La conquista de Veracruz (1515-1524)

La narrativa de la conquista española de México, establecida por Hernán Cortés y sus comentaristas como Francisco López de Gómara, Bernal Díaz del Castillo y Francisco Cervantes de Salazar, implícitamente, ha sido la historia de los hechos del propio Cortés, estacionada en modo autobiográfico e institucional. Obras conmemorativas como Veracruz 1519, los hombres de Hernán Cortés; El Veracruz de Hernán Cortés y Cuando Moctezuma conoció a Cortés, nos ofrecen ilustrados ejemplos en esa tesitura.

La acción de conquistar, entendida como el dominio de un territorio con su población y recursos disponibles, exige otra narrativa de múltiples voces y aproximaciones para superar el sesgo biográfico, como es el caso del actual estado de Veracruz. El énfasis en el dominio territorial significa también diversificar los relatos; escuchar a tantas voces como correspondan a tantos territorios. Así, la conquista de Veracruz se verá como un conjunto interrelacionado de ocupaciones en diversas comarcas.

Declarando de esa manera los atributos del término conquista, se requiere hacer un corte en la geografía histórica. Para el estado de Veracruz, el territorio tiene su propia lógica: segmentado por cinco regiones hidrológicas, en la que los ríos y sus afluentes labraron varias cadenas montañosas e infinidad de valles y extensas llanuras de las tierras bajas y tierras altas hasta la alta montaña. Los grupos humanos se dispersaron en la geografía cargando su cultura, pero los principales núcleos civilizatorios solían acotarse entre las cuencas de los ríos más anchos y fecundos, que restringían los desplazamientos, pero al mismo tiempo facilitaban la comunicación cuando eran navegables.

La complejidad del desarrollo de las sociedades que habitaron las regiones veracruzanas y nuestra limitada habilidad para distinguirlas ahora apenas permiten hacer un inventario de regiones multiétnicas y plurilingües independientes, como Pánuco y Coatzacoalcos, provincias tributarias de la Excan Tlahtocayotl, también llamado imperio mexica; Cuauhtochco, Cuetlaxtlan, Tzicohuac, entre otras, sierras cuya relación con el Altiplano es un enigma como Zongolica y Chiconquiaco y pequeños asentamientos con limitada extensión territorial como Cempoala Itzcalpan, Acultzinco, que no fueron conquistados por Tenochtitlán y sus aliados, pero sostenían tensas relaciones.

Junto con otra perspectiva espacial viene tejida una distinta noción del tiempo. Si la conquista de México concluye con la caída de Tenochtitlán en agosto de 1521, ante Hernán Cortés por supuesto, en Veracruz exige ampliarla hasta el año de 1524 para incluir el final de la guerra en Pánuco y Coatzacoalcos. En cambio, los primeros escarceos entre mesoamericanos y europeos, podrían remontarse al año 1511, pero no en Veracruz, sino en Cuba cuando los europeos ya están en la isla visitada regularmente por comerciantes de tierra firme, aunque el contacto europeo se volvería irreversible, para el centro de Veracruz, con la presencia de al menos un náufrago español en la sierra de Misantla hacia 1515.

El enfoque de sesgo biográfico en el tiempo y espacio, también está limitado por los testimonios tradicionalmente más citados. Se requiere, entonces, a fuentes alternativas hasta ahora poco apreciadas como las versiones de Diego Velázquez, el gobernador de Cuba; o de Cristóbal de Tapia, fallido sucesor de Cortés en la gobernación de la Nueva España; las relaciones de méritos de los conquistadores, las concesiones de escudos de armas, los registros del juicio de residencia cortesiano, tanto de los testigos de cargo como de descargo; hasta tardíos testimonios notariales como el de 1803, cuando la República de Naturales de Orizaba recordaba su apoyo a Hernán Cortés, y que los caciques de Orizaba eran originarios de la nobilísima ciudad de Tlaxcala, con los mismos derechos de indios conquistadores que sus pares tlaxcaltecas. En el campo de la arqueología la lista de tareas pendientes es abrumadora, pero cierto es también que lo escaso de sus aportaciones son poco conocidas actualmente, salvo quizás el publicitado hallazgo del “ancla de Cortés”, fondeada en el sesgo autobiográfico.

Revisitar la geografía histórica, lecturas, archivos, y reordenar el tiempo, también pide otra perspectiva, una que observe desde la mirada de los pueblos indígenas, en su condición pluriétnica y prácticas interculturales.  El volumen y calidad de la información permite hacer poco en ese sentido, pero el ejemplo de Cempoala, la mejor y casi única población documentada y excavada, presenta otras circunstancias mucho más complejas que la ofrecida por la historia institucionalizada de sesgo biográfico.

