Los africanos como “portadores” de la viruela o piezas claves en la conquista de México.

Los recuerdos terribles de la epidemia de la viruela, que azotó a la población indígena en 1520, quedaron registrados tanto en pinturas (fig. 1, 2, 3) como en narraciones escritas. Un ejemplo se encuentra en el Códice Florentino, realizado por Fray Bernardino de Sahagún y los coautores indígenas, donde se describe la llegada del virus a Tenochtitlan que dejó sentir toda su fuerza por sesenta días, período en el que cubrió el cuerpo de sus innumerables víctimas, inmovilizadas por el dolor, hasta llevarlas a la muerte. Los que lograron sobrevivir quedaron con marcas corporales o afectados de la vista, y otros, muchos más, murieron de hambre.

Bernal Díaz del Castillo, en su Historia verdadera de la conquista de la Nueva España, también rememora este evento pero lo hace con un doble propósito: primero, para vincular la llegada de la empresa de conquista al cumplimiento de los pronósticos anunciados a Moctezuma –por una “señal en el cielo”–, de la proximidad de guerras, sacrificios y epidemias. Segundo, la expansión de esta enfermedad le sirve para señalar negativamente al causante de concretar tal desgracia:

“…Y como vimos en aquel  tiempo con Cortés y dende a diez meses, vino Narváez y trajo un negro lleno de viruelas, el  cual las pegó a todos los indios que había en un pueblo que se decía Cempoala, y desde aquel pueblo cundió en toda Nueva España y hubo grande pestilencia”. 

 

No es la primera vez que Díaz del Castillo se refiere negativamente de los africanos y afrodescendientes que participaron dentro de las tropas de conquista. Su desdén va desde asignarles únicamente una participación periférica, hasta usar reiteradamente el color de su piel para denominarlos; y, cuando menciona sus nombres o describe sus acciones, sólo lo hace para reafirmar la poca fiabilidad que ameritan o para señalar su cobardía e ineptitud en las acciones bélicas. En general, este conquistador menciona a los “negros” para hablar, sobre todo, de su valor como mercancía: como un objeto/animal valioso.

 

Resulta llamativo que, después de varias décadas de concluida la conquista, cuando Díaz del Castillo escribe sus memorias recuerda innumerables detalles, pero no recuerda que seguramente peleó hombro a hombro con esos “negros” que en calidad de esclavos o conquistadores participaron activamente en las diversas hazañas de los combates que describe. Acciones bélicas por las cuales muchos esclavos y hombres libres fueron recompensados: desde la obtención de su libertad (en el caso de los esclavos), hasta el otorgamiento de encomiendas, oro, tierras y pensiones (ver amoxtli de conquistadores africanos).

No obstante, las narraciones de Díaz del Castillo sobre los africanos son apenas pequeñas piezas del gran andamiaje articulado para desprestigiar la imagen de estos. Así, el recuerdo del “negro lleno de viruelas” parece provenir de la descripción que hace uno de los doce franciscanos que en 1524 llegan a la Nueva España para iniciar la conquista espiritual: Fray Toribio de Benavente, mejor conocido como Motolinía. Al hablar de las diez plagas que diezmaron a la población indígena, abre su relato con la descripción de “un negro herido de viruelas”, causante de la propagación de esta “tan grande enfermedad y pestilencia en toda la tierra”. Más adelante, el misionero volverá a mencionarlos dentro de la cuarta plaga de “los calpixques, o estancieros, y negros”, donde señala que los “negros”, en calidad de capataces y recolectores de impuestos de los conquistadores, infringieron abusos a la población indígena, hasta llevar a muchos a la muerte.

El lector podrá decir que seguramente hubo un esclavo “negro” que pudo traer la viruela y ciertamente esto es posible. De hecho, podría ser no muy grave su vinculación a la viruela (que sí lo es, por la magnitud del evento), o actitudes negativas como ser explotadores de los indígenas, pues el propio Motolinía habla del mal comportamiento de los conquistadores españoles. Sin embargo, estas menciones sobre los africanos, se vuelven significativas al conectarlas con otro tipo de señalamientos menos mundanos, y por tanto de mayor peso. Hablo en específico de su vínculo reiterativo, en documentos de carácter religioso, con el pecado, la suciedad, el mal y el demonio. Además, resulta altamente coincidente que un elemento constante que teje su desprestigio sea el color de su  piel o más precisamente lo “negro”.

