Bernal Díaz del Castillo, conquistador tlaxcalteca

En este amoxtli demostraré que la  Historia verdadera de la conquista de la Nueva España de Bernal Díaz del Castillo, una de las más reconocidas crónicas de la guerra de 1519 a 1521 y normalmente considerada un parangón de la visión española de estos eventos, tiene fuertes influencias tlaxcaltecas y recoge elementos claves de la memoria histórica de la conquista construida por las élites de esa ciudad indígena desde la década de 1540. Esta propuesta nos permite comprender cómo Tlaxcala y otros pueblos indígenas construyeron a lo largo del siglo XVI, junto con los españoles, una cultura de conquistadores que unía a los diversos vencedores de la guerra contra los mexicas.

Sabido es que Díaz del Castillo redactó su obra ya viejo, medio siglo después de los eventos. Su largo y ameno relato fue escrito a partir de la lectura de la Historia de la conquista de Francisco López de Gómara quien a su vez siguió las Cartas de relación de Hernán Cortés. También recurrió a sus propias memorias personales de los eventos, como a los recuerdos de sus compañeros conquistadores, un puñado de ancianos de diversas fortunas que vivían en la ciudad de Santiago de Guatemala con él. Leyendo a las vívidas reconstrucciones de Bernal nos los podemos imaginar discutiendo con sus amigos las descripciones de Gómara y de Cortés, repitiendo, cuestionando y modificando su memoria colectiva de la conquista. Esta memoria era fundamental para la identidad personal de cada uno de ellos, como conquistadores, y también para su posición social, como encomenderos o merecedores de otros privilegios. Se fue formando a lo largo de las décadas, con la redacción de cartas de probanza de méritos y servicios para obtener recompensas y mercedes de la Corona; también en incontables conversaciones y rememoraciones, conmemoraciones y rituales, privados y públicos.

También sabemos que en Santiago de Guatemala vivía un número aún mayor de conquistadores tlaxcaltecas, encabezados por la noble consorte tlaxcalteca de Pedro de Alvarado, doña Luisa y sus descendientes. Así describe la Historia Verdadera a este linaje:

 

Antes que más pase adelante, quiero decir cómo de aquella cacica hija de Xicotenga, que se llamó doña Luisa, que se la dio a Pedro de Alvarado, que así como se la dieron, toda la mayor parte de Tlascala la acataba y le daban presentes y la tenían por su señora, y della hubo el Pedro de Alvarado, siendo soltero, un hijo que se dijo don Pedro, e una hija que se dice doña Leonor, mujer que ahora es de don Francisco de la Cueva, buen caballero, primo del duque de Alburquerque, e ha habido en ella cuatro o cinco hijos muy buenos caballeros, y aquesta señora doña Leonor es tan excelente señora, en fin como hija de tal padre, que fue comendador de Santiago, adelantado y gobernador de Guatemala, y por la parte de Xicotenga gran señor de Tlascala, que era como rey.

 

En la visión de Díaz del Castillo la nobleza tlaxcalteca tenía el mismo valor que la española y sus relaciones con ella servían a los conquistadores españoles, como su admirado Pedro de Alvarado, para equipararse con la aristocracia española. Estos conquistadores indígenas eran tan ricos y tan privilegiados en algunos casos como los propios españoles. Además, en la remota y aislada Guatemala, los dos grupos tenían en común sus diferencias con los mayas locales, basadas en sus posiciones de privilegio social resultado de sus victorias medio siglo atrás. Los tlaxcaltecas, y otros indígenas conquistadores de Huejotzingo, Huaquechula y otros altépetl del centro de México, también habían construido sus memorias colectivas, enviado cartas y probanzas al rey para obtener mercedes y privilegios. Además habían pintado mapas y lienzos, escrito historias y celebrado rituales para conmemorar sus hazañas entre 1519 y 1521, y más allá, en el sometimieno de Guatemala. De hecho, en la segunda mitad del siglo XVI la memoria histórica de los tlaxcaltecas y otros indígenas conquistadores estaba mucho más cristalizada y difundida por toda la Nueva España, por medio de imágenes, códices, lienzos, danzas, ceremonias e historias, que la incipiente memoria española, que apenas se cristalizaría a fines del siglo, precisamente en buena medida gracias a la obra de Bernal y de contemporáneos suyos como Francisco Cervantes de Salazar.

