Tras los pasos de Cortés: De Cempoala a Tlaxcala
Luego de consolidar las alianzas políticas y militares con los señores totonacas de Quiahuiztlán y Cempoala, y después de fundar, a nombre del rey de España, la Villa Rica de la Vera Cruz, el capitán Hernán Cortés tomó la crucial decisión de partir hacia México-Tenochtitlan. La ruta que tomaría para encontrarse con Motecuhzoma, de quien se decía, era el señor del mundo, fue propuesta por los cempoaltecas y sugería dirigirse hacia la provincia de Tlaxcala pues era añeja enemiga de los mexicas. La intención era establecer una coalición estratégica con los tlaxcaltecas, a quienes los tenochcas les impedían el comercio con otros pueblos y con quienes sostenían de manera regular, combates llamados “guerras floridas” cuyo propósito esencial era obtener víctimas para ofrecer en sacrificio a los dioses. Así pues, un pueblo enemigo de los mexicas era un potencial aliado para Cortés.
El rumbo hacia Tlaxcala se emprendió a mediados del mes agosto de 1519. Al lado de los españoles iban también numerosos totonacas que fungieron como cargadores para trasladar la artillería, así como algunas de las muchas mujeres que le fueron regaladas al capitán a su paso por los distintos pueblos. Cortés decidió evitar los caminos transitados, que iban de la costa del Golfo a la capital mexica a través de Tulancingo y Huauchinango, y optó por una ruta de vías secundarias variadas que cruzaban una geografía diversa con la intención de evitar posibles ataques enemigos. Algunos tramos eran de tierra plana, otros de escarpadas sierras; había zonas con climas húmedos y calientes y otras de intensos fríos o bien, en ocasiones, trayectos áridos y carentes de aguas superficiales.
El primer sitio que atravesó la hueste encabezada por Cortés fue Jalapa donde, al ser amigos de los cempoealtecas, se le recibió en paz y alimentó debidamente. Como lo menciona Bernal Díaz del Castillo, en ese lugar, a través de Malitzin y Jerónimo de Aguilar, se habló a los indios sobre la verdadera fe y se levantó una cruz. Recordemos que la implantación del cristianismo en las tierras descubiertas y la conversión de sus naturales, fueron argumentos justificadores de la conquista en los territorios americanos.
Los españoles siguieron su camino a través de diversas poblaciones entre las que se encontraban Coatepec, Xicochimalco, Ixguacan, Altatonga, Xalacingo, Teziutlan y Tlatlauquitepec. Hacia el 24 de agosto arribaron a Zautla, un pueblo tributario de los mexicas. En ese lugar su cacique ofreció, con muy mala voluntad, pocos alimentos al ejército cortesiano. Sin embargo, proporcionó información relevante sobre el ejército mexica, el trazado de la ciudad tenochca y la abundante riqueza que en ella había. Lo anterior causó la admiración de los soldados españoles y, con seguridad, incentivó también su ambición por obtenerla.
Desde Zautla se mandó a la provincia de Tlaxcala a un grupo mensajeros para avisar que los españoles se dirigían hacia allá, con la intención de convertirse en sus amigos. Los enviados fueron retenidos por los tlaxcaltecas en tanto los cuatro señores de la provincia acordaban la forma en la cual recibirían a Cortés ante su inminente llegada. O bien lo hacían en paz o, por el contrario, lo intentarían detener empleando la fuerza de su ejército. Decidieron optar por ambas posibilidades y de esa forma, una parte de su milicia los enfrentaría mientras, al mismo tiempo, le enviarían embajadores para ofrecerles su amistad.
Ante la falta de noticias sobre sus mensajeros, el capitán y sus hombres prosiguieron el camino y después de unas leguas andadas y encontrándose en territorio tlaxcalteca, un grupo de guerreros le salió al paso, atacándolos a cuchilladas, matando a dos caballos e hiriendo a otros más. Pronto, según refiere Cortés, entre cuatro mil y cinco mil indios salieron al combate. Cabe mencionar que, de acuerdo con la tradición tlaxcalteca recogida por Diego Muñoz Camargo sobre estos acontecimientos, los responsables de tales acciones fueron los otomíes que actuaron por iniciativa propia.
Luego de la primera batalla, algunos señores tlaxcaltecas se reunieron con Cortés para disculparse por lo sucedido y ofrecerle su amistad. Sin embargo, poco después, indios armados volvieron a dar guerra al ejército español quien repelió el ataque logrando salir nuevamente victorioso. Esta no sería la última vez en la cual los tlaxcaltecas pelearon contra los hombres de Cortés y este correspondió incendiando poblados, tomando prisioneros y matando adversarios.
Ante la serie consecutiva de derrotas, los tlaxcaltecas detuvieron los ataques y ofrecieron convertirse en vasallos del rey español. Dos de los cuatro señores de Tlaxcala, Maxixcatzin y Xicoténcatl, acompañados de otros principales, pidieron perdón por los errores que habían cometido al combatirlos y brindaban su amistad. Cortés escribió en su segunda carta de relación: “Ofrecieron sus personas y haciendas, y así lo hicieron y han hecho hasta hoy y creo lo harán para siempre”.[1] De esta forma, en esta etapa de la ruta hacia México-Tenochtitlan, Cortés encontró en la provincia de Tlaxcala a su más fiel aliada.
[1] Hernán Cortés, Cartas de relación, México, Porrúa, 1994, p. 35.
Para leer más:
- Cortés, Hernán, Cartas de relación, 18ª edición, México, Porrúa, 1994.
- Díaz del Castillo, Bernal, Historia verdadera de la conquista de la Nueva España, España, Instituto de Investigaciones Históricas-Instituto Gonzalo Fernández de Oviedo, 1982.
- García, Bernardo, “Los caminos prehispánicos y la estrategia de la conquista” en Arqueología mexicana, vol. IX, núm. 49, p. 44-47.
- Muñoz Camargo, Diego, Historia de Tlaxcala, México, Gobierno del Estado de Tlaxcala, CIESAS, Universidad Autónoma de Tlaxcala, 1998.