Morir de mala muerte. De la cumbre del Popocatépetl al juicio por la matanza de Cholula
Finales de septiembre de 1519. El intenso frío de la cumbre se contraponía al abrasador calor que emanaba de la boca del cráter. Atenazados por semejantes sensaciones, Bernardino Vázquez de Tapia y Pedro de Alvarado contemplaron por primera vez el conjunto de valles que se abría ante sus miradas, más allá de los volcanes. Enviados por Hernán Cortés para llevar regalos a Moctezuma y reconocer el camino a Mexico-Tenochititlan, desde la cima del Popocatépetl, llameante y humeante, alcanzaban a ver el gran centro ceremonial dedicado a Quetzalcóatl que se erguía, imponente, en la rica ciudad de Cholula.
Llevados por los mensajeros de Moctezuma, Vázquez de Tapia y Alvarado sortearon los caminos y las poblaciones. Según los relatos de aquellos tiempos, pasaron por diversos altépetl: Quauhquechollan, Tochimilco, Tetela, en las faldas del volcán; Ocuituco, Jumiltepec, Chimalhuacan, Amaquemecan y Tezcoco. Habrían comenzado aquel periplo en Cholula, la famosa y populosa ciudad que era el lugar de peregrinación más importante de todo el Altiplano central mesoamericano. Ahí, por vez primera, los cholultecas vieron a los famosos extranjeros que habían venido del mar. Los enviados españoles no lograron entrar a la capital de la Triple Alianza ni fueron recibidos por el huei tlahtoani, pero su aventura sirvió a Cortés para dar el siguiente paso de su expedición, una vez pactada la alianza política y militar con los tlaxcaltecas.
A principios de octubre, los mensajeros tenochcas propusieron a los españoles pasar a Cholula. Los señores de este altépetl mantenían una alianza militar con Moctezuma y sostenían uno de los ejércitos más experimentados. Enemigos tradicionales de Cholula, los de Tlaxcala advirtieron a Cortés sobre la preparación de una emboscada orquestada por Moctezuma en aquel sitio. No obstante, el capitán español decidió atender la opinión de los informantes mexicas y seguir adelante.
El día 11, un ejército compuesto por cien mil tlaxcaltecas, miles de totonacas de Cempoala y algunos cientos de españoles a pie y a caballo se encaminaron a Cholula. Tras una jornada de viaje, las huestes cortesianas acamparon en las inmediaciones de un río que marcaba el límite del territorio tlaxcalteca. Por la mañana del día siguiente, sacerdotes cholulteca salieron a recibir a Cortés y algunos de sus capitanes, mientras el resto de las tropas se mantuvieron a las afueras del centro urbano, aguardando las señales previamente convenidas para entrar en acción.
Según el soldado español Bernal Díaz del Castillo, los guerreros cempoaltecas se percataron de las trampas, tapias y piedras en las azoteas de las casas preparadas para atacar a los recién llegados. Según el propio Hernán Cortés en su segunda carta, corría el rumor de que 50 mil soldados de Moctezuma se encontraban a las afueras de la ciudad, listos para atacar su expedición. Las sospechas incrementaron cuando doña Marina informó al jefe español que una mujer noble le había propuesto escapar con ella para casarla después con uno de los señores de Cholula.
Cortés mandó capturar alrededor de cien sacerdotes en el gran centro ceremonial dedicado a Quetzalcóatl, donde los interrogó. Según Bernal Díaz del Castillo, algunos cholultecas habrían reconocido que se tendía una celada al ejercito cortesiano, organizada por el propio Moctezuma con el fin de llevarlos presos a Tenochtitlan. De acuerdo con Cortés, otros interrogatorios habrían confirmado los preparativos para atacarlos. Tras consultar a sus hombres, decidió salir de Cholula el 18 de octubre, para lo que pidió el auxilio de algunos miles de guerreros cholultecas, quienes se emplearían como cargadores.
Dentro de unos patios de la ciudad de Quetzalcóatl, Hernán Cortés convocó a los principales para despedirse. Al recriminarles la celada que habrían planeado, los hizo atar y ejecutar ante los atónitos ojos de los mensajeros de Moctezuma. Aterrada por las ejecuciones, la multitud reunida para cargar las cosas de los expedicionarios intentó escapar, pero los soldados españoles cerraron los accesos a los patios y la matanza se generalizó.
