Texcoco y la conquista de México
Según sus Cartas de relación, fue el último día de 1520 cuando Cortés y los suyos entraron a Texcoco (Tetzcoco). Dice el conquistador extremeño que la ciudad era “una de las mayores y más hermosas que hay en todas partes”. Fueron recibidos por su tlatoani para quedarse algunos días en el centro de esta ciudad, en el palacio que fue de Nezahualpilli.
Texcoco, situada en la orilla oriental del Lago de Texcoco, había sido una ciudad antigua e importante en la geopolítica del Valle de México. Era la cabeza de la provincia o reino de Acolhuacan y sujetaba varias ciudades y pueblos. Texcoco formó parte del llamado “Imperio Azteca”, apelativo moderno que ha tenido tanta popularidad hasta nuestros días. En realidad, no se trataba de un imperio sino una Triple Alianza de tres ciudades-estado, Tenochtitlan, Texcoco y Tacuba (Tlacopan). Tal forma de gobernar, con tres ciudades capitales, excan tlatoloyan en náhuatl que significaba “mando o gobierno de tres lugares”, era una idea ampliamente aceptada por los mesoamericanos antes de la conquista. De hecho, la Triple Alianza de Tenochtitlan, Texcoco y Tacuba no fue la única que existió. Había otras alianzas anteriores a ella como la de Azcapotzalco, Texcoco y Culhuacan. Incluso existen fuentes indígenas que mencionan que Tula (Tollan) formaba parte de otra alianza anterior con Otumba (Otompan) y Culhuacan.
Al principio, cuando se estableció dicha alianza entre Tenochtitlan, Texcoco y Tacuba, unos 90 años antes del arribo de los españoles, Texcoco parece haber sido más poderosa. Bajo el reinado de Nezahualcóyotl, Texcoco gozó de la época de esplendor, pero tras la muerte de éste en 1472 fue debilitándose mientras que los mexicas de Tenochtitlan fueron ejerciendo cada vez más poder. Quien sucedió al difunto tlatoani Nezahualcóyotl fue su hijo Nezahualpilli, pero a su fallecimiento en 1515, entre los hijos de Nezahualpilli, un sobrino de Motecuhzoma Xocóyotl, Cacamatzin fue puesto tlatoani de esta ciudad antigua. Esta entronización fue realizada por Motecuhzoma con la intención de disminuir el poder texcocano. De hecho, cuando Motecuhzoma recibió a Cortés en su primer encuentro en la Calzada de Iztapalapa el 8 de noviembre de 1519, Cacamatzin formó parte de los que acompañaban a Motecuhzoma. La impresión que tuvieron los conquistadores españoles sería que Motecuhzoma era el emperador y, como lo describe Bernal Díaz del Castillo, Cacamatzin era uno de los señores que lo rodeaban, junto con los de Iztapalapa, Tacuba y de Coyoacán.
Sobre la ciudad de Texcoco durante la conquista, especialmente para conocer los detalles de lo que pasaba en el interior de la casa real, no tenemos suficientes datos históricos. Conocemos, sin embargo, algunas fuentes históricas que pertenecen a la tradición acolhua, es decir, contamos con ciertas versiones que reflejan la visión texcocana. Tenemos el Códice Ramírez, cuyo “Fragmento 2” es una narración histórica anónima pero del partido de los príncipes texcocanos que actuaron en favor de los conquistadores. La Relación de Tezcoco de Juan Bautista de Pomar, que contiene mucha cantidad de información propiamente texcocana, es una de las relaciones geográficas que fueron redactadas en cada ciudad y provincia en la segunda mitad del siglo XVI contestando el cuestionario de la corona española. Las obras históricas de Fernando de Alva Ixtlilxóchitl, en particular, su Compendio histórico del Reino de Texcoco y la Historia de la nación chichimeca, relatan la historia de la conquista desde el ángulo de la familia real texcocana que, junto con los españoles y otros grupos indígenas, optaron por derribar el poder de Tenochtitlan.
Este último cronista, Fernando de Alva Ixtlilxóchitl fue castizo, es decir, hijo de un padre español y una madre mestiza. Su madre, Ana Cortés, era cacica de San Juan Teotihuacan. Este cacicazgo provenía, en el contexto histórico novohispano, de Francisco Verdugo Quetzalmamalitzin. La esposa de este último, que correspondía a la bisabuela de nuestro historiador, también de nombre Ana Cortés, descendía de la casa real de Texcoco. Esta Ana Cortés era hija de Hernando Ixtlilxóchitl, uno de los infantes de Nezahualpilli que estuvo a favor de Cortés y otros indígenas en contra de los mexicas durante la conquista de México.
Cuando los españoles de Cortés llegaron a Texcoco el 31 de diciembre de 1520, Cacamatzin ya no era tlatoani de esta ciudad, dado que había muerto durante la batalla que los españoles llamaron “Noche Triste”, del 30 de junio y del 1 de julio, que resultó en una gran derrota de la tropa de Cortés.
