Las expediciones españolas y el tráfico de especias con el Lejano Oriente

Desde nuestra infancia, aprendemos en la escuela que en 1492 Cristóbal Colón se embarcó en busca de nuevas rutas hacia el Lejano Oriente navegando a través del océano Atlántico. También nos enseñan que aquella empresa tuvo como resultado inesperado la llegada de la primera expedición española a costas americanas, acontecimiento que inició los procesos de conquista y colonización del continente. Sin embargo, la trascendencia de aquel viaje, con frecuencia, nos hace pasar por alto algo que ni Colón, ni los Reyes Católicos y menos aún los patrocinadores de aquella empresa olvidaron: la búsqueda de la ruta comercial que conectaría las islas de la Especiería con los mercados europeos. Así, los intereses económicos por controlar el tráfico de especias fueron el viento que impulsó las naves hispanas hacia Oriente. Las conquistas en Mesoamérica no fueron ajenas a aquel drama global.

A mediados del siglo XV, tanto el comercio de la seda obtenida en China, como el de las especias importadas desde la India e islas cercanas, representaban, para los mercados europeos, sus negocios más fructíferos. La expansión del Imperio Turco Otomano en Medio Oriente alteró esos mercados al romper algunas de las rutas comerciales y evitar así el tráfico de las mercancías. Sin embargo, dadas las enormes ganancias que aquel negocio representaba para los grandes mercaderes europeos y otros personajes como los banqueros, no faltaron quienes estuviesen dispuestos a invertir grandes sumas para financiar expediciones que les permitieran trazar nuevas rutas comerciales. A pesar de la imagen romántica que se enseña sobre Colón y el apoyo que éste obtuvo de la reina Isabel la Católica para costear sus viajes, sabemos que los inversionistas de la empresa colombina fueron el valenciano Luis de Santángel junto con la banca de Génova.

Aunque la evangelización de los naturales americanos se exalta como el motor de las expediciones españolas en América, el celo religioso iba acompañado por los intereses pragmáticos del comercio. Una vez vuelto Colón a Europa, luego de su primer viaje de exploración, los Reyes Católicos solicitaron al papa Alejandro VI (que era español) que le concediera las tierras descubiertas por Colón. Dice la bula Inter caetera de 1493, que “haciendo uso de la plenitud de la potestad apostólica y con la autoridad de Dios omnipotente que detentamos”, cedía los territorios “descubiertos” y “por descubrir” a los Reyes Católicos, siempre y cuando éstos se comprometieran a evangelizar sus dominios:

“en algunas de las islas y tierras ya descubiertas se encuentra oro, aromas y otras muchas materias preciosas de diverso género y calidad. Por todo ello pensáis someter a vuestro dominio dichas tierras e islas y también a sus pobladores y habitantes reduciéndolos —con la ayuda de la divina misericordia— a la fe católica.”

Es decir, aunque aún restaba mucho en el proceso de colonización de “las Indias”, desde el principio quedó claro en el acuerdo establecido entre el Papa y los Reyes Católicos que, a cambio de su compromiso con la evangelización de los indios, la Corona tendría derecho exclusivo sobre las rutas comerciales en el océano Atlántico hacia la Especiería.

En los últimos años del siglo XV y los primeros del XVI, ya los portugueses habían tenido mayor éxito en sus negocios con la India, pues habían logrado atracar en Calcuta, de donde obtuvieron pimienta, clavo, nuez moscada y otras mercancías, las cuales dejaron fabulosas ganancias en Europa. Esta carrera comercial impulsó a los Reyes Católicos a estimular su propio proyecto en ultramar, lo que permitió a Colón y otros navegantes explorar las Antillas, las actuales costas venezolanas y colombianas, así como también Centroamérica. En el último viaje colombino, al navegar alrededor cerca de las hoy costas hondureñas, Colón se encontró con una canoa, probablemente tripulada por comerciantes mayas.

Durante las siguientes décadas, aunque, por una parte, los castellanos se centraron en consolidar sus colonias establecidas en las Antillas y en Tierra Firme, continuaron los viajes de exploración en el que ya empezaba a ser reconocido como un continente. En ese sentido, el énfasis de los expedicionarios debía de concentrarse en la búsqueda de un paso que permitiese la navegación entre el océano Atlántico y el Pacífico, este último divisado desde 1513 por la expedición de Núñez de Balboa. Dichas empresas llevaron a que diferentes bandos circunnavegaran desde las costas de Venezuela y Colombia, hasta Tampico, en el actual México y establecieran asentamientos como el de Pedrarías Dávila en Panamá, cuya misión consistía en instaurar una ruta que permitiese el tránsito de mercancías provenientes desde Oriente.

La empresa de Hernán Cortés no fue ajena a la búsqueda de la ruta hacia las islas de las especias. En 1519, una vez fundada la Villa de la Vera Cruz, Cortés envió a España a sus procuradores para que entregaran el impuesto denominado “quinto real”, así como regalos de piezas de oro, plata y objetos plumarios obtenidos de los pueblos mesoamericanos. Los procuradores tenían la misión de negociar privilegios y apoyo para el grupo cortesiano. Pese a enfrentar una serie de dificultades, estos procuradores lograron conseguir de parte de Martín Cortés, padre de Hernán, una nave con bastimentos para su hijo. Al mismo tiempo, Cristóbal de Haro, banquero burgalés que había financiado las expediciones de Fernando de Magallanes y Gil González Dávila, se alió con los Fugger o Fúcares, banqueros alemanes, para enviar una gran cantidad de provisiones para apoyar a Cortés en su empresa de Conquista, aunque la mirada de estos hombres estaba más puesta en el tráfico de especias que en la empresa contra los mexicas emprendida por el Conquistador. De esta manera, iniciaba un proceso que, a la larga, llevaría al altépetl de Mexico-Tenochtitlan a ser un eslabón fundamental del comercio global.

 

Para leer más:

  • Lenkersdorf, Gudrun: “La carrera por las especias”, en Estudios de historia novohispana, México, núm. 17, 1997, p 13-30.
Para citar: Rafael Flores Hernández, Las expediciones españolas y el tráfico de especias con el Lejano Oriente, México, Noticonquista, http://www.noticonquista.unam.mx/amoxtli/1293/1272. Visto el 25/04/2024