Llega a Cortés carta de Escalante con las noticias de los sucesos ocurridos en Veracruz

Texto original con ortografía de la época:

[…] llegaron a este tiempo dos soldados tlascaltecas que vinieron a la ciudad por caminos desusados, desmentida su nación con el traje de los mejicanos, y buscando recatadamente a Cortés, le dieron una carta de la Vera-Cruz, que mudó el semblante de las cosas y obligó a discursos menos sosegados.
Juan de Escalante, que como dijimos quedó con el gobierno de aquella nueva población, trataba de continuar sus fortificaciones, conservando los amigos que le dejó Cortés, y duró en esta quietud sin accidente de cuidado, hasta que recibió noticias de que andaba por aquellos parajes un capitán general de Motezuma con ejército considerable, castigando algunos lugares de su confederación porque habían retirado los tributos con el abrigo de los españoles. Llamábase Qualpopoca, y gobernaba la gente de guerra que residía en las fronteras de Zempoala; y habiendo convocado las milicias de su cargo hacía grandes extorsiones y violencias en aquellos pueblos, acompañando el rigor de los ejecutores con la licencia de los soldados: gente una y otra de insaciable codicia, que tratan el robo como negocio del rey.

Viniéronse a quejar los totonaques de la serranía, cuyas p blaciones andaba destruyendo entonces aquel ejército. Pidieron a Juan de Escalante que los amparase, tomando las armas en defensa de sus aliados, y ofrecieron asistir a la facción con todo el resto de su gente. Procuró consolarlos tomando por suyo el agravio que padecían; y antes de llegar a los términos de la fuerza, resolvió enviar sus mensajeros al capitán general, pidiéndole amigablemente: «que suspendiese aquellas hostilidades hasta recibir nueva orden de su rey; pues no era posible que se la hubiese dado para semejante novedad, cuando había permitido que pasasen a su corte los embajadores del monarca oriental a introducir pláticas de paz y confederación entre las dos coronas». Ejecutaron este mensaje dos zempoales de los más ladinos que residían en la Vera-Cruz; y la respuesta fue atrevida y descortés: «que él sabía entender y ejecutar las órdenes de su rey; y si alguno intentase poner embarazo en el castigo de aquellos rebel- des, sabría también defender en la campaña su resolución».

No pudo Juan de Escalante disimular su enojo, ni debió negarse a este desafío hallándose a la vista de aquellos indios in- [212] interesado en el  suceso de los totonaques, iguales en el riesgo y teresados en el
asegurados en la misma protección; y habiéndose informado de que no pasaría de cuatro mil hombres el grueso del enemigo, juntó brevemente un ejército de hasta dos mil indios, la mayor parte de la serranía, que fugitivos o irritados vinieron a ponerse a su sombra, con los cuales bien armados a su modo y con cuarenta españoles; dos arcabuces, tres ballestas y dos tiros de artillería que pudo sacar de la plaza, dejándola con bien moderada guarnición, caminó la vuelta de aquellas poblaciones que le llamaban a su defensa. Tuvo Qualpopoca noticia de su marcha, y salió a recibirle con toda su gente puesta en orden cerca de un lugar pequeño que se llamó después Almería. Diéronse vista los dos ejércitos poco después de amanecer, y se acometieron ambos con igual resolución; pero a breve rato cedieron los mejicanos, y empezaron a retirarse puestos en desorden. Sucedió al mismo tiempo que los totonaques de nuestra facción, o por no ser soldados, o por la costumbre que tenían de temer a los mejicanos, se cayeron de ánimo y se fueron quedando atrás, hasta que últimamente se pusieron en fuga, sin que la fuerza ni el ejemplo bastase a detenerlos: raro accidente, que se debe notar entre las monstruosidades de la guerra huir los vencedores de los vencidos. Iba el enemigo tan atemorizado y tan cuidadoso de la propia salud, que no reparó en la disminución de nuestra gente, y sólo trató de retirarse desordenadamente a la población vecina, donde se acercó Juan de Escalante con poco más que sus cuarenta españoles; y mandando poner fuego al lugar por diferentes partes, acometió al mismo tiempo que tomó cuerpo la llama, con tanta resolución, que sin dejarles lugar para que pudiesen discurrir en su flaqueza, los rompió y desalojó enteramente, obligándolos a que volviesen las espaldas y se derramasen a los bosques. Dijeron después aquellos indios haber visto en el aire una señora como la que adoraban los forasteros por madre de su Dios, que los deslumbraba y entorpecía para que no pudiesen pelear. No se manifestó a los españoles este milagro; pero el suceso le hizo creíble y ya estaban todos enseñados a partir con el cielo sus hazañas.
Fue muy señalada esta victoria, pero igualmente costosa;  porque Juan de Escalante quedó herido mortalmente con otros siete soldados, de los cuales se llevaron los indios a Juan de Arguello, natural de León, hombre muy corpulento y de grandes fuerzas, que cayó peleando valerosamente a tiempo que no pudo ser socorrido, y los demás murieron de las heridas en la Vera- Cruz dentro de tres días.

De cuya pérdida, con todas sus circunstancias, daba cuenta el ayuntamiento en aquella carta para que se nombrase sucesor a Juan de Escalante, y se tuviese noticia del estado en que se hallban 

Para citar:
de Solís y Rivadeneyra, Antonio , Historia de la Conquista de Méjico: población y progresos de la América Septentrional conocida por le nombre de Nueva España, Madird, Espasa-Calpe, 1970 [1684], pp. 211-212
Lugar(es):
  • México-Tenochtitlan
  • Antigua Veracruz
Persona(s):
  • Juan Gutiérrez de Escalante
Actor(es):
  • indios aliados de Cortés
  • indios tenochcas
  • Indios totonacas