Medicina y Curación a en espacios de Conversión

Dentro de los espacios de conquista, hablar de medicina, curación y cuidado irremediablemente nos remite a la forma en que los pueblos amerindios llevaron a cabo este tipo de prácticas y cómo a la llegada de frailes y padres de las diferentes ordenes, en el ámbito misional, se prohibieron algunas formas de curar por considerse idolátricas y contrarias a la religión católica, pero también se registraron los conocimientos de los médicos indígenas y con ellos se crearon nuevos remedios a base de plantas, animales y minerales, americanas que circularon a Europa.  

En un primer momento, recién fundada la Nueva España, a la llegada de los 12 franciscanos, en 1524, trataron de emular, el trabajo misional de los 12 apostoles, discípulos de Cristo. Estos religiosos vieron este territorio como un espacio enfermo que transitaba a la redención a través a través del cristianismo. Uno de los doce, Fray Toribio de Benavente, conocido como Motolinia, en su obra Historia de los Indios de la Nueva España registrara las diez plagas que azotaron a la Nueva España. Es así que la viruela, el sarampión, el hambre y las otras siete flagelos, esclavitud entre ellos, eran vistos como inevitables y salutíferos. La conquista española se consideraba análoga al exódo hebreo que salía de Egipto, dirigido por Moisés en el Antiguio Testamento. Esta visión de las nuevas tierras como la tierra prometida no sólo justificaba el sometimiento por medio de las armas, sino que mostraba cómo el castigo , la enfermedad y el sometimiento eran necesarios, ante los ojos de Dios, para salvar a los pueblos indígenas cegados por el demonio, según los propio religiosos. Por el otro lado, los espacios misionales se convertirían no solo en lugares donde sería impuesto el cristianismo para evitar prácticas idolátricas, también con sus complejidades locales y dinámicas propias configuararían la vida social incluyendo las prácticas curativas.

Si bien, en teoría, el nuevo cuerpo cristiano del indígena, inseparable del alma, tenía que pasar para salvarse por un proceso de sanación cristiana; en la práctica, las formas de curar, los curanderos y chamanes locales fueron continuamente consultados en momentos claves en que la enfermedad devastaba amplias poblaciones.

En el norte de México, por ejemplo, a la llegada de los misioneros jesuitas en 1590, el jesuita Pérez de Ribas, registró, de la misma forma que lo hizo Motolinía, la justificación de la pacificación:

“Y lo primero que digo, que hablando de las causas inmediatas de la disminución de estas gentes hallo dos: la una ha sido general u muy conocida por todas las Indias Occidentales, de las muchas enfermedades que llama cocoliztles, propias de los indios, que es como peste en ellos: y género de enfermedad con que ha querido nuestro Señor por sus altos juicios, apocar las gentes de casi todas las naciones descubiertas del Nuevo Orbe”

Sin embargo, a diferencia de los franciscanos, el grupo de jesuitas contaba con un variado número de profesiones, entre ellas la de boticario. Tal es el caso del padre Steinhoffer, autor del libro el Florilegio Medicinal escrito en 1711, quien incorporó una sección de plantas locales cuya eficacia, según el mismo afirmaba, había sido probada por el mismo y otros padres en el terriotorio. Notoriamente, en este texto, el jesuita recogió  el conocimiento medicinal de varios pueblos indígenas con los que convivió, sin embargo hasta la fecha no conocemos su nombre, ni su filiación étnica, esta quedó silenciada.

Dentro de la visión de Esteyneffer, para recobrar la salud, eran necesario cuatro elementos: realizar un diagnóstico previo de la enfermedad; administrar el remedio, el cual se preparaba con ingredientes vegetales, minerales o de origen animal; por otro lado, no bastaba con que el médico fuera un hombre preparado, responsable, que amara y se preocupara por restituir la salud de los enfermos; además de todo esto, era necesario encomendarse a “Nuestro Señor”, a la Virgen y pedir la intercesión de los santos. Es por esa razón que en el Florilegio se incluye un total de 153 santos, santas y mártires. Por lo tanto, la curación de los enfermos no sólo consistía en sanar el cuerpo sino también el alma y para ello era necesario el patrocinio de un santo.  

Esta forma de construir el espacio misional, el cuerpo y el alma, continuamente contrastaba con otas formas de dialogar con las aflicciones y sus formas de curar que para los padres era difícil entender. Por ejemplo, entre los pimas, existen dos formas de dolencias, las que aflijen solo a ellos mismos y las otras, las comunes, que se contagiaban sin importar, etnia, sexo o religión. Dentro de las primeras solo un chamán pima podría diagnosticar la dolencia y únicamente el especialista ritual pima es capaz de curar. Los agentes que causan las afecciones se relacionaban con objetos vinculados con el venado o el coyote, cuya fuerza provoca las enfermedades.

Para citar: Tania Ariza Calderón, Edith Llamas Camacho, Medicina y Curación a en espacios de Conversión, México, Noticonquista, http://www.noticonquista.unam.mx/amoxtli/2696/2688. Visto el 30/04/2024