2021: Celebrar

¿Que qué opino de las celebraciones 2021? Que son muchos y dudosos 21s (1321,1521, 1821) para tan chiquito y adolorido 2021.

En 1921, la Revolución en el poder celebró 1821 con pompa: “Centenario de la consumación”, la primera apoteosis desde aquella de 1910, después de diez años de guerra. Sin embargo, 1921 no celebró 1821 sino el triunfo sobre lo que había significado la ostentosa celebración de 1910. Al estudiar las conmemoraciones, caí en la cuenta de que la de 1921 no significó cambio alguno, sino una restauración de las visiones de la historia, los modos, estilos, nombres… tan del centenario de 1910. Es decir, cuando los Obregón, los Pani, los Vasconcelos… querían ponerse solemnes para el “cumpleaños de la patria” ponían cara de lechuguinos porfiristas. La nación que había era la sintetizada en el porfiriato, y la Revolución en el poder improvisaba aquí y allá detallitos nuevos (concursos de belleza, la retórica catrina de toda la vida, pero ahora con acento pro-pueblo).

El libreto general de las celebraciones 2021 es poca cosa, lo interesante estará en los detalles. Los desconozco. Como libreto general, 2021 no celebra ni 1321 (?) ni 1521 ni 1821, sino la superación de un pasado muy cercano, el que acabó a fines del 2018; esto es, celebra que la historia ha retornado a su cauce natural: un presente esta vez de verdad mexicano y bueno.  Nada de celebraciones fifís, autoritarias, centralizadas; ahora se celebra, como siempre, la identidad nacional, pero esta vez la auténtica, la que asume la existencia de México en 1500 y luego un no México a partir de 1521, para luego volver a existir a partir de 1821 –con el Plan de Iguala y los Tratados de Córdova que inauguraron el Imperio mexicano, pidiendo rey europeo y coronando a Agustín I, pues porque era lo que había, no hubo majestad que le entrara al trapo--. La 4t, en su nombre, apersona toda la historia y es, a su manera, el resultado óptimo del devenir de la nación. A celebrar, más faltaba.

Sin embargo, 2021 no es más que la restauración del nacionalismo revolucionario de libro de texto de la SEP, de estampitas de tlapalería. Nada muy importante. Excepto por cuatro añadidos a la consabida trama del nacionalismo revolucionario: perdones, desfiles, cuadritos y Bolívar. Veamos.

Sin conocer el detalle de las ceremonias que se preparan, es imposible comentar mucho, pero es llamativo que se anuncian ceremonias de perdón (ante los yaquis, ante chino-mexicanos en Torreón, ante los mayas y la guerra de castas).  De entrada, esto es interesante y novedoso, inclusive puede ser el principio de una historia nacional menos victimista –todo mal vino de fuera--, más autocrítica, pero habría que conocer los detalles.  Nada en las discusiones alrededor de las conmemoraciones del 2021 me hace creer que se trate de perdones discutidos a coro con tres décadas de experimentos éticos y de justicia (Guatemala, Sudáfrica, Japón-Corea, Alemania, España). Es más sensato asumir que los perdones serán enmarcados en los confines de la “república amarosa”, esa capa “aleluyosa” con que la 4t ha reempaquetado el nacionalismo revolucionario.

Sería, creo, un desperdicio del uso del “perdón” en la historia pedir disculpas a la comunidad china por las leyes anti-chinas y la matanza de 303 chinos en Torreón en 1911 en nombre de la “república amorosa” –que, seguro, sostendrá que aquella maldad nada tiene que ver con el verdadero México, el que apersona la república amorosa--.  Pero así será, ¿por qué lo sé? Porque no duele. Las disculpas de Estado en las últimas décadas han sido complicadísimas negociones que llevan a la decisión de pedir disculpas como Estado y como nación, asumiéndose Estados y naciones, trans-histórica, colectiva e irremediablemente, culpables. Eso cuesta. No será el tipo de ceremonia que viviremos. Pero ojalá me equivoque.