Por ejemplo, Fray Diego Valadés señala en su obra Retórica cristiana que la Iglesia utilizó la imagen de los africanos, en específico el color negro de la piel del etíope, para la enseñanza del pecado y del demonio:

"Para infundirles mayor miedo, pues los indios temen grandemente a los etíopes, porque son de color negro; y así cuando quieren significar que el demonio es espantable y lleno de armas, lo representan al mismo con figura de aquéllos, como puede verse en el mismo grabado, y en esta forma los pintan como administradores de la justicia y la muerte. Fue necesario inculcarles esto, principalmente por razón de la fidelidad del matrimonio, pues estaban acostumbrados, en el tiempo de su idolatría, a tener varias mujeres, y es menester ahora persuadirles de qué manera deben guardar fidelidad absoluta".

En la propia obra de Motolinía se pueden encontrar algunos pasajes que apoyan la asociación de la población africana con la idea de ser asistentes del demonio; ya que, en los momentos en el que éste habla de la importancia de la confesión, serán precisamente unos “negros” los encargados de llevar las almas a sufrir penas y tormentos, como consecuencia de no confesar sus pecados en vida. Asimismo, es un “negro” quien decide, en un momento de total desamparo de una pareja de españoles, quién debía vivir o morir. Esta última descripción es retomada por Fray Gerónimo de Mendieta para agregar que el “negro” que finalizó con la vida de uno de ellos era seguramente un demonio, pues un ángel no podía ser un “negro”:

“…Porque como a un español y a su mujer los hubiese tomado una gran viga debajo y los tuviese en punto de morir, llegó por allí un negro grande, y el español le rogó que les quitase aquella viga de encima…Luego el negro con mucha facilidad levantó la viga, y saliendo Morales debajo de ella, tornóla a soltar sobre la mujer. Y afirmó este español que vio ir al negro por la calle adelante como si fuera por el suelo enjunto, lo cual parecía imposible naturalmente en un cuerpo humano, porque había dos estados de cieno y lodo, sin el agua, y según esto no podía ser sino algún demonio, pues que ángel no aparecería en figura de negro”.

 

Por otra parte, en textos escritos en náhuatl se puede localizar el difrasismo ‘tliltic catzavac’ (negro sucio), creado justamente para recrear metáforas cristianas del mal, el pecado y el demonio. Cierto es que, esta forma lingüística, de las que gustaban mucho las élites nahuas, fue imaginada principalmente para adoctrinarlos en lo “espantables, sucios y negros” que eran sus dioses (como repetidamente se asienta en el Libro de los Coloquios, por citar solo un ejemplo). Sin embargo, este difrasismo también puede encontrarse asociado a los africanos.

Como se puede observar, todo indica que el punto nodal es precisamente la cuestión del color negro que en cuanto al ámbito religioso indígena, no era una mención al margen de las ideas cristianas, sino parte fundamental de las características materiales y rituales de la vida religiosa que misioneros y conquistadores encontraron a su llegada a México. Para mayor precisión, la pintura corporal de color negro con la cual se pintaba el cuerpo de dioses, sacerdotes, guerreros, o a los propios gobernantes, poseía en el ámbito mesoamericano una singular importancia para designar poder político y religioso. Un ejemplo de su importancia es la propia imagen de Quetzalcóatl, deidad constantemente representada en este color dentro de los códices prehispánicos (ver amoxtli de Quetzalcóatl negro).

Por esta razón, para los misioneros se presentó como fundamental cambiar la concepción del color negro, de una zona de prestigio a una diametralmente opuesta: lo negro en el cuerpo no podía estar vinculada a lo divino, sino a la maldad, pecado, suciedad y presencia demoníaca. Pero, ¿por qué vincular a los africanos con los ídolos de color negro?, ¿es acaso porque los africanos, con sus cuerpos negros, fueron los que impactaron significativamente a los indígenas?; o, más precisamente, ¿fueron los africanos los que, en una operación de inferencia, pudieron ser relacionados con sacerdotes, dirigentes, o ciertos dioses, como el propio Quetzalcóatl?

