La escritura jeroglífica de los nahuas

Un proceso natural de los seres humanos en relación con las escrituras es la manera en que transforman su realidad y la plasman en un material que trasciende para representar sonidos a través de imágenes. Pensemos en los jeroglíficos egipcios, que al igual que el sumerio, chino, nahua y maya son sistemas logosilábicos y son ejemplos de la utilización de imágenes del entorno para representar sonidos del habla.

Cuando digo un sistema “logosilábico”, me refiero a la función que tiene cada signo dentro del sistema. En los sistemas logosilábicos los signos representan logogramas o sílabas. Esto quiere decir que un signo puede representar una palabra o una sílaba. Durante mucho tiempo, la palabra logograma recibió el nombre de ideograma, pero las personas que trabajamos las escrituras desde la gramatología (la ciencia que estudia las escrituras) preferimos llamarles logograma ya que no creemos que los signos transcriban ideas sino más bien palabras, que por supuesto representan ideas, pero que primero pasan por los sonidos; en este contexto, intentamos reconocer el valor funcional de cada uno de estos signos.

Mucho tiempo antes de la invasión europea, en Mesoamérica existía una manera de escribir que funcionaba igual que el sumerio y el chino. Los nahuas (y no me refiero solo a los tenochcas, también hablo de los tlatelolcas, tlaxcaltecas, quauhquecholtecas y pipiles, entre otras comunidades que hablaban alguna de las variantes del idioma náhuatl) decidieron, mediante los jeroglíficos, escribir fechas calendáricas, nombres propios de personas, nombres calendáricos, nombres de lugares y también, aunque muy escasas veces, verbos y frases completas.

Recientes trabajos (Albert Davletshin, Erik Velásquez, Alfonso Lacadena, entre otros) han demostrado que desde el periodo Formativo (1200 a.e.c.-200 d.e.c.) ya existía la escritura jeroglífica en algunas regiones de Mesoamérica. De las escrituras de la región, la más conocida y estudiada es la escritura jeroglífica maya (de la cual nos hablan un poco esta semana Diego Ruiz y Elena San José), que al igual que todas las arriba mencionadas, es una escritura logosilábica. 

Sin lugar a duda, la forma más importante de comunicación en Mesoamérica fue la oralidad. A través de la tradición oral, la declamación y las canciones, los nahuas comunicaban un sinfín de historias, pero algunas veces necesitaban plasmar en piedra, madera, murales, papel de amate, lienzos de algodón o pieles de animales información como historias de origen, maneras de ver el mundo, hechos pasados, dioses, fechas, personajes, mapas y tributos.   

Regresemos por un momento a los egipcios. Su  escritura representaba el idioma egipcio. Si recuerdan ahora cualquier pintura mural o monumento de Egipto (pueden aprovechar para hacer una visita 3D a Tumbas de Egipto en https://my.matterport.com/show/?m=vLYoS66CWpk) verán que hay imágenes de personas, de animales y de objetos que nos están contando una historia y también se podrán percatar que, en menor tamaño y en una posición específica este mismo repertorio de imágenes es escritura. Así, en los jeroglíficos egipcios encontramos toros, serpientes, buitres, codornices, búhos, balanzas, jarrones de agua, platos, cestas, líneas horizontales, líneas zigzagueantes, ondulaciones de agua, ojos, bocas, manos, piernas, brazos, hombres y mujeres sentados o parados, con los brazos hacia arriba o hacia enfrente, entre otros. Lo que va a determinar si éstas deben ser entendidas como imágenes o escritura es su lugar.

Los que trabajamos gramatología hacemos una tajante diferencia entre lo que es imagen y lo que es escritura; por un lado, estudiamos la escritura desde la función de sus signos para poder leer los textos y, por otro lado, interpretamos las imágenes como tales, no las leemos (en el sentido estricto de la palabra) porque no son escritura.

Así como dividimos los sistemas de escritura según su función en logoconsonánticos, logosilábicos, silábicos, alfabéticos consonánticos, alfabetos y silábico-alfabético; también se pueden dividir las escrituras según el estilo de sus signos (que no tiene nada que ver con la función de los signos dentro del sistema). Estas escrituras pueden ser: jeroglíficas o pictográficas, cuneiformes y cursivas o lineales (ver Erik Velásquez 2011:83-84).  Las escrituras maya y nahua, por ejemplo, son pictográficas y logosilábicas ya que responden a dos aspectos diferentes, el primero al estilo y el segundo al funcionamiento de los signos. 

Apoyamos la idea de que cada una de las escrituras están asociadas directamente con un idioma, por ejemplo, los jeroglíficos mayas solo se pueden leer en idioma maya mientras que, los jeroglíficos nahuas solo pueden ser leídos en náhuatl. Si bien la corriente semasiográfica apoya la idea de que los jeroglíficos nahuas se pueden leer en otros idiomas debido a su gran parecido con los objetos del entorno natural, esta idea es problemática pues, como vimos, casi todos los sistemas de escritura del mundo desarrollaron la misma técnica de transformar los objetos de su entorno material para convertirlos en sonidos.

Otro ejemplo muy gráfico de esto es el alfabeto latino que actualmente utilizamos y que se originó de la escritura protosinaítica, luego esta escritura fue retomada y modificada por los griegos hasta llegar a nosotros con ciertas modificaciones. Así, la letra “A” viene del fenicio alef ‘buey’, se usaba la imagen de la cabeza de un buey (Fig.1); la “B” de beth ‘construcción’; “G” de gimel ‘esquina’; “D” de delta ‘puerta’; “H” de he ‘ventana’; “M” de mem ‘agua’; “N” de nun ‘cobra’.