Las disculpas ante los yaquis o los mayas también han de ser de Estado y nación, asumiendo una culpabilidad más allá de las acusaciones actuales entre conservadores y chairos; tendría que ser una culpabilidad asumida por mexicanos de ayer y de hoy. De otra forma, serán un cirquito más de los que ya tenemos bastantes. Por lo demás, son ellos, los yaquis y los mayas, los que han de dictar el cómo. Temo, sin embargo, que esas disculpas no serán pedidas en nombre de un Estado y de una nación que aceptan la culpa del maltrato a los indígenas ayer y hoy, sino como la bienaventuranza de un gobierno, de un señor. Carlos V abdicó y en 1557 llegó, seriamente acongojado por el descanso de su alma, al monasterio de Yuste a rezar y pedir perdón a su Dios. Sabía que había cometido infinidad de atrocidades, y que lo de Cortés había sido una barbaridad. Andrés Manuel López Obrador se irá, si se va, a su Yuste de Tabasco, pero como quien se va a Mar-a-Lago a condenar a todos los malos que vinieron antes que él y que vendrán después que él, engrandeciendo su bondad. Las disculpas de este jaez no valen.

Otro añadido a la celebración 2021 es el desfile militar. Claro, desfiles militares es lo que hemos tenido cada septiembre por casi cien años. Pero el desfile del 2021 adquiere involuntariamente otro significado, nada agradable. No es lo mismo Juan Domínguez que no me chingues; las cenas que tuviste con la madre de tu amiga o amigo, fueron una cosa; otra cosa ha sido desde entonces cenar con tu suegra. Hacer desfilar tanques y tanquetas, tropa, caballos, aviones y metralletas hoy, cuando el ejército controla aduanas, puertos, aeropuertos, todos los proyectos de infraestructura, la distribución de vacunas, bancos, cuando el país ha sido remilitarizado… un desfile militar ahora no es cosa ni de celebrar, ni de ciudadanos.

Por otro lado, si bien el libreto de ceremonias 2021 es simple restauración del nacionalismo revolucionario, lo novedoso, sin saber los contenidos, ya lo conocemos: tenemos un presidente/historiador. No es algo inédito. Ulysses Grant fue un presidente “historia”, no por ser historiador, sino por saberse personaje histórico independientemente de los resultados de su gestión (había sido el comandante en jefe de los ejércitos de la Unión en la Guerra Civil). Al escribir sus memorias –para sacar un poco de dinero después de unas inversiones en los ferrocarriles mexicanos que lo llevaron a la bancarrota--, sabía que plasmaba historia, no por Presidente, sino por General. Theodore D. Roosevelt, ese sí fue un presidente/historia: se las daba, como Winston Churchill, de gran historiador, y su visión de la historia estadounidense es, en parte, a lo que apelaba la frase aquella de “Make America Great Again”.  En México, ha habido presidentes dandis (López Mateos), mujeriegos (casi todos), que se las daban de intelectuales (López Portillo) o de scholars (Salinas, Zedillo) o de mesías del Tercer Mundo (Luis Echeverría), pero ninguno que se asumiera nuestro maestro de lecciones diarias de historia. La celebración 2021, por el mero libreto, no parece cosa muy importante, excepto a la luz de que es parte de la clase-sexenio que vamos viviendo.

