Cinco siglos de epidemias colonialistas en México y en América

La llamada conquista de México, la guerra de 1519 a 1521, debe ser comprendida como el primero de una larga serie de conflictos políticos y territoriales que ha convulsionado a lo que hoy llamamos México en los últimos cinco siglos. Estos conflictos como la Independencia, las largas guerras del siglo XIX y la Revolución, incluso la rebelión zapatista de 1994, construyeron amplias coaliciones interétnicas que provocaron modificaciones del gobierno y de las relaciones sociales generales.

De manera similar, la epidemia de viruela de 1520-1521 así como las diferentes enfermedades contagiosas que se propagaron entre los ejércitos enfrentados en el sitio de México-Tenochtitlan y México-Tlatelolco deben ser comprendidas como las primeras en una larga serie de epidemias que han asolado desde entonces a las poblaciones amerindias y subalternas de lo que hoy llamamos México. En el periodo colonial tenemos los cocoliztli de 1545 y 1576, las diversos brotes que asolaron Yucatán en el siglo XVII, las sucesivas epidemias en otras regiones de Mesoamérica, así como las epidemias que acompañaron la colonización del norte desde el siglo XVI hasta el XVIII. En el periodo nacional, las pandemias de tifo, y otros males del siglo XIX como el cólera y, desde luego, la pandemia de covid-19 que nos afecta desde 2020.

Estas diferentes epidemias tuvieron, sin duda, orígenes muy diversos y fueron provocadas por virus y bacterias muy distintas. En muchas de ellas ha jugado un papel fundamental la falta de inmunidad de las poblaciones amerindias frente a patógenos traídos de otras partes del mundo, que ha provocado que estos pueblos fueran mucho más afectados que los europeos y africanos. Esta trágica indefensión se repite cada vez que poblaciones indígenas relativamente aisladas entran en contacto con personas venidas de fuera. En las últimas décadas, por ejemplo, la gripe común ha tenido efectos devastadores en muchos pueblos del Amazonas. En 2020 todos los seres humanos experimentamos la misma vulnerabilidad al enfrentar un virus nuevo, el sars-cov-2.

Sin embargo, esta diferencia en la inmunidad de las poblaciones no es toda la historia. Las epidemias no son sólo fenómenos biológicos, sino también sociales y políticos. Sus causas, su desarrollo y sus impactos no están determinados solo por la virulencia de las enfermedades y la inmunidad y resistencia de los enfermos, sino por las acciones, omisiones y relaciones que existen entre las personas y las sociedades. Por eso he propuesto llamarlas epidemias colonialistas (https://www.noticonquista.unam.mx/portada/semanal/1947).

La relación entre colonialismo y epidemias es causal, porque el primero produce las segundas. También es instrumental, pues el colonialismo facilita y dirige las epidemias a ciertos sectores de la población. Finalmente es redundante, porque las epidemias han terminado por favorecer la expansión y el dominio coloniales.

La relación causal entre colonialismo y epidemias reside, desde luego, en la manera misma en que las enfermedades fueron introducidas a México y América. Muchas han sido resultado inmediato de las irrupciones de los europeos en tierras “desconocidas”, como en 1520 y en las sucesivas epidemias que acompañaron las campañas de conquista en todo México y en el resto de América.

También son producto de los grandes movimientos de personas, migraciones y desplazamientos provocados por los procesos de dominación colonial y por la integración de nuevos territorios a la economía global, como los cocoliztli de 1545 y 1576 o las pandemias del siglo XIX. En esta lista debe incluirse sin duda la pandemia de covid-19, cuya vertiginosa aceleración fue producto de las redes tejidas por la globalización en las últimas décadas.  En suma, podemos decir que los procesos de colonización y globalización son la condición inicial y necesaria para las epidemias colonialistas.

Las relaciones instrumentales entre epidemias y colonialismo incluyen la sobre-explotación a la que fueron sometidos los pueblos indígenas bajo el régimen colonial, así como la disrupción y destrucción de sus ecosistemas por la introducción de nuevas especies animales y por la sobre-explotación de los “recursos” en sus territorios (minerales, forestales, hidráulicos y un largo etcétera). Las epidemias de 1545 y de 1576 cayeron sobre una población empobrecida en muchos casos, hambrienta, en otros, desplazada, en muchos más, víctima durante las décadas anteriores de guerras, batallas y todo tipo de disrupciones a su capacidad de producir alimentos.

