Sandoval y el ejército indo-español defienden Chalco y Tamanalco

Texto original con ortografía de la época:

Ya he dicho en el capítulo pasado cómo los pueblos de Chalco y Tamanalco vinieron a decir a Cortés que les enviase socorro, porque estaban grandes guarniciones jun- tas para les venir a dar guerra; e tantas lástimas le di- jeron, que mandó a Gonzalo de Sandoval que fuese allá con doscientos soldados y veinte de a caballo, e diez o doce ballesteros y otros tantos escopeteros, y nuestros amigos los de Tlascala y otra capitanía de los de Tezcuco, y llevó al capitán Luis Marín por compañero, porque era su muy grande amigo; y después de haber oído misa, en 12 días del mes de marzo de 1521 años, fue a dormir a unas estancias del mismo Chalco, y otro día llegó pol- la mañana a Tamanalco, y los caciques y capitanes le hi- cieron buen recibimiento y le dieron de comer, y le dije- ron que luego fuese hacia un gran pueblo que se dice Guaztepeque, porque hallaría juntos todos los poderes de México en el mismo Guaztepeque o en el camino antes de llegar a él, e que todos los de aquella provincia de Chalco irían con él; y al Gonzalo de Sandoval parecióle que sería muy bien ir muy a punto; y puesto en con- cierto, fue a dormir a otro pueblo sujeto del mismo Chal- co, Chimalhuacan, porque las espías que los de Chalco tenían puestas sobre los culúas vinieron a avisar cómo estaban en el campo no muy lejos de allí la gente de guerra sus enemigos, e que había algunas quebradas e arcabuezos, adonde esperaban; y como el Sandoval era muy avisado y de buen consejo, puso los escopeteros y ballesteros por delante, y los de a caballo mandó que de tres en tres se hermanasen, y cuando hubiesen gastado los ballesteros y escopeteros algunos tiros, que todos juntos los de a caballo rompiesen por ellos a media rienda y las lanzas terciadas, y que no curasen alancear, sino pollos rostros, hasta ponerlos en huida, y que no se desher- manasen ; y mandó a los soldados de a pie que siempre estuviesen hechos un cuerpo, y no se metiesen entre los contrarios hasta que se lo mandase; porque, como le decían que eran muchos los enemigos (y así fue verdad), y estaban entre aquellos malos pasos, y no sabían si tenían hechos hoyos o algunas albarradas, quería tener sus soldados enteros, no le viniese algún desmán; e yendo por su camino, vio venir por tres partes repartidos los escua- drones de mexicanos dando gritas y tañendo trompetillas y atabales, con todo género de armas, según lo sue- len traer, y se vinieron como leones bravos a encontrar con los nuestros; y cuando el Sandoval los vio tan deno- dados, no guardó a la orden que había dado, y dijo a los de a caballo que antes que se juntasen con los nuestros que luego rompiesen, y el Sandoval delante animando a los suyos dijo: "Santiago, y a ellos"; y de aquel tropel fueron algunos de los escuadrones mexicanos medio desbaratados, mas no del todo, que se juntaron todos e hicieron rostro, porque se ayudaban con los malos pasos e quebradas, porque los de a caballo, por ser los pasos muy agrios, no podían correr, y se estuvieron sin ir tras ellos; a esta causa les tornó a mandar Sandoval a todos los soldados que con buen concierto les entrasen, los ballesteros y escopeteros delante, y los rodeleros que les fuesen a los lados, y cuando viesen que les iban hiriendo y haciendo mala obra, y oyesen un tiro desta otra parte de la barranca, que sería señal que todos los de a caba- llo a una arremetiesen a les echar de aquel sitio, creyendo que les meterían en tierra llana que había allí cerca; y apercibió a los amigos que ellos ansimismo acudiesen con los españoles, y así se hizo como lo mandó; y en aquel tropel recibieron los nuestros muchas heridas, porque eran muchos los contrarios que sobre ello cargaron; y en fin de más pláticas, les hicieron ir retrayendo, mas fue hacia otros malos pasos; y Sandoval con los de a caballo los fue siguiendo, y no alcanzó sino tres o cuatro; y uno de los nuestros de a caballo que iba en el alcance, que se decía Gonzalo Domínguez, como era mal camino, rodó el caballo y tomóle debajo, y dende a pocos días murió de aquella mala caída. He traído esto aquí a la memoria deste soldado, porque este Gonzalo Domínguez era uno de los mejores jinetes y esforzado que Cortés había traído en nuestra compañía; y temá- mosle en tanto en las guerras, por su esfuerzo, como al Cristóbal de Olí y a Gonzalo de Sandoval; por la cual muerte hubo mucho sentimiento entre todos nosotros. Vol- vamos a Sandoval y a todo su ejército, que los fue siguiendo hasta cerca del pueblo que se dice Guaztepeque, y antes de llegar a él le salen al encuentro sobre quince mil mexicanos, y le comenzaban a cercar y le hirieron muchos soldados y cinco caballos; mas como la tierra era en parte llana, con el gran concierto que llevaba rompe los dos escuadrones con los de a caballo, y los de- más escuadrones vuelven las espaldas hacia el pueblo para tornar a aguardar a unos mamparos que tenían hechos: mas nuestros soldados y los amigos les siguieron de ma- nera, que no tuvieron tiempo de aguardar, y los de a ca- ballo siempre fueron en el alcance por otras partes, hasta que se encerraron en el mismo pueblo en partes que no se pudieron haber; y creyendo que no volverían más a pelear aquel día. mandó Sandoval reposar su gente, y se curaron los heridos y comenzaron a comer, que se había habido mucho despojo; y estando comiendo vinieron dos de a caballo y otros dos soldados que había puesto antes que comenzase a comer, los unos para corredores del cam- po y los otros por espías, y vinieron diciendo: "Al arma, al arma; que vienen muchos escuadrones de mexicanos"; y como siempre estaban acostumbrados a tener las armas muy a punto, de presto cabalgan y salen a una gran plaza, y en aquel instante vinieron los contrarios, y allí hubo otra buena batalla; y después que estuvieron buen rato haciendo cara en unos mamparos, desde allí hirieron algunos de los nuestros, y tal priesa les dio el Gonzalo de Sandoval con los de a caballo, y con las escopetas y ballestas y cuchilladas los soldados, que les hicieron huir del pueblo por otras barrancas, y por aquel día no volvieron más. Y cuando el capitán Sandoval se vio libre desta refriega dio muchas gracias a Dios, y se fue a reposar y dormir a una huerta que había en aquel pueblo, la más hermosa y de mayores edificios y cosa mucho de mirar que se había visto en la Nueva-España así del gran concierto de la diversidad de árboles de todo género de fruta de la tierra y otras muchas rosas y olores; pues los conciertos que en él liabía por donde venía el agua de un río que en ella entraba; pues los ricos aposentos y las labores de ellos y la madera tan olorosa de cedros y otros árboles preciados: salas y cenadores y baños y mucha casas que en ella había; pues los paseaderos y el entretejer de unas ramas con otras, e aparte las yerbas medi- cinales y otras legumbres que entre ellos son buenas de comer, y tenía tantas cosas de mirar que era muy admi- rable, y ciertamente era huerta para un gran príncipe y aun no se acabó de andar por entonces.

Para citar:
Díaz del Castillo, Bernal , Historia verdadera de la conquista de la Nueva España, Ciudad de México, Editorial Patria, 1983 [1632], pp. 456-459
Lugar(es):
  • Chalco
Persona(s):
  • Gonzalo de Sandoval