Ante una conmemoración de historia 2021, me preocupa el maestro. Circula en YouTube un video donde aparece el Sr. Presidente Lic. Andrés Manuel López Obrador, enseñando historia al historiador Dr. Enrique Semo, guiándolo por el museo personal que él, el Sr. Presidente, ha montado en un salón del Palacio Nacional.  El video circula porque la Dra. Beatriz Gutiérrez Müller, esposa del presidente y también nuestra voluntariosa maestra de historia, cuidadosamente tomó las escenas.  Y ahí el Sr. Presidente explica al Dr. Semo su repertorio de buenos y malos de la historia. Su visión de la historia es… bueno, lo que es. Ya preocupa que un presidente, filmado por su esposa, en el Palacio Nacional, nos dicte el guión absoluto de la historia, pero más preocupante es cuando llega a un cuadro, elaborado --como canción de Agustín Lara-- en concha nácar. El cuadro, cual mural de Diego Rivera, revisa toda la historia nacional, y el presidente va indicando al Dr. Semo las etapas, los malos y los buenos, y con orgullo señala: “y aquí estoy yo”. En efecto, ahí está él, en el abajo del cuadro, donde la historia deviene en moraleja; ahí el presidente/historiador encarnado en concha nácar, cual final feliz, óptimo resultado y, también, no solo como personaje, sino como el historiador que cuenta la historia (el video).  Al final del recorrido --repito, de un Sr. Presidente, en el Palacio Nacional, filmado por su esposa, nada menos que presidenta de la Coordinación Nacional de Memoria Histórica y Cultural de México --, el guía de su museo se dedica a burlarse de un intelectual mexicano, sin nombrarlo. Le pide al Dr. Semo que no pronuncie el nombre del infame (Roger Bartra), por traidor a la historia, a la izquierda, por conservador, por enemigo del pueblo, por no caber, como persona, en esa historia, por no corear, como intelectual, el mismo cuento. Para cualquier acto de celebración, para cualquier historiador, para cualquier ciudadano, algo así da miedo. Repito, no sé los contenidos del anodino programa 2021, pero a poco que uno repara hoy en historia y conmemoración, el video aterra.

Como historiador, un presidente/historiador así espanta, pero creo que para los jóvenes el libreto 2021 no tendrá más resonancia que una aburrida clase de historia de primaria o prepa con un mal profesor, una de esas clases que se escuchan mientras se textean cosas anodinas o detalles de un mundo inseguro y violento de jóvenes, uno que yo no conozco. Porque una celebración 2021 que no tiene nada que decir de la tecnología, del peso del norte y del ir y venir, del México de allá, del inmenso consumo de ideas e imágenes entre México y Estados Unidos, no creo que sea algo más que eso, una mala clase de historia con una hueva de profesor. Los libros de texto serán hechos al vapor, nadie sabe cómo y qué contendrán, y son libros a la antigüita, nadie piensa en libros acompañados con páginas de internet, visitas virtuales, documentos digitales, lecciones de cómo buscar historia en internet, cine, música. Nada. No es que no se tengan ideas y, acaso, buenas intenciones de qué hacer con el pasado y el presente, es que ese pasado ya pasó y, lo peor, el presente a que aluden también. Se asume, como muchas veces antes en la historia, que todo lo cosmopolita y experimental es antimexicano. Si hay un conjunto de cerebros del régimen está formado por nacionalismo revolucionario setentero e izquierdismo unameño-auditorio-Ho-Chi-Minh. En un video de TV UNAM, el Dr. Juan Carlos Monedero, una lumbrera española, de los creadores de Podemos en España, dice a la lumbrera del México de hoy, el Dr. Dr. John M. Ackerman, que AMLO es el Bernie Sanders mexicano, que entusiasma a los jóvenes con grandes ideas progresistas. Hay algo de eso, pero no porque AMLO sea Sanders, sino porque no hay un Sanders mexicano, como sí fue la ilusión que en su momento produjo la figura de Heberto Castillo. Ahora la ilusión, si es eso, de algunos jóvenes puede que esté depositada en un político que después de 1968 seguía en el PRI y que hoy tiene en su gobierno, y protege, al comandante en jefe del fraude electoral de 1988; puede que les ilusione una visión que no entiende la transformación moral, sexual del país, las luchas feministas. El pasado siempre cambia con el presente, lo raro de lo que estamos viviendo es que no es una nueva visión del pasado, sino un reset de la computadora a como estaba en 1970.

