Sandoval y el ejército indoespañol defienden Chalco II
Y dejaré de hablar en esto, y volveré al capitán Gonzalo de Sandoval, que otro día de mañana, viendo que no había más bullicio de guerre- ros mexicanos, envió a llamar a los caciques de aquel pueblo con cinco indios naturales de los que habían pren- dido en las batallas pasadas, y los dos de ellos eran prin- cipales, y les envió a decir que no hubiesen miedo y que vengan de paz, y que lo pasado se lo perdona, y les dijo otras buenas razones, y los mensajeros que fueron, trata- ron las paces, mas no osaron venir los caciques por miedo de los mexicanos; y en aquel mismo día también envió a decir a otro gran pueblo que estaba de Guaztepeque obra de dos leguas, que se dice Acapistla, que mirasen que son buenas las paces, que no querían guerra, y que miren y tengan en la memoria en qué han parado los escuadrones de culúas que estaban en aquel pueblo de Guaztepeque, sino que todos han sido desbaratados; que vengan de paz, y que los mexicanos que tienen en guar- nición que les echen fuera de su tierra, y que si no lo hacen, que irá allá de guerra y los castigará; y la res- puesta fue que vayan cuando quisieren, que bien qui- sieren, que bien piensan tener con sus carnes buenas har- tazgas, y sus ídolos sacrificios; y como aquella respuesta le dieron, y los caciques de Chalco que con Sandoval es- taban, que sabían que en aquel pueblo de Acapistla es- taban muchos más mexicanos en guarnición para les ir a Chalco a dar guerra cuando viesen vuelto al Sandoval, a esta causa le rogaron que fuese allá y los echase de allí; y el Sandoval estaba para no ir, lo uno porque es- taba herido y tenía muchos soldados y caballos heridos, y lo otro, como había tenido tres batallas, no se quisiera meter por entonces en hacer más de lo que Cortés le mandaba; y también algunos caballeros de los que lle- vaba en su compañía, que eran de los de Narváez, le dijeron que se volviese a Tezcuco y que no fuese a Aca- pistla, porque estaba en gran fortaleza, no le acaeciese algún desmán; y el capitán Luis Marin le aconsejó que no dejase de ir a aquella fuerza y hacer lo que pudiese; porque los caciques de Chalco decían que si desde allí se volvían sin deshacer el poder que estaba junto en aquella fortaleza, que ansí como vean o sepan que San- doval vuelve a Tezcuco, que luego son sus enemigos en Chalco; y como era el camino de un pueblo a otro obra de dos leguas, acordó de ir, y apercibió sus soldados y fue allá; y luego como llegó a vista del pueblo, antes de llegar a él le salen muchos guerreros, y le comenza- ron a tirar vara y flecha y piedra con hondas, y fue tanta como granizo, que le hirieron tres caballos y muchos soldados, sin poderles hacer cosa ni daño ninguno; y hecho esto, luego se suben entre sus riscos y fortalezas, y desde allí les daban voces y gritas y tañían sus caracoles y atabales; y como el Sandoval así vio la cosa, acordó de mandar a algunos de a caballo que se apeasen y a los demás de a caballo que se estuviesen en el campo en lo llano a punto, mirando no viniesen algunos socorros mexicanos a los de Acapistla entre tanto que combatían aquel pueblo; y como vio que los caciques de Chalco y sus capitanes y muchos de sus indios de guerra que allí estaban remolinando y no osaban pelear con los contrarios, adrede para probarlos y ver lo que decían, les dijo Sandoval: "¿Qué hacéis ahí? ¿Por qué no les comenzáis a combatir? Y entrad en este pueblo y fortaleza; que aquí estamos, que os defenderemos"; y ellos respondieron que no se atrevían, porque era gran fortaleza, y que por esta causa venía el Sandoval y sus hermanos los teules con ellos, y con su mamparo y esfuerzo venían los de Chalco a les ehar de allí. Por manera que se apercibe el San- doval de arte que él y todos sus soldados y escopeteros y ballesteros les comenzaron de entrar y subir; y puesto que recibieron en aquella subida muchas heridas, y al mismo capitán le descalabraron otra vez y le hirieron muchos de los amigos, todavía les entró en el pueblo, donde se les hizo mucho daño; y todos los que más daño les hicieron fueron los indios de Chalco y los demás ami- gos tlascaltecas; porque nuestros soldados, si no jue hasta romperlos y ponerlos en huida, no curaron de dar cuchi- lladas a ningún indio, porque