablero de grandes dimensiones en el que se pintó a un par de guerreros que sostienen un bastón con una mano y con la otra sostienen un escudo o chimali de grandes dimensiones. Un motivo similar a este, se encuentra registrado en la barranca de Nimacú, aunque en este caso el tamaño es menor. En el sitio El Cajón hallamos la representación de un uema pintado en lo más alto de la barranca, los artífices aprovecharon la forma irregular y el color de la roca, que en contraste con el color blanco de la pintura completa el personaje, el cual se puede advertir desde lejos. Su presencia puede interpretarse como un acto de delimitar, proteger o custodiar el territorio en el que se encuentran.

En esta tradición, el sacrificio se expresó de distintas maneras: el sacrificio en lo alto de un templo, el sacrificio del venado, el sacrificio de las garzas y del mismo Cristo. La presencia recurrente de basamentos piramidales a veces vistos de  perfil o de frente, en otras solo se representa las escalinatas, algunos coronados con templos dobles (característicos del Posclásico tardío). En ocasiones, en el interior de los templos se muestran escenas de sacrificio en donde se observa a la víctima recostada sobre la piedra sacrificial sostenida por los sacerdotes (Fig. 1). En otra de sus representaciones, es posible identificar a uno o varios animales con cornamenta y cuerpo moteado acechados por personajes con arco y flecha. Para los Hñähñü, esta escena representa el sacrificio del venado o Makunda, antepasado y  hermano mayor que fue sacrificado en lugar de Cristo (Ndä Kristo) (Fig. 2).

 

Otra escena que evoca el sacrificio la encontramos en el sitio El Boyé. En este lugar, el artífice aprovecho la forma natural de la barranca, rodeada de un estanque semicircular del que pareciera emerger una fila de seis garzas vistas de perfil. La forma del cuerpo, el color y tamaño sugieren que el artista buscaba plasmar a las aves en su forma real, cada una con características diferentes en tamaño, en la posición del cuello, el movimiento de las alas. Tal pareciera que el artífice quiso capturar el momento justo en que las aves se prepararan para volar al advertir la presencia de un canido y un personaje con arco y flecha (Fig.3).

En El Boyé la escena del sacrificio encuentra un caso excepcional,  en donde las garzas son flechadas en una suerte de relevo del venado en su sacrificio. En este conjunto, la libertad en la ejecución pudiera corresponder a una etapa más tardía, situándola en la época colonial. La cual contrasta con los medios expresivos de los que el pintor echa mano para crear una escena llena de dramatismo y movimiento.

La pintura rupestre del Valle del Mezquital encontró en las barrancas que emergen de los cerros Coatepec y Hualtepec un espacio propio, en el que sus habitantes fueron construyendo su historia a través de las imágenes que se conservan. Uno de los temas recurrentes es el sacrificio y las diversas formas de representarlo, ya sea por medio de templos prehispánicos en los que se alude al sacrificio humano o ritual. En el sitio Nimacú, la imagen más representativa es el venado flechado. En El Boyé, las garzas flechadas toman el lugar del venado. Ambos casos son particularmente representativos por los logros alcanzados por los artífices de la tradición blanca y la inserción de la población indígena al mundo colonial a partir de su propia iconografía, perpetuada en el calendario cristiano y la postura que este grupo mantuvo frente a los cambios político-religiosos.

Las representaciones de iglesias, capillas, cruces, jinetes y caciques indígenas vestidos a la usanza española en algunos sitios con presencia de arte rupestre, sugieren la posibilidad de que estos santuarios fueran visitados a la par que se construían y pintaban los grandes conventos de la región. Estas acciones son muestra de la habilidad que tuvieron los otomíes del Mezquital para negociar con los frailes y con las autoridades españolas, pues algunas de las pinturas se encuentran cerca de los antiguos asentamientos coloniales o a la vera del camino real.

A este respecto, algunos autores apuntan a que el calendario ceremonial del pueblo otomí se divide en dos partes, la primera, asociada con la religión del pueblo y el trabajo parroquial y la segunda, tiene que ver con el trabajo que se realiza en los cerros y santuarios naturales a los que se peregrina de manera regular para llevar a cabo ceremonias asociadas con la petición de agua, el buen temporal, la salud y los mantenimientos del pueblo y del mundo.

 

[1] Es pertinente mencionar que este trabajo es de mi autoría y cuenta con información registrada en campo, al interior de los Proyectos papiit in-4012093 La Mazorca y el Niño Dios. El arte otomí: continuidad histórica y riqueza viva del Mezquital y papiit in - 402113 Arte y comunidades otomíes: metamorfosis de la memoria identitaria, Instituto de Investigaciones Estéticas de la unam, a cargo de la Dra. Marie-Areti Hers.  

 

Para leer más

  • Carlos Arturo Hernández Dávila, “Multinaturalismo y corporalidad en la Sierra de Las Cruces y Montealto, Estado de México”. Cuicuilco Revista De Ciencias Antropológicas, 25(72), 2019, 171-196.
  • Félix Lerma Ledesma; Nicté-Loí Hernández Ortega y Daniela Peña Salinas, “Un Acercamiento a la estética del arte rupestre del Valle del Mezquital, México”. Boletín del Museo Chileno de Arte, vol. 19, No.1, 2014, 53-70.
  • Daniela Peña Salinas, Negrura de lluvia entre dioses: El arte rupestre de El Boyé, Tesis de Licenciatura en Historia, México, Facultad de Filosofía y Letras, UNAM, 2014.
  • Alfonso Vite Hernández, El mecate de los tiempos. Continuidad en una comunidad hñähñü del Valle del Mezquital, Tesis de Licenciatura en Historia, México, Facultad de Filosofía y Letras, UNAM, 2012.
Para citar: Daniela Peña Salinas, Cacería, sacrificio y relevo en el arte rupestre de los otomíes del Valle del Mezquital, México, Noticonquista, http://www.noticonquista.unam.mx/amoxtli/2409/2393. Visto el 05/05/2024