Tras sonar las primeras cargas de arcabuz, cempoaltecas y tlaxacaltecas cargaron sobre la ciudad, arrasándola. La rapiña y el atropello sobre los habitantes de Cholula llegó al interior de las casas; la quema de los templos con sus sacerdotes coronó la toma de la urbe. Los soldados, guerreros y mercenarios del ejército indígena y castellano se entregaron al botín, como era regla en la Europa mediterránea de la época.
Aquella tarde murieron miles, de acuerdo con diversos relatos de los conquistadores. La alianza con Tlaxcala, antiguo enemigo de Cholula, cobraba así un alto costo. La gran mayoría de los asesinados se encontraban indemnes, por eso, los testimonios indígenas, que recogió fray Bernardino de Sahagún en su obra, sancionan que los cholultecas “murieron de mala muerte”. Otros, como Bartolomé de las Casas, consideraron que aquella acción tuvo como único objetivo sembrar el temor en la tierra.
La matanza de Cholula marcó el destino de los conquistadores, indios y españoles, comenzando por su capitán. Aquellos acontecimientos se recordarían diez años después, en 1529, en el marco de las acusaciones contra Hernán Cortés que abrieron su juicio de residencia.
Estos juicios eran empleados por las autoridades reales para evaluar las acciones de diversos oficiales, una vez concluida su gestión. Se aplicaban a todo tipo de ocupantes de cargos reales, desde los alcaldes mayores y corregidores, que impartían justicia en pequeñas jurisdicciones, hasta virreyes, oidores y, desde luego, capitanes generales y gobernadores. Es decir, se trataba de jueces que enjuiciaban a jueces. En el caso de Hernán Cortés, el juicio fue promovido por sus enemigos españoles en la ciudad de México y en su ausencia, mientras se encontraba en España. El proceso se prolongó varios años. Los acusadores presentaron diversos testigos contra el acusado.
Entre muchas otras causas que enfrentó Hernán Cortés, figuró su responsabilidad por la matanza de Cholula. Sus acusadores, encabezados por el capitán Bernardino Vázquez de Tapia, argumentaban que había mandado matar injustificadamente a los principales de Cholula, a miles de cargadores que le habían cedido y a cuantos se encontraba por la ciudad durante aquella sangrienta tarde, hasta contar 20 mil. Consideraban que los rumores de la emboscada cholulteca eran falsos, pues los habían recibido en paz y les habían prodigado comida.
Años después, en 1534, Cortés pudo defenderse. Para ello dispuso de un enorme cuestionario que respondieron 26 testigos a su favor, encabezados por Toribio Paredes, el famoso padre franciscano Motolinía, así como algunos antiguos conquistadores, parientes y aliados del acusado. Todos ellos sostuvieron las sospechas de la celada de los cholultecas, que buscaba atenuar la responsabilidad de Cortés en los acontecimientos. No obstante, la magnitud de la matanza no fue puesta en duda, respaldada tanto en unos testimonios como en otros, sobre todo en los del propio Cortés en su segunda carta de relación, que llegó a calcular 3 mil muertos “en unas pocas horas”. Por estos hechos nadie resultó juzgado. Las acusaciones contra Cortés, realizadas por algunos reconocidos participantes de la matanza, como el propio Vázquez de Tapia, no produjeron sentencia alguna. Pero la memoria de aquella tarde del 18 de octubre siguió viva.
Para saber más:
- Michel Graulich, “La matanza de Cholula”, Memorias de la Academia Mexicana de las Historia, núm. 40, 1997, p.5-27.
- Bernard Grunberg, “La relación geográfica de Cholula o la mirada realista de un investigador sobre el mundo indígena”, Estudios de Cultura Náhuatl, vol. 40, 2009, p. 281-298.
- José Luis Martínez, Hernán Cortés, México, UNAM/Fondo de Cultura Económica, 1990.
- Documentos cortesianos II. 1526-1545 Sección IV. Juicio de residencia, edición de José Luis Martínez, México, UNAM/Fondo de Cultura Económica, 1991.
- David Peterson y Z Green, “The Spanish Arrival and the Massacre at Cholula”, Notas Mesoamericanas, vol. 10, 1987, p. 203-223.
- Cayetano Reyes García, “La conquista española de Cholula”, Primer coloquio Balances y prospectivas de las investigaciones sobre Puebla: Memorias, Castillo Rojas ed., Puebla, Gobierno del Estado de Puebla, 1991.
- Bernardino de Sahagún, Historia general de las cosas de la Nueva España, Versión íntegra del texto castellano del manuscrito conocido como Códice florentino, Estudio introductorio, paleografía, glosario y notas de Alfredo López Austin y Josefina García Quintana, México, Conaculta, 1989, tomo III, libro XII, cap. XI.