Bernal Díaz describe la expedición de Francisco Hernández de Córdoba

Texto original con ortografía de la época:

[...] Acordamos de nos juntar ciento y diez compañeros de los que habíamos venido de Tierra-Firme y de otros que en la isla de Cuba no tenían indios, y concertamos con un hidalgo que se decía Francisco Hernández de Cordoba , que era hombre rico y tenía pueblos de indios en aquella isla, para que fuese nuestro capitán, y a nuestra ventura buscar y descubrir nuevas tierras, para en ellas emplear nuestras personas; y compramos tres navíos, los dos de buen porte, y el otro era un barco que hubimos del mismo gobernador Diego Velázquez, fiado, con condición que, primero nos le diese, nos habíamos de obligar, todos los soldados, que con aquellos tres navíos habíamos de ir a unas isletas que están entre la isla de Cuba y Honduras, que ahora se llaman islas de las Guanajas, y que habíamos de ir de guerra y cargar los navíos de indios de aquellas islas para pagar con ellos el barco, para servirse dellos por esclavos.[...] y buscamos tres pilotos , que el más principal dellos y el que regía nuestra armada se llamba Antón de Alminos, natural de Palos, y el otro piloto se decía Camacho, de Triana, y el otro Juan Álvarez, el Manquillo, de Huelva; y así mismo recogimos los marineros que hubimos menester, y el mejor aparejo que pudimos de cables y maromas y anclas, y pipas de agua, y todas otras cosas convenientes para seguir nuestro viaje [...]. En 8 días del mes de febrero del año de 1517 años salimos de la Habana, y nos hicimos a la vela en el puerto de Jaruco [...] y en doce días doblamos la [banda] de San Antón [...]. Y doblada aquella punta y puestos en alta mar, navegamos a nuestra ventura hacia donde se pone el sol [...]. [...] Pasado veinte y un días que salimos de la isla de Cuba, vimos tierra, de que nos alegramos mucho [...]; la cual tierra jamás se había descubierto ni había noticia della hasta entonces; y desde los navíos vimos un gran pueblo , que al parecer estaría de la costa obra de dos leguas, y viendo que era gran población [...] le pusimos por nombre el Gran-Cairo. [...] Y una mañana que fueron 4 de marzo, vimos venir cinco canoas grandes llenas de indios naturales de aquella poblaciones [...]; y el más principal dellos, que era cacique, dijo por señas que se quería tornar a embarcar en sus canoas y volver a su pueblo, y que otro día volverían y traerían más canoas en que saltásemos a tierra [...]. Otro día por la mañana volvió el mismo cacique a los navíos, y trajo doce canoas grandes con muchos indios remeros, y dijo por señas al capitán, con muestras de paz, que fuésemos a su pueblo y que nos darían comida y lo que hubiéremos menester [...]. Y cuando el cacique nos vió en tierra y que no íbamos a su pueblo, dijo otra vez al capitán por señas que fuésemos con él a sus casas [...], tomando el capitán nuestro parecer para si iríamos o no, acordose por todos los más soldados que en el mejor recaudo de armas que pudiesemos y con buen concierto fuésemos. E yendo de la manera en que he dicho, cerca de unos montes breñosos, comenzó a dar voces y apellidar el cacique para que saliesen a nosotros escuadrones de gente de guerra, que tenían en celada para nos matar [...]. Mas luego les hicimos huir. Cómo acordamos de ir a costa adelante hacia el poniente, descubriendo puntas y bajos y ancones y arrecifes, creyendo que era isla [...], íbamos con gran tiento[...]; y en quince días que fuimos desta manera vimos desde los navíos un pueblo, y al parecer algo grande, y había cerca de él gran ensenada y bahía [...], y fue un domingo de Lázaro , y a esta causa le pusimos este nombre, aunque supimos que por otro nombre propio de indios se dice Campeche [...]. [...] Vinieron del pueblo obra de cincuenta indios con mantas de algodón, y de paz, y a lo que parecía decían ser caciques, y nos decían por señas que qué buscábamos, y les dimos a entender que tomar agua e irnos luego a los navíos, y señalaron con las manos que si veníamos de hacia donde sale el sol, y decían "Castilan Castilan" [...]