¡Yo no quería pintar las islas!

Este amoxtli no es un texto académico, más bien es una reflexión sobre lo andado, una oportunidad para compartir experiencias, en la que me siento en la libertad de decir que al principio ¡yo no quería pintar las islas!

A Julio López lo conocí por ahí de 2009, ambos llegamos a vivir a El Salvador por razones diferentes. Nos reencontramos en México en 2011 y, a pesar de que teníamos muchos amigos en común y nos veíamos con frecuencia, jamás hablamos él y yo solos. Es hasta enero de 2019 que Julio apareció, de la nada, en el Instituto de Investigaciones Históricas de la UNAM atraído por los trinos que comenzaban a publicarse en el Twitter de Noticonquista.

Y de repente ahí estaba Julio, en medio de un grupo de historiadores, antropólogos, biólogos y arqueólogos que trabajaban “la conquista”. El primer día que llegó al Seminario se presentó  y dijo algo como: “soy director y productor de cine, he comenzado a leer libros sobre Tenochtitlan, me interesa el tema de la conquista y vine a aprender de ustedes”.  A partir de ahí, nos vimos todos los meses en el Seminario; platicábamos de los amigos, de las familias, de Tenochtitlan y de “La Batalla del Volcán”, su película (si pueden ¡véanla! para conocer más a Julio y a sus búsquedas).

Julio en el Seminario fue muy callado, pero siempre ponía muchísima atención, siempre acompañado por el enorme brillo en los ojos que lo caracteriza. Fue él quien comenzó a insistirnos a todos los asistentes que hiciéramos el recorrido de las islas con Feike de Jong, el artista holandés que cada cierto tiempo caminaba los 23 kilómetros que constituían los límites de las islas de Tenochtitlan y Tlatelolco en el siglo XVI. Con Julio, decidimos finalmente hacer el recorrido número XXIII, el día domingo 5 de mayo de 2019. Comenzando a las 11 am en el Metro Cuauhtemoc, haciendo dos paradas en un recorrido que duró aproximadamente 7 horas.

Ese domingo, llegamos Julio, Claudia (latinoamericanista), Ermis (actor) y yo. Yo llevaba en mi mochila agua, galletas y varios libros e imágenes que ilustraban la conquista y las ciudades de Tenochtitlan y Tlatelolco. Además, como buena arqueóloga, en el gps de mi celular guardaba el recorrido que íbamos haciendo; en mi cuaderno tomaba notas sobre la ruta, las esquinas donde doblábamos y detalles que me ayudarían a recordar el recorrido.  Tomaba fotos de los lugares, de los grafittis, de edificios… Feike nos mostraba, en las banquetas, algunos esténciles que él mismo había pintado en ocasiones anteriores, en las esquinas donde el recorrido giraba. Estas imágenes pintadas por Feike, eran ondas en color celeste que simulaban el agua.

Fuimos caminando en silencio, Feike nos dejó claro que no era partidario de hablar en el recorrido y que más bien era importante que sintiéramos la ciudad. En ciertas partes del recorrido Julio y yo nos quedábamos atrás y disimuladamente sacábamos los mapas y comenzábamos a comparar el mapa impreso, el mapa del celular y las calles donde pasábamos para así ubicarnos en a esa gran y laberíntica extensión.

Durante ese recorrido Julio varias veces me dijo: “imaginate que pintemos, no con esténcil en ciertas esquinas sino en todo el recorrido con una línea”. Yo me reía y le decía, “¡estás loco vos!”. Ese domingo terminó nuestra ruta y, cansada, regresé a mis labores el lunes.

En los meses subsecuentes con Julio comenzamos a trabajar en la realización de unos videos sobre los mitos de la conquista; una colaboración entre Noticonquista y Cine Murciélago en la que  realizamos entrevistas a académicos sobre siete mitos relacionados a “la” conquista     https://www.youtube.com/channel/UCEHiF3pHmDhoB7fYTAdQlBw

Estos meses de producción de las cápsulas nos dieron el tiempo a Julio y a mí de platicar mucho más. Los mitos se estrenaron en marzo 2020, unos días después de que explotara la pandemia en México (situación que, desgraciadamente, no nos permitió terminar la séptima cápsula). Fue a partir de este estreno que comenzamos a planificar el siguiente proyecto; retomaríamos la idea original de Feike “la orilla de la isla de Tenochtitlan” pero la llamaríamos “la orilla de las islas”, porque en realidad queríamos hablar tanto de Tenochtitlan como de Tlatelolco, esta última una ciudad igual de importante que Tenochtitlan pero muchas veces olvidada en los relatos.

