Cristóbal Colón: Navegante, político y escritor

Nombre: Cristóbal

Apellido: Colón

Cargo(s):

  • Navegante, político, escritor

 

Semblanza:

El 20 de mayo de 1506 falleció a los 54 años de edad en la ciudad castellana de Valladolid Cristóbal Colón, enfadado con el mundo y lleno de resentimiento. Aunque sus hagiógrafos y defensores románticos inventaron que lo habían dejado en la miseria y hasta pretendieron hacerlo santo, no era cierto. Lo que pasó fue que le hicieron en esos años finales menos caso del que creía merecer, aunque en ese momento en la Corte no pocos pensaban que era el responsable de un enorme y costoso problema para la corona castellana.

Su condición física se había deteriorado mucho en los últimos años. El estudioso de historia de la medicina Antonio Rodríguez Cuartero, de la Universidad de Granada, sostuvo que Colón murió de un ataque al corazón causado por el síndrome de Reiter, una artritis reactiva. Las fuentes contemporáneas señalan que padecía quemazón al orinar, dolor e hinchazón de las rodillas y conjuntivitis, síntomas típicos de esa dolencia. Junto a ese deterioro, apenas natural en un hombre de mar, llaman la atención la contumacia y obstinación con la que defendió hasta el final que había llegado a las Indias de Asia y no a otra parte. Menos todavía a una “cuarta pars”, otro continente más que, si era verdad, era preciso sumar a Europa, Asia y África, para formar la geografía “completa” de la tierra.

En realidad, el momento de máxima gloria para Colón el descubridor -categoría prestada de la tradición marítima portuguesa de exploración costera africana, según la cual quien llegaba primero adquiría con justo título un derecho de prelación y plantaba para que otros europeos lo supieran una señal (un obelisco o padrón)- fue el segundo viaje. Este tuvo lugar entre 1493 y 1496. Si el primer viaje de 1492-1493 fue la exploración de una ruta al oeste al filo de lo imposible, el segundo supuso una masiva empresa pobladora, que implicó 17 barcos, 5 naos y 12 carabelas, cerca de mil quinientos hombres y algunas mujeres, entre hidalgos, artesanos, marineros, labradores y religiosos, para asentar aquella frontera… asiática. Porque ¿dónde iban a estar si no?

El tercer y el cuarto viaje colombinos fueron empresas de búsqueda de un paso “por las costas de Asia” hacia la especiería, que era lo que buscaban, aunque también intentaban hallar los territorios de Catay y Cipango, China y Japón, de los cuales existían evidencias remotas, reforzadas por embajadas y comitivas mercantiles, como la protagonizada siglos atrás por el veneciano Marco Polo.

Durante el tercer viaje, de 1498 a 1500, Colón abandonó las Antillas y arribó a la costa continental. Gracias al apoyo de la corona, había logrado equipar seis naves, en las cuales embarcaron soldados, marineros, labradores y menestrales de diversos oficios, entre cuyos cometidos estaba introducir cultivos como la caña de azúcar y fijar repartimientos de tierras. Fue entonces cuando el debate sobre las evidencias, que no correspondían con lo que suponían iban a hallar, se hizo más intenso. Los conflictos aumentaron y la inviabilidad de un proyecto “a la africana”, esto es, basado en el rescate o comercio con los ocasionales pobladores de las costas, o en la colonización costera, llevaron a los reyes católicos a intervenir. El propio Colón escribió una carta en que les confiaba su desconcierto geográfico: “Yo siempre creí que la Tierra era esférica. Mas ahora he visto tanta deformidad que, puesto a pensar en ello, hallo que el mundo no es redondo en la forma que han descrito, sino que tiene forma de una pera que fuese muy redonda, salvo allí donde tiene el pezón o punto más alto”.

La empresa colombina era un desastre y por eso enviaron al visitador Bobadilla, que despachó a Colón a España en 1500 (que lo hiciera encadenado es otro invento decimonónico) a responder de lo actuado. Al año siguiente, el negocio de las “Indias de Asia”, para entendernos, quedó en manos de Nicolás de Ovando, lo que representó un golpe de Estado contra la legitimidad colombina. Iban a nacer las “Indias de América”.

La reconducción de la crisis era lo urgente. Lo importante seguía sin resolverse. Con el último resto de prestigio y dinero, Colón organizó el cuarto y desesperado viaje, entre 1502 y 1504, cuya ruta reprodujo dos acometidas que son como lanzazos contra el istmo centroamericano, uno a la altura de Nicaragua y otro en Panamá. En medio de ese viaje, Américo Vespucio, taimado, aprovechado, brillante y calculador, mandó una famosa carta a Lorenzo de Médicis, dueño y señor de Florencia. En ella señaló: “Llamar a estas tierras nuevo mundo es lícito”. Solo quedaba, en su opinión, el reconocimiento de lo que mostraban la evidencia y la experiencia, aunque careciera de encaje en el proyecto colombino, que siempre pensó en dirigirse a lugares ya conocidos. Fue en aquel año, o en 1506, cuando el joven Hernán Cortés logró al fin atravesar el Atlántico para radicarse en las Antillas.

La afortunada falacia geográfica que había facilitado el proyecto colombino, basado en la posibilidad de llegar a Asia desde Europa navegando hacia el oeste, tenía otras reglas y Cortés las aprovecharía al máximo. En la ruta asiática se había interpuesto un “nuevo” continente. Aunque Colón pensó haber llegado a un ramillete de “islas de la India”, sus acciones en última instancia habían facilitado la reconexión americana definitiva con el bloque euroasiático y africano. Dos décadas más tarde, entre 1520 y 1522, las tripulaciones de Magallanes y Elcano resolvieron el enigma geográfico de la redondez del planeta con su viaje de circunnavegación. Al mismo tiempo, Cortés se encaminaba hacia los dominios de los aztecas.

El mundo ya era otro.

Para citar: Manuel Lucena Giraldo, Cristóbal Colón: Navegante, político y escritor, México, Noticonquista, http://www.noticonquista.unam.mx/amoxtli/2093/2082. Visto el 06/05/2024