La ruta de Hernán Cortés: otro mito de la conquista castellana
Esta nota debería titularse “Hernán Cortés y sus fieles repetidores”, pero ya Marialba Pastor acertadamente intuyó el título para explicar cómo Hernán Cortés estableció la narrativa del sitio de Tenochtitlan, afinada por sus “repetidores”.
El heroico Hernán Cortés, con ayuda de sus repetidores, pudo imponer su versión porque además fueron destruidos muchos códices, incluso aquellos que se hicieron al mismo tiempo que ocurrían los hechos de la conquista, como el que el propio Cortés mandó a pintar para comunicar a Tenochtitlán su victoria sobre Pánfilo de Narváez en Cempoala.
Esta circunstancia permitió el protagonismo de Hernán Cortés, el oscurecimiento de la participación de otros personajes y sesgos importantes en la historia. Se le atribuye, por ejemplo, haber abierto la ruta que va desde la costa de Veracruz hacia el Altiplano central mexicano, camino al que se le llama la Ruta de Hernán Cortés.
El asunto inició en 1519 cuando los castellanos no pudieron convencer a los mexicas para que les permitieran visitar la ciudad de Tenochtitlan; entonces se vieron obligados a realizar una alianza con los cempoaltecas y después de varias peripecias, lograron que los guiaran hacia el Altiplano central mexicano.
El viaje fue relatado en varias ocasiones, generalmente a partir de la segunda Carta de Relación suscrita por Hernán Cortés, luego Francisco López de Gómara, Bernal Díaz del Castillo, Francisco Cervantes de Salazar, Juan de Torquemada, y así hasta llegar al erudito Manuel Orozco y Berra quien, en 1880, en el cuarto volumen de su Historia antigua y de la Conquista de México volvió a describir el camino, pero en esa ocasión con un amplio conocimiento de las fuentes escritas y de la geografía, cualidades que no volvieron a repetirse en otros autores posteriores, excepto quizás en David Ramírez Lavoignet y su obra Sendero de conquista de 1969.
El título Ruta de Hernán Cortés fue dado a la imprenta por José Segarra y Joaquín Julia, periodistas valencianos que en 1910 la recorrieron con apoyo gubernamental, en el centenario de la Independencia de México, iniciando en Cozumel. Luego, Fernando Benítez utilizó para su famosa obra La ruta de Hernán Cortés, del año 1950.
La ruta se atribuye a Cortés suponiéndola novedosa. Francisco Montes González, de la Universidad de Sevilla, por ejemplo, dice que los castellanos “al parecer huyeron de las rutas prehispánicas que comunicaban el golfo con Tenochtitlán para escapar de posibles emboscadas, siguiendo otros senderos de menor importancia”, perspectiva que aumenta su heroicidad.
Sin embargo, recientes investigaciones han revelado que los castellanos utilizaron un antiguo camino comercial, pero el arraigo de la Ruta de Hernán Cortés, especialmente para el turismo, lo ha opacado.
De los olmeca xicalanca no se conoce lo suficiente. Se les menciona en ocasiones, pero confusamente; con la etnografía, arqueología y lingüística ahora se sabe que utilizaron el nahua oriental o del este, ya estaban en Veracruz antes de las invasiones chichimecas y se relacionaron estrechamente con Cholula alrededor del 800 de nuestra era, y con los chontales de la zona maya, y aunque los chichimecas les quitaron el control de Cholula, se mantuvieron en la ciudad con vínculos hacia el sureste del país, a través de una red de comercial entre la región de Puebla - Tlaxcala y el sureste de México, con dos puertos marinos, uno en San Juan de Ulúa, y otro en los litorales de Campeche, en la Laguna de Términos, ambos llamados Xicalanco.
Lo anterior es importante porque Cempoala estaba formada por tres grupos étnicos diferentes, uno de los cuales era el olmeca xicalanca, y con razón, José García Payón, el arqueólogo que estudió Cempoala por más de cuarenta años, decía que “era un vástago de Cholula”. Además, según fray Toribio Benavente, los cempoaltecas iban a Cholula a las fiestas religiosas y tenían sus propias casas allá.
Los olmecas xicalancas conocían el camino, en realidad su camino. Se dice que salieron de Cempoala en agosto de 1519, dividiendo el ejército en dos partes, una que probablemente siguió por el río Actopan y la otra subió por Rinconada o Itzcalpan. Luego ambas columnas se reunieron en Xalapa y de ahí llegaron a Xicochimalco. En la zona predomina la variante del nahua del este, pero ni la arqueología ni la documentación escrita permite asegurar que fuera territorio olmeca xicalanca.
No hay información del siguiente, Teoixhuacan, hoy Ixhuacan de los Reyes, ni de Texutla no identificado; luego anduvieron por un territorio despoblado, para llegar a Xocotla o Zautla, e Ixtacamaxtitlan, lindante con Tlaxcala.
Aparentemente los cempoaltecas podían llegar hasta la capital tlaxcalteca sin problemas, lo que confirmaría que les era permitido el paso por su territorio para llegar a Cholula, pero en esa ocasión hubo conflicto porque los de Zautla e Ixtacamaxtitlan eran tributarios de los tenochca, siendo el motivo que los llevó a luchar con los castellanos y sus amigos. Sin embargo, Diego Muñoz Camargo, el cronista tlaxcalteca, recordó que iztacymaxtitlancalques y tzacuhtecas eran “naciones que son ulmecas”.
Con lo anterior, los pocos indicios dejan entrever que los olmecas xicalancas recorrieron parte de un camino importante, alterno al dominado por los mexicas, pero ahora ignorado por el protagonismo de Hernán Cortés, obviando preguntas de los investigadores de la conquista, por ejemplo, cuál fue el papel que desempeñaron los pueblos olmecas xicalancas, no solo a lo largo del camino, sino en Cholula y luego durante el sitio de Tenochtitlan, y para los que estudian tiempos anteriores ocultó el contacto entre Cholula y la zona maya de Campeche. Eso pasa cuando solo le hacen caso a los “fieles repetidores”.