De Cempoala se ha dicho que la conquistaron los nahuas, que era su tributaria y que sus habitantes totonacos se aliaron a los españoles para librarse de su yugo. Todo eso es falso. Cempoala estaba constituido como un altépetl, compuesto por tres grupos étnicos de habla náhuatl, que además nunca fue conquistado, pero sí sostenía tensas relaciones con Tenochtitlan. Cada grupo étnico desarrolló distintas estrategias durante la conquista: los cempoaltecas, vinculados al Cempoala del estado de Hidalgo, se acercaron a los europeos para explicarles la profecía del hombre blanco y barbado que llegaría algún día para gobernar la tierra, inconformes con los tenochcas por haber destruido los documentos relacionados con la profecía; los olmecas xicalancas llevaron a los europeos hasta Cholula, por un camino a través de pueblos olmecas xicalancas, erróneamente llamada Ruta de Cortés, y después de la matanza en su templo principal, Cortés reestableció el gobierno de los olmeca xicalanca en Cholula. El tercer grupo étnico de Cempoala eran los nonoalca tlacochcalca, que parece haber asumido la alianza con los europeos desde Cholula, para llevarlos hacia su bastión en Chalco. En Tenochtitlán había un importante y antiguo barrio tlacochcalca también vinculado con Chalco; las relaciones entre Tenochtitlán y Cempoala sin duda eran mucho más complejas que la simplificada explicación de los totonacos enojados por el tributo y sacrificios humanos que supuestamente les exigía Moctezuma. La historia de Cempoala en la conquista es otra, y apenas vislumbramos sus líneas generales, al igual que la del resto de las regiones veracruzanas.

Aunque solo tenemos información de Cempoala, es posible considerar que la dinámica de las alianzas, sus motivaciones y consecuencias ocurrieron en contextos interétnicos muy complejos que abarcaban a las poblaciones y elites del Golfo de México, como a las del Altiplano central. La aproximación pluriétnica necesita estar acompañada de un reconocimiento de las interacciones entre grupos en sus marcos culturales, es decir de las dinámicas interculturales mesoamericanas. Como todo ejército de ocupación en Veracruz, los norteamericanos de 1847, los franceses del Segundo Imperio, los nahuas, o incluso las tropas españolas de la guerra de Independencia, la cultura local condicionó las interacciones de los invasores con sus enemigos y aliados.

Por ejemplo, en abril de 1519 la fundación de la Villa Rica de la Vera Cruz en las playas de Chalchicueycan pudo ser un mero trámite sobre papel, en la más ortodoxa tradición legalista castellana, pero la construcción de la Villa Rica de la Veracruz de Archidona, en las cercanías de Quiahuiztlán, con plaza, casa de cabildo e iglesia, como expresión arquitectónica y urbanística, fue precedida por la visita al santuario de la esposa del dios Sol en Quiahuiztlán, una guerra con los enemigos de sus aliados, captura de prisioneros, sacrificios humanos, bodas con mujeres cempoaltecas, una celebración religiosa en el espacio sagrado de Cempoala y la colocación de un altar católico con una virgen. Además, el propio Hernán Cortés llegó hasta Cholula y Tlalmanalco, lugares donde el cargo y el título de tecle dado a los gobernantes de un altépetl eran confirmados. Así, en la aproximación intercultural, la segunda Villa Rica fue un altépetl en el contexto cultural mesoamericano, con varias glosas para el público europeo como otra rebelión comunera, o un nuevo faro de la cristiandad, entre otras.

En narrativas separadas y alejadas del sesgo biográfico, las versiones alternativas necesitarán una escritura más empírica, estableciendo los aspectos más elementales de cada suceso, lugar, y tiempo, descubriendo ocultados personajes, hechos, esbozando significados transcendentales para el conjunto de conquistas regionales, y vinculaciones con los procesos históricos del Altiplano central, el Caribe y Europa. No puede ser de otro modo. Escasea la información fuera del ámbito cortesiano. Mucha es apenas de carácter indiciario, pero útil para proponer novedosas conjeturas que nos oriente para las investigaciones en territorios veracruzanos.

En Veracruz hay más razones para rebasar el culto académico en torno a Hernán Cortés. Las autoridades locales y sus habitantes preguntan qué ocurrió en sus municipios durante la conquista. Ahí surgen cuestionamientos de mucho trasfondo: si Cortés lo hizo todo, pero nunca visitó mi municipio, ¿entonces no hubo tal conquista? Hay otros más comunes: ¿cuándo y en dónde se realizó la primera misa católica? ¿La villa en Chalchicueycan fue falsa? ¿En la sierra de Zongolica peleamos contra los nahuas o contra los españoles? ¿Cortés le dio su territorio a Misantla? ¿Por qué hay códices veracruzanos donde aparece Cortés? ¿Cuándo celebramos la fundación de Medellín? ¿Los españoles conquistaron a los olmecas en Coatzacoalcos? ¿Por qué Cortés acabó con sus aliados de Cempoala? ¿La Malinche era veracruzana?, e incluso está en el trasfondo de conflictos territoriales actuales, como el de La Antigua y Veracruz Puerto. Nada tiene respuesta en las obras de sesgo biográfico.