La influencia de los indígenas conquistadores en Bernal se percibe con toda claridad en sus descripciones de la guerra y alianza de los expedicionarios españoles con ese altépetl en septiembre de 1519. En ellas llama la atención el respeto que muestra hacia los tlaxcaltecas. Su dramático relato logra balancear la exaltación de las hazañas españolas, y la sincera descripción de las bajas, muertes y heridas sufridas por todos los expedicionarios, con el reconocimiento de la valentía y la honorabilidad de sus enemigos tlaxcaltecas. Desde los primeros enfrentamientos, el historiador español distingue entre las tropas de cada uno de los diferentes señoríos tlaxcaltecas, e identifica al capitán Xicoténcatl el joven y a las comunidades otomíes como los casi únicos impulsores de los ataques contra los españoles, exculpando al resto de los señoríos y familias nobles de Tlaxcala. Más adelante, reproduce un diálogo que él mismo admite es inventado pero basado en informaciones fieles, entre Xicoténcatl el viejo y Maxixcatzin, los gobernantes de las dos parcialidades más poderosas de Tlaxcala en que deciden hacer las paces con los invasores. Estas informaciones no están presentes en ninguna otra historia escrita por autores españoles y sólo pudo provenir de fuentes tlaxcaltecas.

Otro indicio interesante es el hecho que Bernal minimice el número de muertos tlaxcaltecas en los eventos, mientras que parece enfatizar las bajas y quebrantos de los español. Tanto las Cartas de relación como la Historia de la conquista presumen que los españoles realizaron más de tres incursiones nocturnas en contra de sendas ciudades tlaxcaltecas vecinas, provocando numerosas muertes en la población civil y tomando múltiples prisioneros. De hecho, el segundo y más tardío texto aumenta el número de supuestas víctimas de los ataques españoles, seguramente para dar mayor relieve al “heroísmo” de los conquistadores. En contraste, la Historia verdadera no menciona más que una incursión, por entero incruenta, en que Cortés termina parlamentando pacíficamente con las autoridades tlaxcaltecas locales y las convence que le prometan obediencia. Así como la memoria histórica de los tlaxcaltecas suprimió los incómodos recuerdos de los ataques dirigidos por ellos contra los recién llegados, Díaz del Castillo parece querer reducir en la memoria española los ataques a traición contra las poblaciones civiles de sus principales aliados.

Más allá de estos ejemplos, tal vez la muestra más significativa de la influencia tlaxcalteca en la obra de Bernal se encuentre en la relevancia que atribuye a la figura de Malinche y/o doña Marina. Para muestra, un botón: en el primer diálogo de paz entre Xicoténcatl el viejo y Cortés, el gobernante nativo lo llama y se dirige a él con el nombre de Malinche. Bernal explica en este pasaje clave que tal era el nombre con que los indígenas dieron al capitán español, porque siempre estaba junto a Marina y hablaba por medio de ella. A partir de esta escena a todo lo largo de la Historia verdadera, en casi 70 ocasiones, Bernal utilizará de manera sistemática el nombre de Malinche para referirse a Cortés en boca de todos los gobernantes indígenas. En contraste con esta relevancia, el papel de la traductora nativa es minimizado en todas las otras historias españolas. En cambio, si vemos las imágenes del Lienzo de Tlaxcala y otras historias visuales tlaxcaltecas e indígenas la intérprete indígena aparece siempre al lado y enfrente de Cortés, en una escala mayor incluso, en control de los intercambios. La mejor explicación es que Bernal retomó de la memoria histórica tlaxcalteca la glorificación de Marina y la identificación de Cortés con esta mujer nativa. Su notoria devoción por esta mujer pudo bien haber sido aprendida de sus compañeros conquistadores indígenas que la consideraban, ya para la segunda mitad del siglo XVI, una especie de diosa.

Para citar: Federico Navarrete , Bernal Díaz del Castillo, conquistador tlaxcalteca, México, Noticonquista, http://www.noticonquista.unam.mx/amoxtli/2354/2348. Visto el 16/04/2024