La paradoja del agua: el sistema lacustre de la Cuenca de México

Antes de la llegada de los españoles, existió en el centro de México un ambiente lacustre formado por cinco lagos principales (Texcoco, Chalco, Xochimilco, Xaltocan y Zumpango), sus límites eran fluctuantes e inestables por lo que no constituyeron un solo cuerpo de agua sino cuencas bien diferenciadas. Las aguas dulces de los lagos de Chalco y Xochimilco tuvieron especial demanda, ya que representaron un marco altamente favorable para el establecimiento humano. El análisis de los vestigios depositados en las riberas fósiles de estos lagos reveló cinco milenios de habitación permanente por comunidades dedicadas a la explotación de los recursos silvestres, lacustres, perennes y estacionales.

            No obstante, la región que abarcaron los lagos de agua dulce difirió considerablemente de la que ocupó el extenso lago de Texcoco, lo cual representó una paradoja: muchas de las ciudades del centro de México compartieron un espacio fecundo rodeado por agua, pero la calidad de ésta no era potable. En este sentido, las descripciones sobre el lago de Texcoco enfatizaron su naturaleza amarga y salada. Por ser el lago más bajo, acumulaba los sedimentos de los otros depósitos de agua más elevados, ésta es la razón de que sus aguas hayan sido más saladas y fétidas, esto último por ubicarse muy cerca de la zona de manantiales termales de Pathé y Tecozautla, en el actual estado de Hidalgo, en donde se mezclaban y cargaban de compuestos azufrados. 

A primera vista, el agua salada que contenía el lago de Texcoco representó un inconveniente para el cultivo cercano a esta zona, ya que el salitre impedía su crecimiento. Pero, cuando el lago retraía su margen y el efecto natural de evaporación hacía su trabajo, quedaban expuestas sales que sus pobladores supieron aprovechar. Al respecto, es probable que algunos centros prehispánicos como el propio Tetzcoco, hayan controlado la producción de esta sustancia y su intercambio, en vista de lo necesaria que era para el consumo humano, así como para otras funciones específicas como curtir la piel de los animales que cazaban, curar enfermedades, fijar colorantes en los textiles y hasta para limpiarse los dientes. Incluso, existió una diosa de la sal denominada Huixtocihuatl, de ella decía el franciscano Bernardino de Sahagún, en su obra realizada a mediados y finales del siglo XVI y denominada Historia general de las cosas de Nueva España, que era “hermana de los dioses de la lluvia y, por cierta desgracia que hubo entre ellos, la persiguieron y desterraron a las aguas saladas, y allí inventó la sal con tinajas y amontonando la tierra salada”.[1]

Cabe señalar que, tras la conquista española, se crearon nuevas exigencias para el uso de la sal, las cuales contribuyeron a la creación de diferentes yacimientos, aunados a los preexistentes que databan de tiempos prehispánicos. Esta demanda estuvo estrechamente relacionada con un tipo de sustancia, bastante gruesa y tosca, llamada tequesquite, que se producía en el lago de Texcoco, misma que era requerida para alimentar a cierta cantidad de animales domésticos de pastura (borregos, cabras, cerdos y vacunos); del mismo modo, fue utilizada en la minería para el refinamiento de la plata y la fabricación de pólvora, vidrio, cerámica vidriada y jabón. Asimismo, y desde tiempos prehispánicos, el tequesquite era usado en la preparación de los alimentos, actualmente sigue siendo un ingrediente utilizado en diversas recetas de la cocina tradicional mexicana.

Con todo, el lago de Texcoco favoreció a una alimentación bastante diversa que fue complementada con la caza. Como ejemplos de esta nutritiva dieta se encuentran las aves migratorias como patos y ánsares, peces, sobre todo en los afluentes de los ríos que desembocaban en este lago y algunos insectos, gusanillos, lombrices, huevecillos de mosca y algas. En cuanto a las maneras de pescar y cazar, el “Mapa de Uppsala”, también llamado “Mapa de Santa Cruz”, confeccionado hacia mediados del siglo XVI, ilustra claramente la captura de aves acuáticas con redes.