Si prestamos atención, nuestras vocales y consonantes toman el valor de la primera letra de cada palabra, a esta técnica se le llama acrofonía y es lo mismo que sucede con los jeroglíficos en náhuatl: la vocal “a” viene de ātl ‘agua’; “e” de etl ‘frijol’; las sílabas “ma” de māitl ‘mano’; “pe” de petlatl ‘petate’; “te” de tentli ‘labios’ y la otra variante de “te” de tetl ‘piedra’ (Fig.1). De este modo se desarrollaron técnicas que ayudaron a plasmar los sonidos de los diversos idiomas, tomando como referencia los objetos del entorno para representar dichos sonidos gráficamente.

Los nahuas no sólo representaban sílabas sino también logogramas, signos palabra; esto quiere decir que representan la raíz de la palabra sin su terminación tl, tli, li o in, por ejemplo, para escribir la palabra koyōtl ‘coyote’, los nahuas usaron la imagen de este animal para expresar el logograma KOYO. Otros logogramas son: WEWE de wēwētl ‘tambor’,  AKOL de a’kolli ‘brazo’, MASA de masātl ‘venado’, OSTO de ōztōtl ‘cueva’, NOCH de nōchtli ‘tuna’.

El escriba nahua, como parte de las reglas que este sistema de escritura tenía —porque todos los sistemas de escritura tienen reglas, como nuestras reglas ortográficas—, poseía la libertad de utilizar los distintos tipos de signos para formar palabras. Podía utilizar solo logogramas, silabogramas y logogramas (algunas veces con el fin de complementar fonéticamente un logograma, como parte de otra regla) o solo silabogramas. De tal suerte, si juntamos la sílaba te con el logograma NOCH, obtenemos te-NOCH; a los nahuas les bastaba con escribir estos dos signos para saber, según el contexto, si se trataba de algún personaje llamado Tenoch o del lugar Tenochtitlan. Esta misma combinación de signos, mucho tiempo después, quedó plasmada en el escudo nacional mexicano, que no solo lleva el águila que, según la leyenda, representaba el lugar exacto donde se fundaría el altépetl de México-Tenochtitlan sino que también el logograma NOCH, correspondiente a la  tuna, y la piedra, de la sílaba te

Es importante notar que, al igual que ahora, no toda la población sabía leer y escribir. Este privilegio era solamente de unos cuantos integrantes de la élite, normalmente hombres; aunque contamos con el único ejemplo de una mujer escriba, el cual se encuentra en el Códice Telleriano-Remensis (TR). En la página 30r aparece (Fig.3) en la parte inferior de la hoja la imagen del gobernante señalando sobre su asiento de petate (icpalli); detrás de él una mujer en cuclillas sentada en el suelo (como solían representar a las mujeres), con peinado de cornezuelos (lo que la identifica como una mujer casada), sosteniendo con su mano izquierda (es zurda) la pluma con la que toma nota de la procesión de personajes que se presenta ante el gobernante. Se puede observar que cada uno de los personajes que se encuentra en esta hoja tiene su nombre jeroglífico unido a la cabeza mediante una línea negra.

Si bien es cierto -como nos relató Hugo García Capistrán la semana pasada en su texto sobre la cartografía nahua- que la mayoría de documentos que tenemos ahora fueron ejecutados en la segunda mitad del siglo XVI, normalmente eran realizados por indígenas que lo hacían a la manera prehispánica, como lo habían aprendido. Luego eran explicados por un nahuatlato (hablante de náhuatl) a alguien que supiera el castellano (indígena o español) para que pudiera colocar las glosas alfabéticas en los lugares indicados, como los nombres de lugares y de personas o realizando una síntesis de lo que se relataba. En el caso de esta página del TR varios personajes presentan glosas alfabéticas, pero también se encuentra otra glosa alfabética al final de la página, que dice:

"Este Uitzilihuitl se casó con una nieta de acamapichtli. Hija de la señora de Coatlichan de la cual no tuvo hijos. Tuvo dos mancebas, la una que se decía la pintora y la otra la mosqueadora. Y destas hubo hijos".

Podemos reconocer a Huitzilihuitl como el gobernante sentado en su icpalli gracias al jeroglífico de una cabeza de ‘colibrí’ huitzitzil con ‘plumas’ ihuitl. Sabemos que Huitzilihuitl (segundo gobernante de Tenochtitlan) tuvo múltiples esposas (como todos los gobernantes de la época) y conocemos el nombre de varias, quizá “la pintora” se refiere a Miyahuaxochtzin por el jeroglífico de flor ‘xōchitl’ que se encuentra sobre la línea negra que la une a su esposo.

A partir de lo anterior, los invito a buscar en esta página del TR al personaje de nombre Tenoch y al personaje Acamapichtli (de ācatl ‘caña’ y mapichtli ‘puño’) que proviene de Tenochtitlan. Esto lo propongo, para hacer el ejercicio de ver y leer como lo hacían los nahuas en el siglo XVI y dejar de ver solamente lo que veían y no entendían los españoles, quienes probablemente sólo alcanzaban a ver imágenes, perdiéndose de la complejidad de este sistema de escritura y de todas las historias que relataban.

Para leer más:

  • Lacadena, Alfonso 2008 “Regional Scribal Traditions: Methodological Implications for the Decipherment of the Nahuatl Writing”. En The PARI Journal VIII (4):1-22. http://www.mesoweb.com/pari/journal/archive/PARI0804.pdf
  • Velásquez, Erik 2011 “La escritura jeroglífica”. En Los Mayas, voces de piedra, A. Martínez y M.E. Vega (ed), México: Ambar diseño, pp: 265-288.
Para citar: Margarita Cossich Vielman, La escritura jeroglífica de los nahuas, México, Noticonquista, http://www.noticonquista.unam.mx/amoxtli/1994/1985. Visto el 21/04/2024