En resumen, estos procesos coloniales debilitaron a las personas que enfrentaron el ataque de las enfermedades. Además disminuyeron la posibilidad de respuesta colectiva ante la epidemia. Las sociedades indígenas, debilitadas por transformaciones abruptas, y sus élites, desplazadas o diezmadas por la persecución religiosa, tuvieron menos posibilidades de organizar la solidaridad colectiva fundamental para sobrellevar una epidemia. Buena parte de las muertes en las epidemias del siglo XVI fueron por hambre y falta de cuidado. La analogía con las epidemias posteriores es evidente: desde 2020, el covid-19 ha afectado de manera mucho más grave a las personas empobrecidas, marginadas y desplazadas. También ha impactado con más fuerza a los países que han realizado recortes neo-liberales en sus sistemas de salud y a los que no cuentan con redes de seguridad social eficientes.

Otro elemento del colonialismo que ha favorecido la letalidad de las epidemias es la devaluación de la vida de las personas indígenas y marginadas, resultado de prejuicios racistas y clasistas. A nivel estructural esto es resultado de la relación entre el colonialismo y la necropolítica, es decir la utilización de la muerte como una forma de gobierno, la designación de poblaciones que merecen o pueden ser muertas o ser sometidas a esclavización, tortura, desplazamiento forzoso y violencia. La devaluación de las vidas de estos grupos hace que su muerte en epidemias sea más “aceptable”, que se hagan menos esfuerzos para evitarla, que sea vista como una fatalidad, o incluso como un castigo. En el vocabulario del siglo XVI, los frailes hablaban de las epidemias que habían asolado a los indios por su paganismo y su amor al demonio, como había pasado con los egipcios. En el siglo XIX, como ha mostrado Perla Valero (ver Higienismos de ayer y hoy: http://revistamemoria.mx/?p=2793), el impacto de las epidemias urbanas sobre la población pobre, mayoritariamente indígena de la Ciudad de México, sirvió para estigmatizarla, marginarla, desplazarla y someterla con frecuencia a violentas campañas sanitarias. En el siglo XXI, la covid-19 ha golpeado con saña a los grupos racializados y marginados de las naciones americanas, desde Estados Unidos hasta Argentina, incluyendo a México desde luego, en parte porque en muchas de ellas hemos naturalizado la muerte de las personas de estos grupos, bajo el pretexto de la criminalización, por ejemplo. (Ver Las dislocaciones de la Covid-19, viejas desigualdades y nuevas batallas: https://desacatos.ciesas.edu.mx/index.php/Desacatos/article/view/2278/1565).

Finalmente, y de manera más trágica, las epidemias colonialistas redundan en consecuencias favorables al mismo colonialismo. La caída de la población del centro de Mesoamerica en el siglo XVI redujo, sin duda, el cobro de tributo y la posibilidad de explotar el trabajo de los “indios”, pero liberó terrenos para el desarrollo de los ranchos y las estancias españolas, de la ganadería y de las ciudades. También llevó a un reordenamiento territorial de los pueblos indígenas que garantizó su subordinación al régimen colonial. Esta crisis profunda, sin embargo, no significó la muerte de los pueblos indígenas, sino su reinvención étnica y social. Hay que recordar que la población indígena se comenzó a recuperar a partir de 1630, más o menos, y no fue menos del 90% del total de la Nueva España hasta el siglo XVIII.

La muerte de gran parte de la población de los irreductibles grupos “chichimecas” en Aridamérica facilitó la colonización de esa región norteña.  En el siglo XIX las epidemias permitieron reordenar el espacio urbano, segregar a los grupos racializados en las zonas marginales que muchos ocupan hasta hoy. Las consecuencias del covid-19 son impredecibles, pero ha producido ya un fuerte aumento en las desigualdades sociales y ha afectado con más fuerza el bienestar de los grupos racializados y marginados. Como sucedió con los pueblos indígenas en el siglo XVI y XVII, también ha provocado una fuerte reacción de los pueblos y grupos afectados en varios países.

Esta es la otra cara de las epidemias colonialistas: la voluntad de supervivencia, la capacidad de recuperación, las reinvenciones creativas que han permitido sobrevivir  a muchos de los grupos que las han padecido, aunque no a todos, lamentablemente. Ese tesoro de conocimientos y habilidades serán fundamentales para el siglo que comienza, ante los embates de esta nueva epidemia colonialista.

Para citar: Federico Navarrete , Cinco siglos de epidemias colonialistas en México y en América, México, Noticonquista, http://www.noticonquista.unam.mx/amoxtli/2764/2764. Visto el 25/04/2024