Los otomíes, protagonistas olvidados de la conquista

9 de noviembre de 1520 / Día 10-conejo, año 2-pedernal
Santiago y San Miguel Arcángel contra el COVID
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Esta semana, Noticonquista dirige su mirada a un conjunto de grupos indígenas mesoamericanos que suelen ser olvidados a la hora de hacer la historia: los otomíes y sus parientes. Estos pueblos habitaban en el siglo XVI y habitan hoy, amplias regiones del Altiplano Central de México, en convivencia con los nahuas y otros pueblos. También se extendían hasta las regiones más áridas del norte, donde convivían con los pueblos de recolectores y cazadores llamados chichimecas.

Es por eso que los otomíes eran importantes intermediarios culturales desde antes de la llegada de los españoles y lo siguieron siendo en el periodo colonial. Conocer su historia nos ayuda a comprender las maneras en que el diverso y plural mundo mesoamericano recibió y absorbió las influencias de los recién llegados africanos, europeos y asiáticos.

En los amoxtli de esta semana, se exploran diversos aspectos de las reacciones de los pueblos otomíes a la colonización española.

Carlos Arturo Hernández nos cuenta cómo los mazahuas y matlatzincas habitantes del Valle de Toluca adoptaron los nombres y las formas de vestir del prestigioso capitán Hernán Cortés y así retomaron algo de su prestigio en el mundo colonial. También nos enseña cómo se hicieron "hijos" del poderoso Santiago Matamoros, santo patrono de los conquistadores, y siguen manteniendo hasta la fecha una relación muy especial con ese poderosa figura católica.

Alfonso Vite nos refiere el surgimiento de un cristianismo otomí en el Valle del Mezquital, mostrando como los otomíes de esa región absorbieron e interpretaron las ideas católicas de acuerdo a sus propias concepciones. Muestra de ello son los espléndidos murales en el convento de Ixmiquilpan.

A su vez, Daniela Peña describe la riquísima pintura rupestre que se encuentra en cuevas, montañas y barrancos de esa región. Esta tradición artística se inició en tiempos muy remotos y se mantuvo al menos hasta el siglo XIX, pues llegó a representar ferrocarriles. En ella se muestran sacrificios a la usanza prehispánica, centrados en las figuras del venado y de la garza, y también se muestran sacrificios cristianos en que Cristo es asimilado al venado. Un testimonio singular de la continuidad de las formas de pensar y de vivir de los otomíes.