Como alternativa, las historias de las regiones veracruzanas iniciarían con el reconocimiento de las poblaciones pluriétnicas, sus conflictos interculturales, y las relaciones con el Altiplano y la Excan Tlahtocayo, que condicionaron sus estrategias de alianzas durante la etapa violenta de la conquista.

Luego, los primeros contactos, previos a la expedición de Hernán Cortés, y los hechos de los castellanos en 1519, las exploraciones en la costa del Golfo y el norte de Oaxaca, dirigidas por Cortés desde Tenochtitlán, la paulatina llegada de más aventureros europeos a las costas del Golfo de México y su dispersión por territorio veracruzano, la batalla de Nautla, con su impacto en Tenochtitlán, la muerte de viajeros europeos, caribeños y africanos en tránsito en el camino de Veracruz – Tenochtitlán como consecuencia de la matanza del Templo Mayor, los movimientos de las guarniciones nahuas en la costa del Golfo, el control de las dos estratégicas rutas de Xalapa y de Orizaba para la comunicación con el puerto de Veracruz durante el sitio de Tenochtitlán, junto con el impacto de la epidemia de viruela llegada a Veracruz en mayo de 1520. Después de la caída de Tenochtitlán, las nuevas expediciones de exploración en el sur del Pico de Orizaba, en las regiones de Coatzacoalcos y la disputa entre españoles por la provincia de Pánuco, así como las distintas estrategias de resistencia y sumisión de cada pueblo y provincia en esta etapa.

Veracruz también fue el espacio ocurrieron los principales enfrentamientos entre distintas facciones españolas como la expedición de Pánfilo de Narváez y la batalla de Cempoala de 1520, las expediciones de Francisco de Garay en Pánuco en 1519, 1520 y 1523, además el intento fallido de Cristóbal de Tapia por despojar a Cortés de la gobernación de la Nueva España en 1521.

Más tarde, la conquista como el proceso de control del territorio, población y recursos por el grupo extranjero, distingue otro periodo posterior, de construcción de un nuevo orden, con la fundación de las villas de Medellín (1521), Santiesteban del Puerto en Pánuco (1522), y del Espíritu Santo en Coatzacoalcos (1522), y la repartición de pueblos, sus habitantes y tributos entre los soldados europeos que participaron en la lucha armada, procesos que dieron intensidad a los conflictos entre los intereses establecidos en el Caribe y en España, junto con el descenso demográfico y el despoblamiento de las llanuras costeras de Veracruz.

Al construir la historia de la conquista europea del actual estado de Veracruz, la principal dificultad continúa siendo alejarse del sesgo biográfico cortesiano, caminar en paralelo, al mismo tiempo que se abordan contundentes afirmaciones establecidas hace unos quinientos años, mirar otra vez documentos vistos por muchas generaciones de historiadores, ubicándonos desde una geografía intermedia entre Europa, el Caribe y el Altiplano central mexicano. No será una tarea fácil, pero ya se cuentan con las líneas más generales.

 

Para saber más

  • Guy Rozat coordinador, Repensar la conquista. Tomo I. Reflexión epistemológica sobre un momento fundacional, México, Universidad Veracruzana, 2013.
  • Juan Ortiz Escamilla coordinador, El Veracruz de Hernán Cortés, Gobierno del Estado de Veracruz, México: Universidad Veracruzana, 2015 (Colección Veracruz siglo XXI).
  • Francisco López de Gómara, Historia general de las indias II. Conquista de Méjico, España, Ediciones Orbis, 1985.
  • Agustín García Márquez, Cempoala, un altépetl náhuatl del posclásico veracruzano, México, Seminario de Cultura Mexicana, 2017.
  • Hugh Thomas, La conquista de México. El encuentro de dos mundos, el choque de dos imperios, México, Planeta, 2000
  • Bernal Díaz del Castillo, Historia verdadera de la conquista de la Nueva España, México, Porrúa, 1986.
  • José Luis Martínez editor, Documentos cortesianos. México: Fondo de Cultura Económica / Universidad Nacional Autónoma de México, 1990. Cuatro tomos.
  • Francisco Cervantes de Salazar, Crónica de la Nueva España, México, Porrúa, 1985.
  • Matthew Restall, Cuando Moctezuma conoció a Cortés, México, Taurus, 2019.
Para citar: Agustín García Márquez, La conquista de Veracruz (1515-1524), México, Noticonquista, http://www.noticonquista.unam.mx/amoxtli/2266/2257. Visto el 25/04/2024