La cartografía de tradición indígena en el área maya

Un mapa es una representación del espacio, generalmente elaborada sobre un plano, que sigue ciertos criterios y cánones establecidos por la cartografía, ciencia que crea y estudia estas imágenes. Los mapas antiguos despiertan una particular fascinación porque difieren de las representaciones modernas a las que estamos acostumbrados y porque en ellos podemos observar el territorio imaginado por las sociedades del pasado. Cabe preguntarnos ¿cómo habría sido un mapa elaborado en la época prehispánica? ¿tendría que parecerse a los que observamos hoy en plataformas digitales como Google Maps o a un globo terráqueo? Sobre esta última pregunta, la respuesta es no. La forma de representar el espacio varía ampliamente de acuerdo con la sociedad que lo percibe, por tanto, no deberíamos esperar que una sociedad que tenía grandes diferencias en su cosmovisión creara una cartografía igual a la nuestra. Veremos a continuación algunos ejemplos alusivos al área maya.

Desafortunadamente, no ha llegado hasta nuestros días ningún documento que podamos clasificar propiamente como un mapa de autoría indígena elaborado antes de la llegada de los españoles. Tenemos en cambio numerosos ejemplos de mapas producidos en la época colonial en los que convergen las tradiciones cartográficas europeas y las prehispánicas; entre ellos los que ilustran el corpus de documentos de las Relaciones Geográficas de la Nueva España. La única evidencia con la que contamos para hablar de cartografía propiamente indígena se encuentra en las menciones que al respecto hicieron algunos conquistadores y cronistas españoles en los siglos XVI y XVII.

Por ejemplo, como describe Hugo García, en su amoxtli de esta semana, Moctezuma entregó a Hernán Cortés algunos mapas de las costas del sur del actual estado de Veracruz, en particular de la sierra de Los Tuxtlas y de la región de Coatzacoalcos, para que el conquistador ubicara un lugar seguro donde resguardar sus navíos, de acuerdo con lo que relata en sus Cartas de Relación. Estos mapas eran paños de tela de henequén y algodón que podían doblarse y no ocupaban demasiado espacio.

Una vez derrotada la ciudad de Tenochtitlán, Cortés se dirigió hacia las Hibueras, el actual Honduras y en una parada de esta travesía, cuando se encontraba en la provincia de Tabasco, se dio cuenta de que necesitaba más información sobre la geografía de la región. Al ponerse en contacto con los señores indígenas locales para solicitarles su ayuda, éstos decidieron enviar a otros señores a trazar un mapa frente a sus ojos: “Y me hicieron una figura en un paño de toda ella [la tierra], por la cual me pareció que yo podía andar mucha parte de ella” (Hernán Cortés, Quinta Carta de Relación, 1526). Esta mención y la que se hace sobre los paños entregados por Moctezuma a Cortés nos confirma la existencia de mapas, tanto el centro de México como en el área maya, lo cual nos lleva a pensar que seguramente se hacían en otras regiones de Mesoamérica de manera similar.

Tanto Bernal Díaz del Castillo como Cortés describen e identifican como documentos cartográficos los paños donde se representaban ríos, montes, caminos y pueblos de las regiones de las que pedían información. Sobre la exactitud geográfica de estos mapas revisemos con más detalle la información que proporcionan las fuentes históricas. Por ejemplo, en otro momento Cortés explica que siguiendo la ruta marcada en el paño que llevaba para ir de la provincia de Tabasco a la de Chilapa no pudo llegar a su destino. Por más que preguntaba a la gente de aquella tierra sobre la derrota que debía tomar, que estaba indicada en el mapa, nadie sabía darle razón de la dirección correcta, hasta que finalmente encontró a unos guías que lo llevaron a dicho lugar. El mapa que tenía no le ha servido de mucho para moverse y ubicarse en las ciénegas de Tabasco, pero esto, en vez de hablarnos de una supuesta inexactitud del mapa, podría responder más bien a que Cortés no conocía los códigos cartográficos indígenas y, por lo tanto, no es de sorprender que la lectura del mapa le hubiera resultado más difícil de lo que esperado. El conquistador estaba acostumbrado a leer cartas náuticas y mapas que indicaban, bajo un sistema de referencia espacial conocido, la ubicación de los lugares, por lo cual seguramente no le fue tan sencillo interpretar las representaciones espaciales indígenas.