La versión texcocana de conquista nos dice lo siguiente acerca de la sucesión del trono acolhua. Veamos un poco de los detalles basándonos en la “Decimatercia relación” (que forma parte del Compendio histórico del Reino de Texcoco) de Fernando de Alva Ixtlilxóchitl.
Cuitláhuac, sucesor del tlatoani tenochca después de la muerte de Motecuhzoma, consultó a los principales texcocanos preguntando “a quién le venía el derecho de aquel reino”. Ellos consideraban que “le correspondía el derecho a Yoyontzin, el menor de los vástagos de Nezahualpilli”, pero por alguna razón que desconocemos decidieron entronizar a otro hijo legítimo llamado Coanacochtzin. Así, éste era el tlatoani acolhua que recibió a los de Cortés en su ciudad en diciembre de 1520.
Los problemas comenzaron a revelarse, cuando varios príncipes texcocanos –entre ellos, Tecocoltzin, Yoyontzin e Ixtlilxóchitl— quisieron aliarse con Cortés porque Coanacochtzin era “amigo de los mexicanos” y “de la parte del rey Quauhtémoc” y, además, “se había ido a México”. De esta manera, según nos narra esta obra, Texcoco se quedó sin gobernante. Por tanto, eligieron primero a Tecocoltzin y, al morir éste muy pronto, a Ahuaxpictzatzin. No obstante, Ahuaxpictzatzin sólo gobernó pocos días y luego los texcocanos alzaron a Ixtlilxóchitl como nuevo señor “por ser tan valeroso y uno de los hijos legítimos”, además de que “todos los naturales le tenían un gran respeto por la calidad de su persona” y que “por ser legítimo sus vasallos no había querido [elegirlo como gobernante] hasta ahora”.
Así, mientras que Coanacochtzin siguió en favor de Tenochtitlan, Ixtlilxóchitl –al ser bautizado se llamó Hernando Ixtlilxóchitl— se convirtió, según esta versión de la conquista, en el único jefe de los conquistadores que se igualaba con Hernán Cortés. En otros términos, esta fuente describe la caída de México-Tenochtitlan como hazaña de Cortés e Ixtlilxóchitl.
A partir de la Visión de los vencidos, propuesta por Miguel León-Portilla a mediados del siglo pasado, se ha impulsado de manera notable la revisión de las fuentes indígenas. Gracias a dicha propuesta y a las aportaciones de varios académicos durante más de medio siglo, los historiadores hemos captado la conquista con una vista mucho más amplia y objetiva que antes. Actualmente, no basta decir simplemente que existieron distintas miradas entre los indígenas vencidos; también hay versiones de los grupos indígenas que se consideraron vencedores a sí mismos.
Considerando tales avances de investigación, ahora surgen varios aspectos que debemos revisar y repreguntar. Aquí solamente quisiera señalar un punto en particular. Pensemos en la frase con la que estamos tan familiarizados: “la conquista de México por los españoles”. No hay duda de que los españoles conquistaron México-Tenochtitlan, pero como hemos visto con el caso de Texcoco –y por supuesto cabe decir lo mismo con Tlaxcala— que varios pueblos indígenas también fueron y se consideraron a sí mismos conquistadores y vencedores. Los españoles de aquella época genéricamente llamaron “indios” a los diversos grupos que encontraron en el Nuevo Mundo. Agrupar a los distintos grupos de gente bajo esta denominación y suponer como si hubieran sido uniformes (es difícil hablar de “traidores” sin esta suposición) no es más que seguir reproduciendo la concepción occidental de la era de descubrimiento y conquista. Desde luego, no será oportuno que sigamos viendo la historia únicamente a través de los ojos subjetivos de los europeos de esa época. Las revisiones, discusiones y debates que hemos tenido y aún tendremos a los 500 años nos darán una importante oportunidad para liberarnos de tales ideas “tradicionales”.
Para leer más
- Alva Ixtlilxóchitl, Fernando de, Obras históricas. Ed. de Edmundo O’Gorman, México, Universidad Nacional Autónoma de México, 1985, 2 tomos.
- Cortés, Hernán, Cartas de relación. Nota preliminar de Manuel Alcalá, México, Porrúa (“Sepan cuantos…, núm. 7”), 1960.
- Chimalpain Cuauhtlehuanitzin, Domingo Francisco de San Antón Muñón, Memorial breve acerca de la fundación de la ciudad de Culhuacan. Ed. de Víctor M. Castillo Farreras, México, Universidad Nacional Autónoma de México, 1991.
- Díaz del Castillo, Bernal, Historia verdadera de la conquista de Nueva España. Introducción y notas de Joaquín Ramírez Cabañas, México, Porrúa (“Sepan cuantos…, núm. 5”), 1960.
- León-Portilla, Miguel, Visión de los vencidos. Relaciones indígenas de la conquista. México, Universidad Nacional Autónoma de México, 1959.
- Navarrete Linares, Federico, ¿Quién conquistó México? México, Debate, 2019.