La invasión de Centroamérica

El liderazgo de la planificación y realización de las primeras invasiones de Centroamérica fue tan mesoamericano como europeo. Tan pronto como los españoles llegaron a la costa de Cuetlaxtlan (Veracruz), los mesoamericanos aprovecharon el desequilibrio provocado para buscar ventajas políticas. No es de sorprender, entonces, que la invasión del territorio maya, xinka, náhuatl, lenca y jicaque, en lo que hoy es Chiapas y Guatemala occidental, El Salvador, y el centro y oeste de Honduras a partir de 1524, fue una extensión de imperialismo mesoamericano que sería apropiado por los españoles a lo largo del siglo XVI.

Aún en 1519 desde Tenochtitlan, Hernando Cortés exploraba las tierras  al suroeste del centro de México por medio de delegados pochtecas, nobles, y guerreros aliados. Según el historiador del siglo XVII, Fernando de Alva Ixtlilxóchitl, después de la caída de la ciudad mexica su tatarabuelo el tlatoani acolhua Ixtlilxóchitl II y el tlatoani tenochca Cuauhtémoc informaron a Cortés de una supuesta rebelión contra “los cristianos” en territorios mayas del altiplano.

Por supuesto, los intereses reales eran más bien económicos: oro, plata, y esclavos para los españoles, y cacao, plumas, y rutas de comercio para los mesoamericanos. Hay que suponer que los tlaxcaltecas, cholultecas, y otros influyeron en la decisión española de aliarse con los zapotecas de Tehuantepec para atacar a los mixtecas de Tututepeque en 1522, y montar una entrada costera hacia territorio maya k’iche’ a partir de noviembre 1523.

La participación en las invasiones de Centroamérica de los hermanos y primos Alvarado -Pedro, Jorge, Diego, Gonzalo, y Gómez- es bien conocida. Pedro de Alvarado, también autor de la notoria matanza de Toxcatl que presagió la Noche Triste en 1520, guio la primera entrada por parte de los españoles. Los esfuerzos mesoamericanos eran liderados por hijos de la nobleza de los tlaxcaltecas, los cholultecas, y los zapotecas de Tehuantepec, con cientos de guerreros cada uno y la participación de cientos, si no miles, de tenochcas, otomíes, xochimilcas, huejotzincas, mixtecos, y otros grupos del centro de México y de Oaxaca.

Los mayas kaqchikeles también se aliaron con los invasores contra los k’iche’s, sus enemigos desde la década de los 1470. Según las cartas y probanzas de los conquistadores, tanto mesoamericanos como españoles, se deduce que aproximadamente 400 españoles, 3,000 a 4,000 personas del centro de México y oaxaqueños, y cerca de 400 kaqchikeles participaron en la guerra que derrotó a los k’iche’s de Xelajuj (Quetzaltenango) y Q’umarkaj (Utatlán) en marzo de 1524.

Esta primera invasión sería seguida por muchas otras hasta la década de los 1540. En cada entrada participaron más mesoamericanos que europeos. Los tlaxcaltecas jugaron un papel particularmente importante en las invasiones de El Salvador y Honduras. También había “yndios conquistadores” (como se les llamaron en sus cartas a la corona española) de Cholula, Texcoco, Tlatelolco, Tlamanalco, Huitzilopochco, y Coyoacan, entre muchos otros altepetl del centro de México. Los centroamericanos también se incorporaron en las filas de los invasores, pero sin el reconocimiento que los gozaron los guerreros provenientes del centro de México de ser los aliados originales.

El Lienzo de Quauhquechollan nos indica que muchos pueblos además de los tlaxcaltecas participaron en las guerras de Centroamérica. Narra la invasión masiva de territorio kaqchikel por alrededor de 6,000 personas del centro de México, aliados con Jorge de Alvarado en 1527, pero solo desde la perspectiva quauhquecholteca. Cabe notar que Quauhquechollan, hoy Huaquechula, cerca de Puebla, era la encomienda de Jorge de Alvarado. Sin embargo, el Lienzo de Quauhquechollan representa la participación de los quauhquecholtecas como un acuerdo voluntario con Hernando Cortés: una alianza entre iguales.