Afortunadamente, en la voz indígena se cuelan algunas evidencias de las impresiones que pudieron causar los africanos, las cuales no parecen quedar unidas a demonios, al mal o al pecado, sino al impacto visual de sus cuerpos negros. De esta forma, indígenas tlaxcaltecas -en los primeros contactos con la empresa de conquista- disertan si los africanos son “los propios dioses del agua” (como lo menciona Muñoz Camargo), o simplemente se les llama “dioses negros” (en el Códice Florentino). También se representa su importancia en el color que ostenta un conquistador africano, quizás el que más llamó la atención de toda la empresa de conquista, en el momento del primer contacto entre Moctezuma y Cortés, dentro del Códice Azcatitlan (fig. 4). 

Y, paradójicamente, mientras del lado de los misioneros se entreteje el desprestigio de los negros africanos y de los negros ídolos, en la Tira de Tepechpan los pintores indígenas, al mismo tiempo que representan el paso fulminante de la viruela de 1520, sin asociarla a un “negro” (fig. 2), sí retoman su tradición prehispánica de usar el color negro para hablar del poder político y religioso. Así, pintan la piel de Cortés en este color para poder reconocer su nuevo poder (fig. 5) y la jerarquía religiosa de Fray Juan de Zumárraga, quien irónicamente para él, ostenta pintura corporal negra al momento de quitar el pecado a través del bautizo (fig. 6).

Insistir en que los africanos y afrodescendientes tuvieron un papel marginal, mencionarlos sólo como esclavos o siervos, seguir señalándolos como portadores de desgracias, y  minimizar en general sus contribuciones, no hace sino reciclar una estructura de desprestigio que atentó contra su humanidad. Dicha denigración no sólo esconde piezas claves de la conquista de México, sino muy posiblemente de las propias justificaciones que facilitaron el comercio trasatlántico de esclavos.

 

Para saber más:

  • Díaz del Castillo, Bernal. Historia verdadera de la conquista de la Nueva España. México: Editorial Patria, 1983.
  • Durán, Diego. Historias de las Indias de Nueva España e islas de tierra firme. México: Porrúa, 1984, 1 vol.
  • Mendieta, Gerónimo de. Historia eclesiástica indiana II. México: Cien de México, Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, 1997.
  • Motolinía, Toribio de Benavente. Memoriales o libro de las cosas de la Nueva España y de los naturales de ella. México: Universidad Nacional Autónoma de México, Instituto de Investigaciones Históricas, 1971.
  • Muñoz Camargo, Diego.  Descripción de la ciudad y provincia de Tlaxcala de las Indias y del Mar Océano para el buen gobierno y ennoblecimiento dellas. Ed. facsímil de Manuscrito Glasgow, estudio René Acuña. México: Universidad Nacional Autónoma de México, Instituto de Investigaciones Filológicas, 1981. 
  • Nava Román, María del Rosario.Del blanqueamiento de Quetzalcóatl a la invisibilidad del cuerpo pintado de negro”, en Estudiar el racismo: afrodescendientes en México, coordinado por María Elisa Velázquez. México: Instituto Nacional de Antropología e Historia/Secretaria de Cultura, 2019.
  • ______. El color negro y el cuerpo. Usos de la imagen del africano en la sujeción política y religiosa de México en el siglo XVI (tesis de doctorado). Universidad Nacional Autónoma de México, 2018.

 

Códices

  • Códice Florentino, manuscrito 218-220 de la Colección Platina de la Biblioteca Medicea Laurenziana. Edición facsimilar, 3 vols. México: Secretaría de Gobernación, AGN, 1979.
  • Codex Mexicanus. Biblioteca Nacional de Francia. Departamento de Manuscritos. Mexicano 23-24.
  • Tira de Tepechpan. Edición y comentarios de Xavier Noguez Ramírez, 2 vols. México: Biblioteca Enciclopédica del Estado de México, 1978.
  • _______. Biblioteca Nacional de Francia. Departamento de Manuscritos. Mexicano13-14.
Para citar: Rosario Nava Román, Los africanos como “portadores” de la viruela o piezas claves en la conquista de México., México, Noticonquista, http://www.noticonquista.unam.mx/amoxtli/2071/2059. Visto el 27/03/2024