Los ojos y los oídos del señor, los embajadores en Mesoamérica

En el año 3 conejo 1519, a principios del mes de junio, el tlahtoani Moctezuma Xocoyotzin recibió un mensaje de los vigías apostados en la costa del Golfo, en el que se le informó de un nuevo avistamiento de navíos. Después de escuchar la noticia y meditar sobre lo relatado despachó una embajada constituida por los señores principales Yoallichan, Tepuztecatl, Tizaoa, Huehuetecatl y Hueycazmecatlecatl con ricos presentes para los recién llegados, creyendo que tal vez podía tratarse del dios “Quetzalcoatl” quien se había ido por el mar de oriente y prometió regresar, o de alguna otra deidad.

En el territorio mexicano antes de la conquista española, los embajadores eran un grupo de personas que desempeñaban el papel de imagen, reflejo, ojos, oídos y boca del tlahtoani, es decir, de representantes de los gobernantes ante los señores aliados, sujetos o enemigos. Se encargaban de asuntos de índole político y tributario como podía ser pactar alianzas matrimoniales, llevar felicitaciones a los pueblos vecinos por el nacimiento del primogénito del gobernante, ofrecer el pésame por la muerte de su señor. También presenciaban el nombramiento de un nuevo tlatoani amigo o enemigo y recibir a los señores extranjeros en su camino a su altepetl. Además, podían declarar la guerra realizando un ritual funerario para el señor enemigo. Llamaban a los aliados a participar en la guerra y pedían neutralidad a sus vecinos. Al término de la guerra, negociaban el pago de tributo a los pueblos vencidos, y a veces ordenaban la de ejecución de algún gobernante rebelde. (Fig.1)

Estas labores diplomáticas en un primer momento, (hacia el 650 al 900 d.C) fueron desempeñadas por los comerciantes de larga distancia, quienes al hacer sus viajes en busca de sus productos llevaban mensajes y regalos de un señor a otro, y entablaban negociaciones a su nombre. Pero el ambiente de inestabilidad política y social, causado por la caída y surgimiento de nuevos centros políticos con aspiraciones de control de las rutas de comercio, provocaron que la función de los embajadores se convirtiera en una actividad fundamental para la subsistencia de sus pueblos, la cual fue abrazada por los integrantes de la milicia

Según el Códice Mendocino, dentro del ámbito militar, quienes recibían el cargo de embajadores eran llamados entre los nahuas titlantli (tu boca). Estos eran guerreros experimentados, de valentía probada, desposados, que ostentaban el rango militar de tequihua, mandón y ejecutor de justicia, o bien, de atempanecatl (Señor del lugar entre la tierra y el agua), juez, cabeza de expedición militar y miembro del consejo supremo. Este último cargo militar, fue ostentado por dos grandes señores: Tlacaelel y Moctezuma Ilhuicamina, quienes a nombre de su pueblo y de su señor, el tlatoani Itzcóatl, desempeñaron labores diplomáticas, en busca de aliados, poco antes de estallar la guerra tepaneca que culminó con la derrota de Azcapotzalco en 1430 y la liberación de los tenochcas del pago de tributo (Fig. 2).

Cabe destacar que los guerreros elegidos titlantli (embajadores), no siempre provenían de algún linaje noble, lo que implicaba una diferencia formativa que fue tomada en cuenta al momento de asignarles alguna misión. No es grato decirlo, pero si el señor estaba decidido a hacer la guerra, no mandaba a su mejor orador a declararla, ni tampoco a los pueblos con los que tenía rencillas o problemas en el pago de tributo. Pero si, por el contrario, la empresa diplomática implicaba la expresión de discursos floridos para felicitar a sus aliados por algún motivo, como pudo ser el nombramiento de un nuevo señor, alguna boda, o buscar alianzas en la guerra, mandaba a sus mejores oradores por ser diestros en el hablar, conocedores de otras lenguas, prudentes, capaces de tomar decisiones, de ayudar a fortalecer las relaciones de amistad y de minimizar los desacuerdos.

Los embajadores por ser considerados el reflejo del señor, sus ojos y oídos, gozaban de protección en los territorios aliados, amigos y enemigos. Eran bien recibidos y respetados, tanto en el camino como en su destino, hasta obtener respuesta a su cometido, se los aprovisionaba de víveres para el viaje, de regalos y de protección. Sin embargo, existieron casos en los que no se respetaron sus garantías y fueron atacados o entorpecidos en su labor, motivando con ello la declaración de guerra al pueblo agresor (Fig. 3).

En las misiones diplomáticas a larga distancia, los embajadores se apoyaban en guerreros de menor rango llamados Titlannecuil (el enviado del embajador), mensajeros, para hacer llegar rápidamente noticas de la empresa a su señor, permitiendo de este modo, que el embajador realizara otras actividades en su camino de regreso.

Ante la llegada de extraños a las costas orientales, el tlahtoani Moctezuma Xocoyotzin recurrió a su cuerpo diplomático de embajadores principales y mensajeros, para entablar comunicación con los recién llegados y mantenerse informado de sus acciones e intenciones (Fig. 3). 

 

Para leer más:

  • Caso, Alfonso. “El primer embajador conocido en América” en Alfonso Caso. Obras 8. Calendarios, Códices y manuscritos antiguos (Zapotecas y Mixtecas). México, Colegio Nacional, 2007. p 277-285.
  • Códice Mendoza, próximamente en: https://www.codicemendoza.inah.gob.mx/inicio.php?lang=spanish
  • Silva Galeana, David. Las relaciones diplomáticas entre los distintos señoríos de México Prehispánico hasta 1521. Tesis para obtener la licenciatura en Relaciones internacionales por la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales, UNAM. México, el autor, 1998, 168p.
Para citar: Alejandra Dávila Montoya, Los ojos y los oídos del señor, los embajadores en Mesoamérica, México, Noticonquista, http://www.noticonquista.unam.mx/amoxtli/1067/1034. Visto el 03/05/2024