Para tener una idea de cómo pudieron haber sido estas representaciones espaciales en el área maya sirve observar, con otros ojos y con detenimiento, obras pictóricas indígenas que no consideraríamos mapas como tal. Pensemos en las pinturas murales que se han encontrado en la antigua ciudad de Chichén Itzá fechadas para el periodo Posclásico temprano (900-1250 d.C.). En una de ellas se representa lo que podría ser una sección de la costa de algún lugar en la península de Yucatán. Se observa un poblado, el mar, y una serie de personajes realizando distintas actividades. Observamos que el concepto de escala no coincide con el nuestro. Un árbol mide lo mismo que una persona, y aunque es claro que hay individuos que están más cerca y otros más lejos todos presentan la misma estatura, con lo cual las proporciones de tamaño y distancia se pierden. Sin embargo, hay una distribución precisa en el espacio de las cosas y lugares representados, así como información sobre el entorno geográfico de dicha región. Este no es un mapa como tal, pero comienza a darnos una referencia de lo que encontraremos en otros ejemplos más tardíos.

Un caso más cercano a cómo pudieron haberse visto los mapas que observó Cortés en Tabasco, es el Lienzo de Quauhquechollan, un documento cartográfico con contenido histórico que ilustra las incursiones de Pedro de Alvarado desde Huaquechula en Puebla hacia las tierras altas de Guatemala. La información cartográfica incluye ríos, poblados, caminos y accidentes topográficos, pero también representaciones de fortificaciones, así como la ubicación de trampas y lugares donde se dieron confrontaciones bélicas. Al igual que en la pintura mural de Chichén Itzá, las proporciones de escala y la distribución de los elementos humanos y geográficos en el espacio responden a otras normas de representación que no son las occidentales. Pareciera imposible leer con facilidad este mapa, pero si miramos con detenimiento y dejamos de lado la necesidad de una georeferenciación exacta en la representación cartográfica, lo que nos permite ubicar muchos lugares en el espacio son los glifos toponímicos, uno de los principales recursos para señalar poblados y rasgos paisajísticos en la tradición indígena, así como la representación de caminos mediante líneas que conectan lugares y huellas de pies que sugieren su función como rutas transitables.

La tradición de una práctica cartográfica indígena en el área maya y en toda Mesoamérica se devela ante nosotros en estos y otros ejemplos más tardíos, como los mapas elaborados para acompañar los reportes contenidos en las Relaciones Geográficas mencionadas al inicio del texto. En muchos casos estos mapas fueron realizados por manos indígenas, en otros por españoles, y en otros casos observamos rasgos de ambas tradiciones culturales.

Dos de los mapas que ilustran regiones cercanas o del área maya son el de la provincia de Tabasco y el de Santiago Atitlán, Guatemala. En ambos casos los mapas fueron elaborados por manos europeas, y nos proporcionan interesante información sobre el paisaje lacustre y fluvial de estas regiones. El primero de ellos contiene abundante información sobre topónimos y nos permite ubicar antiguos asentamientos. El segundo, en cambio, nos proporciona una escena del paisaje de los volcanes que rodean el lago de Atitlán, así como de las prácticas de pesca y navegación lacustre que ahí se practicaban. La complejidad del corpus al que pertenecen estos mapas ha sido abordada por numerosos investigadores, sin embargo, aún quedan muchas preguntas para entender los procesos de reconfiguración por los que pasaron las formas de representación espacial indígena a lo largo de la época colonial.

 

Para leer más:

  • Mundy, Bárbara. The Mapping of New Spain: Indigenous cartography and the maps of the Relaciones Geográficas. Chicago: Chicago University Press, 2000.
  • Castañeda de la Paz, María y Michel Oudjik. “La cartografía de tradición indígena”, en Historia General Ilustrada del Estado de México, Vol. 2, pp. 87-112. Zinacantepec, México: El Colegio Mexiquense, A.C., Gobierno del Estado de México, 2011.
  • Russo, Alessandra. El realismo circular: tierras, espacios y paisajes de la cartografía indígena novohispana siglos XVI y XVII. México: Instituto de Investigaciones Estéticas, UNAM, 2005.
  • de la Garza, Mercedes (Ed.). Relaciones Histórico-Geográficas de la Gobernación de Yucatán: Mérida, Valladolid y Tabasco, 2 vols. México: Universidad Nacional Autónoma de México, 2008.
Para citar: Mariana Favila, La cartografía de tradición indígena en el área maya, México, Noticonquista, http://www.noticonquista.unam.mx/amoxtli/1977/1970. Visto el 27/03/2024