El nuevo proyecto no me entusiasmaba tanto, a pesar de que comprendía su importancia y estaba consciente de que era un proyecto sumamente llamativo, siempre he estado en contra de poner toda la atención sobre Tenochtitlan. Sobre la ciudad de Tenochtitlan ya se posan todas las luces y esto de una u otra manera opaca todas las otras historias, incluso la de la importante ciudad de Tlatelolco. Esta especie de alergia que tengo por cómo se ha escrito la historia tenochca, hacía que no estuviera tan entusiasmada en pintar su orilla. Varias veces discutimos sobre la visión tan tenochcentrista que tomaba el proyecto. Yo buscaba algo más global, siempre cuestionando el centralismo. A pesar de que me esforzaba en pro del proyecto, me costaba mucho seguir el hilo que había decidido Julio. Sin embargo, poco a poco el proyecto se fue haciendo cada vez más grande. Invitamos a Esteban Mirón, piedra fundamental para la parte cartográfica, logística y las discusiones. Fuimos consiguiendo la participación y apoyo del Centro Cultural de España en México, del Programa “México 500” de la UNAM, de la Secretaria de Cultura de la Ciudad de México, de la Secretaría de Gobernación, de PINTEX, entre otros.

Fue hasta el mes de agosto 2021, durante los talleres comunitarios realizados en el Colectivo La Nana, en la colonia Guerreo, que conocí a los Promotores Culturales Comunitarios (de la Secretaria de Cultura), un grupo de aproximadamente 30 personas que vienen de diferentes oficios y realidades. Platicando con ellos, conociendo el enorme trabajo que realizan en diversas comunidades mexicanas y cuestionándonos entre todos ¿cuáles son nuestros orígenes?, fue que realmente  me enganché de lleno con el proyecto. Llegar a este proyecto, todos tan seguros de la historia que nos han contado sobre la conquista y, descubrir en los talleres comunitarios que ésta no es como nos la pintan, así como reflexionar colectivamente sobre la manipulación de la que ha sido objeto la historia, nos hizo cuestionarnos a todos nuestras propias verdades. Lo que representaban las islas para quienes estábamos ahí en realidad fue una excusa para cuestionarnos sobre nuestros orígenes, conocernos, vernos a los ojos y preguntarnos ¿qué hacemos ahí?, ¿de dónde venimos?

En los talleres comunitarios los promotores culturales se dividieron en tres grupos: uno dedicado a la logística de la pintura, otro a la seguridad, y el último a la crónica. El equipo de Crónica se estaría encargando de entrevistar a los vecinos que nos encontráramos en el recorrido. Las preguntas detonadoras para estas entrevistas eran ¿Cuál es tu origen? ¿De dónde vienes? ¿De dónde es tu familia? ¿Perteneces a algún barrio? ¿Cuál es tu sentir de vivir sobre estas ciudades antiguas?

Este equipo de Crónica tuvo un lugar especial en mi cabeza. Regina, Leslie, Jorge, Sandra, Octavio, Luis, Sofía, Ana y Paula, durante cinco días se dedicaron a recopilar estas entrevistas. Ellas y ellos fueron los representantes de todo el proyecto ante los vecinos;  su compromiso, decisión, simpatía y respeto nos permitió escuchar relatos que repetían:  “mi abuelo vino a esta ciudad en..”, “mi madre vino de Oaxaca…”, “yo llegué acá en…”, “soy de Ecuador…”, “vengo de San Luis Potosí…”, “mi papá vino de Chiapas desde niño…” “mi familia vino de Jalisco…” y un largo etcétera.

Además de trazar la orilla de las islas como un acto de conmemoración de los 500 años, como un momento de reflexión sobre la ubicación que tuvieron estas ciudades, así como su crecimiento, uno de los objetivos de nuestro proyecto fue “cuestionarnos el ser mexicanos”. Varios de los que estábamos ahí éramos de origen centroamericano, así como de múltiples Estados de la República mexicana, todos buscando entre estos antiguos límites entre tierra y agua, nuestros orígenes, ya sea adentro, afuera o muy lejos de estas islas. El crear un espacio para el diálogo mientras caminábamos y, con compromiso y dedicación, trazábamos colectivamente la orilla de las islas, nos sirvió para darnos cuenta que tenemos más cosas en común que las que nos diferencian a pesar de nuestro lugar de origen.

Para mí, además del interés académico por la historia, estas islas se han convertido en mi vívida certeza de que todos somos migrantes.

 

(Les agradezco infinitamente a todos los Promotores Culturales Comunitarios, sin ustedes este proyecto no hubiese sido nada; la entrega, las pláticas y las sonrisas ¡lo valieron todo! Gracias a Julio, Pelón (Esteban), Meme, Charly, Memo y David ¡tremendas pláticas y desveladas nos echamos!)

Para citar: Margarita Cossich Vielman, ¡Yo no quería pintar las islas!, México, Noticonquista, http://www.noticonquista.unam.mx/index.php/amoxtli/2913/2895. Visto el 27/04/2024