les parecía crueldad; y en lo que más se empleaban era en buscar una buena india o haber algún despojo; y lo que comúnmente ha- cían era reñir a los amigos porque eran tan crueles y por quitarles algunos indios o indias porque no los matasen. Dejemos de hablar desto, y digamos que aquellos gue- rreros mexicanos que allí estaban, por se defender se vi- nieron por unos riscos abajo cerca del pueblo, y como había muchos dellos heridos de los que se venían a es- conder en aquella quebrada y arroyo, y se desangraban, venía el agua algo turbia de sangre, y no duró aquella turbieza un Ave-María. E aquí dice el cronista Gomara en su Historia que por venir el río tinto en sangre los nuestros pasaron sed por causa de la sangre. A esto digo que había fuentes de agua clara abajo en el mismo pue- blo, que no tenían necesidad de otra agua. Volvamos a decir que luego que aquello fue hecho se volvió el San- doval con todo su ejército a Tezcuco, y con buen des- pojo, en especial con muy buenas piezas de indias. Diga- mos ahora cómo el señor de México, que se decía Gua- temuz, lo supo, y el desbarate de sus ejércitos, dicen que mostró mucho sentimiento dello, y más de que los de Chalco tenían tanto atrevimiento, siendo sus súbditos y vasallos, de osar tomar armas tres veces contra ellos; y estando tan enojado, acordó que entre tanto que el San- doval volvía al real de Tezcuco, de enviar grandes po- deres de guerreros, que de presto juntó en la ciudad de México con otros que estaban junto a la laguna, y en más de dos mil canoas grandes, con todo género de ar- mas, salen sobre veinte mil mexicanos, y vienen de re- pente en la tierra de Chalco por hacerles todo el mal que pudiesen; y fue de tal arte y tan presto, que aun no hubo bien llegado el Sandoval a Tezcuco ni hablado a Cortés, cuando estaban otra vez mensajeros de Chalco en canoas por la laguna demandando favor a Cortés, por- que le dijeron que habían venido sobre dos mil canoas, y en ellas veinte mil mexicanos, y que fuesen presto a los socorrer; y cuando Cortés lo oyó, y Sandoval que entonces en aquel instante llegaba a hablarle y a darle cuenta de lo que había hecho en la entrada donde venía, el Cortés no le quiso escuchar a Sandoval, de enojo, cre- yendo que por su culpa o descuido recibían mala obra nuestros amigos los de Chalco ; y luego sin mas dilación ni le oír le mandó volver y que dejase allí en el real todos los heridos que traía, y con los sanos luego fue muy en posta; y destas palabras que Cortés le dijo reci- bió mucha pena el Sandoval, y porque no le quiso escu- char, y luego partió para Chalco; y como llegó con todo su ejército bien cansado de las armas y largo camino, pareció ser que los de Chalco, luego como lo supieron por sus espías que los mexicanos venían tan de repente sobre ellos, y cómo había tenido Guatemuz aquella cosa concertada que diesen sobre ellos, como dicho tengo, sin más aguardar socorro de nosotros, enviaron a llamar a los de la provincia de Guaxocingo e Tlascala, que esta- ban cerca, los cuales vinieron aquella noche misma, muy aparejados con sus armas, y se juntaron con los de Chal- co, que serían por todos más de veinte mil dellos, e ya les habían perdido el temor a los mexicanos, y gentil- mente los aguardaron en el campo y pelearon como muy varones; puesto que los mexicanos mataron y prendie- ron muchos de ellos, los de Chalco les mataron muchos más y les prendieron hasta quince capitanes y hombres principales, y de otra gente de guerra de no tanta cuenta se prendieron otros muchos; y túvose esta batalla entre los mexicanos por grande deshonra suya, viendo que los de Chalco los vencieron, y en mucho más que los desbaratáramos nosotros; y como llegó Sandoval a Chalco, y vio que no tenía qué hacer ni qué se temer, que ya no volverían otra vez los mexicanos sobre Chalco, da vuelta a Tezcuco y llevó los presos mexicanos, con lo cual se holgó mucho Cortés; y Sandoval mostró grande enojo de nuestro capitán por lo pasado, y no le fue a ver ni hablar, puesto que Cortés le envió a decir que le había entendido de otra manera, y que creyó que por descuido del Sandoval no se había remediado, pues que iba con mucha gente de a caballo y soldados, y sin haber desba- ratado los mexicanos se volvía.
- Chalco
- Gonzalo de Sandoval