Voluntariamente o no, los guerreros del centro de México establecieron colonias en las afueras de cada una de las precarias ciudades españolas que se fundaron. Protegían estas fundaciones europeas y ayudaban en la evangelización cristiana y reducción forzada de las poblaciones autóctonas. También los nahuas invasores ocuparon asentamientos centroamericanos como calpixques y gobernadores en Huehuetlán (Chiapas), Totonicapán y Chiantla (Guatemala), y Camasca (Honduras), entre otros.

Más allá de las alianzas y amistades forjadas a través de la guerra, los españoles consideraban a los nahuas como indígenas más “aplicados y llegados a la razón,” “como los españoles,” en las palabras de dos conquistadores españoles de la época, Alonso Ponce y Pedro González Nájera. Sentimiento que se hizo eco a finales del siglo XVIII, cuando el arzobispo Pedro Cortés y Larráz aseguró que los “mexicanos” de la colonia de Ciudad Vieja, Guatemala eran menos “bárbaros” que sus vecinos mayas.

Finalmente, es preciso reconocer el papel importante de las mujeres del centro de México y oaxaqueñas en las invasiones y la colonización de Centroamérica. Igual que en los tiempos de la Triple Alianza, mujeres con sus hijos e hijas acompañaron a las tropas en camino, y se reunían con sus parejas como colonas en las tierras conquistadas. Algunas formaron familias con españoles, encarnando literalmente las alianzas militares entre mesoamericanos y europeos. El ejemplo canónico son las hermanas Luisa (Tequilhuatzin) y Lucía, hijas de Xicotencatl de Tlaxcala, que fueron regaladas primero a Cortés y luego a Pedro y a Jorge de Alvarado, respectivamente.

Como suele ser, sabemos muy poco de sus vidas. Es posible que su presencia reforzara la lealtad de las tropas tlaxcaltecas; es posible que experimentaran momentos de felicidad en sus familias mestizas. Sus hijos y sobre todo sus hijas formarían parte de la sociedad criolla centroamericana. No obstante, a pesar de su importancia política Luisa y Lucía nunca fueron legitimadas como esposas de los Alvarado, quienes sólo contrataron matrimonio católico con mujeres españolas.

Hay que preguntarse, ¿cómo era la vida de Luisa, habiéndose escapado de Tenochtitlan durante la Noche Triste, para acompañarle a Pedro de Alvarado en camino de guerra hacía Tututepeque a punto de dar luz a su primer hijo en 1522, parir a otra hija en medio de la batalla de Q’umarkaj en 1524, quedarse en Guatemala mientras Alvarado se fue a España para buscar una esposa española en 1526, y salir de su casa con sus niños para acompañarle de nuevo en la desastrosa expedición a Perú en 1534? De este último, nunca se recuperó. Luisa murió, todavía joven, poco tiempo después de haberse regresado a Guatemala.

 

Para saber más:

  • -- Florine Asselbergs, Los conquistadores conquistados: el Lienzo de Quauhquechollan. Una visión nahua de la conquista de Guatemala. (Antigua Guatemala: Centro de Investigaciones Regionales de Mesoamérica / South Woodstock, Vermont: Plumsock Mesoamerican Studies / México: Secretaría de Cultura del Gobierno del Estado de Puebla, 2010).
  • -- Pedro Antonio Escalante Arce, Los tlaxcaltecas en Centro América (San Salvador: Dirección de Publicaciones e Impresos, Consejo Nacional para la Cultura y el Arte, 2001).
  • -- Laura Matthew, Memorias de conquista: De indios conquistadores a mexicanos en la Guatemala colonial. (CIRMA/CEUR-Guatemala/ICSH-Puebla/AGHT-Tlaxcala, 2017).
Para citar: Laura Matthew, La invasión de Centroamérica, México, Noticonquista, http://www.noticonquista.unam.mx/amoxtli/2355/2348. Visto el 29/03/2024