El servicio de banquetes tlaxcalteca

¿Cómo se alimentaban los españoles durante el asedio a México Tenochtitlan? Esta pregunta que parecería trivial en el contexto de la guerra de conquista es fundamental para comprender la estrategia de asedio y sitio que los españoles y sus aliados desarrollan contra el mexica.

Hacia junio de 1521 el panorama de la ciudad de México Tenochtitlan y la laguna es el siguiente:  los trece bergantines que construyeron flotan en el agua y patrullan la zona. Los españoles lograron al mismo tiempo el dominio de los pueblos ribereños y circundantes a la laguna para cortar poco a poco los contactos exteriores de la gran ciudad para hacer padecer hambre a los mexicas. Por el contrario, los españoles y sus aliados tenían un eficaz servicio de banquetes: "los indios de Tascaltecal que iban y venían por cosas para el servicio del real"(Cortés, p. 76). Este  servicio le permitió a Cortés también dispensar con abundancia de comida a cada nuevo pueblo que se les unía. Por ejemplo, Cortés nos dice que "llevaban estos capitanes [aliados] dos mil indios cargados con su vitualla [...] Y agradecido a aquellos señores las buenas obras que nos hacían, hícelos aposentar y proveer lo mejor que se pudo” (Cortés, p. 78).

Los mexicas siempre intentaron romper estas conexiones de abastecimiento. Son varias las veces que nos dice el conquistador que "con gran denuedo acometieron a dar en medio de nuestro fardaje” (Cortés, p. 86). A veces lo conseguían, incluso Bernal se queja: "Pues quiero decir de nuestros capitanes y alférez y compañeros de bandera, los cuales llenos de heridas y las banderas rotas, y digo que cada día habíamos menester un alférez, porque salíamos tales que no podían tornar a entrar a pelear y llevar las banderas; pues con todo esto quizá teníamos que comer, no digo de falta de tortillas de maíz, que harta teníamos, sino algún refrigerio para los heridos, maldito aquel; lo que nos daba la vida eran unos quelites [sabrosos], que son unas yerbas que comen los indios, y cerezas de la tierra, mientras que duraron, y después tunas, que en aquella sazón vino el tiempo dellas; y otro tanto como hacíamos en nuestro real lo hacían en el real donde estaba Cortés” (Díaz del Castillo, p. 356). Rica y generosa es nuestra tierra, que nos abastece por temporadas de delicias asequibles aún en situaciones precarias, dispuestas en la nopalera en flor para cualquier hambriento.

Los encuentros bélicos entre ambos bandos son frecuentes. En uno de los enfrentamientos uno "de los nuestros díjoles que se morían de hambre y que no les habíamos de dejar salir de allí a buscar de comer. Y respondieron que ellos no tenían necesidad, y que cuando la tuviesen, que de nosotros y de los Tascatecal comerían,” pues algunas ventajas tenía la antropofagia. “Y uno de ellos tomó unas tortas de pan de maíz y arrojólas hacia nosotros diciendo: «Tomad y comed, si tenéis hambre, que nosotros ninguna tenemos». Y comenzaron luego a gritar y pelear con nosotros” (Cortés, p.79).

La estrategia del hambre y la sed contra el mexica no fue de resultados inmediatos. Incluso españoles y tlaxcaltecas también la padecieron meses atrás en el trayecto entre Cuernavaca y Xochimilco como nos cuenta Cortés: "pasamos con grandísimo trabajo y sin beber; tanto, que muchos de los indios que iban con nosotros perecieron de sed” (Cortés, p.83).

Quizás por esta experiencia mandó "de ir a quitar el agua dulce que por caños entraba a la ciudad de Temixtitlan; y el capitán [Gonzálo de Sandoval] dio conclusión a lo que iba, quería quitarles el agua dulce que entraba a la ciudad, que fue muy grande ardid." Bernal dice "Esto fue la primera cosa que hicimos: quitalles el agua y dar vista a la laguna, aunque no ganamos honra con ellos” (Cortés, p.89).

El cerco fue progresivo. Cuando ya había una guarnición con Pedro de Alvarado en Tacuba, éste le hizo saber a Cortés "como por la otra parte de la ciudad, por una calzada que va  a unas poblaciones de tierra firme, y por otra pequeña que estaba junto a ella, los de Temixtitlan entraban y salían cuando querían, y que creía que, viéndose en aprieto, se habían de salir todos por allí, aunque yo deseaba mas su salida que no ellos, porque muy mejor nos pudiéramos aprovechar de ellos en la tierra firme que en la fortaleza grande que tenían en el agua; pero porque estuviesen del todo cercados y no pudiesen aprovechar en cosa alguna de la tierra firme, aunque el alguacil mayor estaba herido, lo mandé que fuese a asentar su real a un pueblo pequeño a do iban a salir la una de aquellas calzadas; el cual se partió [...] y en llegando, que fue otro día, asentó su real donde yo le mandé. Y desde allí adelante la ciudad de Temixtitlan quedó cercada por todas las partes que, por calzadas, podían salir a la tierra firme” (Cortés, p.92).

Aun así los mexicas usaban sus canoas para llegar a tierra firme, "y se aprovechaban mucho de la tierra y metían agua y frutas y maíz y otras vituallas" (Cortés, p.95) y entonces Cortés dio orden de vigilar el tráfico naval con los bergantines.

La situación de los mexicas se descompone rápidamente. Muchos huyen, incluso unos "se habían venido a nuestro real, que se morían de hambre, que salían de noche a pescar por entre las casas de la ciudad, y andaban por la parte que de ella les teníamos ganada buscando leña e hierbas y raíces que comer" (Cortés, p.106).

Parecía una guerra de exterminio, cuando por fin penetraron en la ciudad Cortés cuenta que: "hallamos las calles por donde íbamos llenas de mujeres y niños y otra gente miserable, que se morían de hambre, y salían traspasados y flacos, que era la mayor lástima del mundo verlos, y yo mandé a nuestros amigos que no les hiciesen daño alguno."(Cortés, p.108). Esa guerra terrible la ganaron los españoles y sus aliados.

Al paso de los días, solo un pequeño reducto de mexicas alrededor de Cuauhtémoc  en Tlatelolco se resistía a entregarse. El resto se fue presentando a Cortés el cual los recibió "con semblante alegre, y mandóles dar luego de comer y beber, en lo cual mostraron bien el deseo y necesidad que de ello tenían."  Para dar punto final a esta situación mandó al tlatoani "algunas cosas de refresco que le llevasen para comer,"(Cortés, p.110) esperando su rendición.

 

Para citar: Rodrigo Llanes, El servicio de banquetes tlaxcalteca, México, Noticonquista, http://www.noticonquista.unam.mx/amoxtli/2714/2713. Visto el 01/05/2024