Finalmente, el libreto de conmemoraciones 2021 incluye un homenaje a Simón Bolívar. ¿Por qué no San Martín? Porque ese no connota gran militancia revolucionaria. Bueno, homenaje a Bolívar, nada más natural. Nada novedoso, ya el centenario de 1910 incluía como invitado de honor a Rubén Darío (no llegó), la presencia de altos representantes de todas las naciones iberoamericanas y un discurso profundamente arielista. Claro, evocar a Bolívar en el 2021 tiene otras connotaciones; denota una historia con la vista virada al sur, no como los “neoliberales” que solo veían al norte. Aún sin conocer los detalles de este momento bolivariano de las celebraciones del 2021, me resulta impresentable. Si el presidente/historiador hubiera rechazado la negociación del TLC y hubiera firmado otro con Mercosur, si hubiera alineado al país con la Venezuela de Maduro, me hubiera parecido terrible, pero el bolivarianismo 2021 me parecería coherente. Encuentro algo de descarada hipocresía en un régimen que celebra el bolivarianismo actual pero que juega las de Turquía ante el Estados Unidos de Trump, deteniendo y deportando centroamericanos sin siquiera recibir, como Turquía, un pago. Perdón, quizá sí pagó Trump: el regreso del general Cienfuegos. Sea como sea, lo de Bolívar en la celebración 2021 es o simple hipocresía o, peor, un ejercicio de poder desmedido: se crea una guardia nacional para ponerla al servicio de los intereses inmigratorios de Estados Unidos, porque sí, porque se puede e impunemente, y se asume régimen bolivariano por la misma razón. Y tan horondos.

Termino. En 1910, las fiestas del centenario incluyeron un concurso internacional encaminado a encontrar las causas y la solución al tifo, la enfermedad que periódicamente producía epidemias y muertes en la Ciudad de México –o en Argelia o en la guerra de Crimea o en la Primera Guerra Mundial o en el gueto de Varsovia en la Segunda Guerra Mundial--.  Compitieron por el premio de 50 mil pesos oro equipos franceses, estadounidenses y mexicanos. No se descubrió el remedio, pero sí la forma de trasmisión que en dos décadas llevó a erradicar las epidemias: el piojo.  El microrganismo causante del tifo, rickettsiae, lleva el nombre de Howard T. Ricketts, el estadounidense que en 1910 hizo el descubrimiento y murió de tifo en la Ciudad de México. Cuando acechaban las fiebres “conmemoraticias” del 2010 propuse un concurso similar, uno con el tema “la desigualdad”. Nadie me hizo caso, ni tenían por qué. La 4t nos debe esta manera de celebrar: el 2021 como el año del gran concurso en que participaran grupos de investigación que presentaran un plan viable de ataque frontal a la desigualdad, con metas concretas, planes innovadores. El Estado se comprometería a poner a disposición de los concursantes toda la información estadística y legal necesaria, y podría comprometerse al menos a considerar la implementación del proyecto ganador.  Eso valdría más que todos los 21s, falsos o verdaderos, que estamos festejando (1321, 1521, 1821). Pero no habrá nada de eso. Se celebra, como siempre, a Vicente Guerrero, sin siquiera discutir su cofirmante, el padre de la patria, Agustín de Iturbide, se prepara el desfile militar del México remilitarizado, se mezcla todo, el serísimo tema de la justicia y los perdones históricos, con fechas inventadas como 1321. Como dice el tango, “todo es igual, nada es mejor, lo mismo un burro que un gran profesor”. Y en el libreto del 2021:

 

Igual que en la vidriera irrespetuosa
de los cambalaches, se ha mezcla'o la vida
y herida por un sable sin remaches
ves llorar la Biblia junto a un calefón

(“Cambalache”, tango, Enrique Santos Discépolo, 1934)

 

Para citar: Mauricio Tenorio Trillo, 2021: Celebrar, México, Noticonquista, http://www.noticonquista.unam.mx/amoxtli/2665/2661. Visto el 01/05/2024