. Y después de estas pláticas que dicho tengo, nos dijeron por señas que fuésemos con ellos a su pueblo, y estuvimos tomando consejo de si iríamos. Acordamos con buen concierto de ir muy sobre aviso [...]. [...] Y estando desta manera vinieron muchos otros indios , que traían muy ruines mantas, cargados de carrizos secos, y los pudieron en un llano, y tras estos vinieron dos escuadrones de indios flecheros con lanzas y rodelas y hondas y piedras, y con sus armas de algodón, y puestos en concierto en cada escuadrón su capitán [...] y luego en aquel instante salieron de otra casa, que era su adoratorio, diez indios, que traían las ropas de mantas de algodón largas y blancas, y los cabellos muy grandes [...] los cuales eran sacerdotes de los ídolos que en la Nueva España se llaman papas, y así los nombraré de aquí adelante; y aquellos papas nos trajeron zahumerios, como a manera de resina, que entre ellos llaman copal, y con braseros de barro llenos de lumbre nos comenzaron a zahumar, y por señas nos dicen que nos vayamos de sus tierras antes que aquella leña que tienen llegada se ponga fuego y se acabe de arder, sino que nos darán guerra y nos matarán. [...] Y vimos grandes escuadrones de indios sobre nosotros, tuvimos temor, y acordamos con buen concierto de irnos a la costa. [...]Comenzamos a nevagar seis días con sus noches con buen tiempo; y volvió un norte [...], el cual duró cuatro días con sus noches [...]. Pues yendo nuestra derrota adelante vimos desde los navíos un pueblo [...], en el navío menor y en todos los bateles, fue acordado que saltásemos en aquella ensenada, sacando nuestras vasijas con muy buen concierto, y armas, y ballestas y escopetas. Salimos en tierra poco más de mediodía [...], y estaban unos pozos y maizales, y caserías de cal y canto. Llámase este pueblo Potonchán [...]. [...] Pues estando velando todos juntos, oímos venir, con el gran ruido y estruendo que traían por el camino, muchos indios de otras sus estancias y del pueblo, y todos de guerra, y desque aquello sentimos, bien entendido teníamos que no se juntaban para hacernos ningún bien, y entramos en acuerdo con el capitán que es lo que haríamos. [...] Ya que era de día claro vimos venir por la costa muchos más escuadrones guerreros con sus banderas tendidas, y penachos y atambores, y con arcos y fechas, y lanzas y rodelas, y se juntaron con los primeros que habían venido la noche antes; y luego hechos sus escuadrones, nos cercan por todas partes y nos dan tal rociada de flechas y varas, y piedras con sus hondas, que hirieron sobre ochenta de nuestros soldados, y se juntaron con nosotros pie con pie, unos con lanzas, y otros con flechando, y otros con espadas de navajas, de arte, que nos traían a mal andar puesto que les dábamos buena prisa de estocadas y cuchilladas, y las escopetas y ballestas que no paraban, unas armando y otras tirando [...]. [...] Y viendo que no teníamos fuerzas, acordamos con corazones muy fuertes romper por medio de sus batallones, y acogernos a los bateles que teníamos en la costa, que fue buen socorro [...].[...] Estuvimos peleando en aquella batalla por más de media hora. Llámese este pueblo Potonchán, y en las cartas de marear le pusieron nombre los pilotos y marineros bahía de Mala Pelea. [...]. Desque nos vimos embarcados en los navíos de la manera que dicha tengo, dimos muchas gracias a Dios, y después de curados los heridos [...], acordamos de nos volver a la isla de Cuba [...].

Para citar:
Díaz del Castillo, Bernal , Historia verdadera de la conquista de la Nueva España, Ciudad de México, Editorial Patria, 1983 [1632], pp. 4-14
Lugar(es):
  • Cuba
  • Potonchan
  • Panamá
  • Campeche
Persona(s):
  • Bernal Díaz del Castillo
  • Francisco Hernández de Cordoba
  • Diego Velázquez de Cuellar