Mención aparte merecen las algas. Su rápido poder de reproducción permitió una extracción considerable de este producto fresco durante, por lo menos, un par de intervalos al día. Sobre ellas, cuenta el franciscano Bernardino de Sahagún que eran “impurezas” de color azul claro que se depositaban sobre el agua, una vez que formaban una capa espesa y gruesa, la sacaban y la tendían en el suelo sobre ceniza; más tarde la separaban en pequeños fragmentos, los cocían y se los comían.[2]

Ahora bien, además de la gran variedad de recursos naturales que el lago de Texcoco poseyó, se encuentran los usos que los grupos le dieron a este espacio acuático, sobre todo como vía de comunicación, es decir como ruta de acceso y salida de sus pobladores, para intercambio de productos y como escape durante algún conflicto bélico.

A pesar de los beneficios del lago de Texcoco, hasta aquí señalados, aún subsiste la pregunta, ¿si la mayoría del agua que rodeaba a los grupos asentados en la Cuenca de México era salada, de dónde obtenían agua potable? Como respuesta a este cuestionamiento debe citarse el enorme esfuerzo emprendido en la captación del agua a través de pozos; el aprovechamiento de ríos y manantiales; la acumulación de agua de lluvia y la construcción de acueductos para la distribución de este líquido vital.

En líneas generales, se puede decir que las condiciones del sistema lacustre del centro de México fueron propicias para el asentamiento de numerosos grupos. Desde el rico y variado alimento que se originaba en sus aguas, hasta la sal que se depositaba en la ribera del lago de Texcoco. A todo esto, deben mencionarse los recursos provenientes de las zonas aledañas a este espacio, mismas que albergaron cantidad de riqueza natural. En este marco de abundancia se desarrollaron centros que transformaron las aguas de los lagos en verdaderas vías de comunicación, identificaron los lugares propicios para la caza y la pesca y aprovecharon cada recurso que tuvieron a la mano para sobrevivir. Este pródigo territorio, por sus seductoras características, atrajo a diversos grupos y permitió su reproducción y sobrevivencia, al tiempo que creó tensiones entre ellos. Ante estas circunstancias, la negociación por los recursos fue una constante, así como el conflicto.

 

[1] Bernardino de Sahagún, Historia general de las cosas de la Nueva España, 3ª ed., 3 v., estudio introductorio, paleografía, glosario y notas de Alfredo López Austin y Josefina García Quintana, México, Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, 2000, v. 2, Libro II, cap. XXVI, p. 210.

[2] Bernardino de Sahagún, Historia general de las cosas de la Nueva España, 3ª ed., 3 v., estudio introductorio, paleografía, glosario y notas de Alfredo López Austin y Josefina García Quintana, México, Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, 2000, v. 3, Libro XI, cap. III, p. 1035.

 

 

 

Para leer más:

  • Espinoza Pineda, Gabriel, El embrujo del lago. El sistema lacustre de la Cuenca de México en la cosmovisión mexica, México, Universidad Nacional Autónoma de México, Instituto de Investigaciones Históricas, Instituto de Investigaciones Antropológicas, 1996.
  • Niederberger Betton, Christine, Zohapilco, cinco milenios de ocupación humana en un sitio lacustre de la Cuenca de México, México, Instituto Nacional de Antropología e Historia, Secretaría de Educación Pública, Departamento de Prehistoria, 1976.
  • Parsons, Jeffrey, Los últimos salineros de Nexquipayac, México. Un estudio de etnografía arqueológica, trad. de León Felipe Ferrer Argote, Estado de México, El Colegio Mexiquense, 2015.
  • Pomar, Juan Bautista, Relación de Tezcoco, ed. facsimilar de la de 1891 con la advertencia preliminar y notas de Joaquín García Icazbalceta, México, Biblioteca Enciclopédica del Estado de México, 1975.
  • Rojas Rabiela, Teresa, La cosecha del agua en la Cuenca de México, 2ª ed., México, Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social, 1998.

 

 

Para citar: Maribel Aguilar Aguilar, La paradoja del agua: el sistema lacustre de la Cuenca de México, México, Noticonquista, http://www.noticonquista.unam.mx/amoxtli/1010/961. Visto el 27/04/2024