La fauna en Tenochtitlan 

            A principios del siglo XVI, la ciudad de Tenochtitlan gozaba de un escenario inmejorable para practicar la pesca, la caza y la captura de fauna endémica. Así, los mexicas podían obtener diversidad de peces, reptiles, aves y pequeños mamíferos en la propia cuenca de México; además, poseían la infraestructura para mantener otra clase de animales, tal es el caso de aquellos que eran traídos de tierras lejanas.

            Ya fuera por tributo, comercio o a manera de regalo, a Tenochtitlan llegaban, cada año, cientos de animales procedentes de diversas regiones geográficas. Podían ser ejemplares vivos como evidencia el Códice Mendocino y la Matrícula de Tributos, o bien, animales muertos y muchas veces incompletos. Al respecto, era común surtir a la capital mexica de pieles de aves y mamíferos, trajes y conjuntos de plumas de vistosos colores.

            Una vez en Tenochtitlan, estos animales podían ser confinados en varios puntos de la ciudad: aquellos que sobrevivían a los largos viajes se enviaban al vivario del soberano, espacio comúnmente conocido como “el zoológico de Moctezuma” y localizado en el palacio del Tlatoani. Ahí se tenían las condiciones necesarias para albergar anfibios, reptiles, aves y mamíferos por semanas, meses, e incluso años.

            Por su parte, las pieles podían llegar curtidas o manufacturadas a manera de trajes o armas de guerra. En el caso de las primeras, debían ser tratadas por artesanos para confeccionarlas como asientos, tapetes, instrumentos de guerra u otra clase de vestimentas. Las plumas que se mandaban a la ciudad resultaban principalmente decorativas. Los amantecas, personas especializadas en el trabajo de la pluma, se encargaban de confeccionar trajes, tocados o divisas.

            Una gran cantidad de estos animales traídos de lejos fueron sacrificados y ofrendados como parte de los rituales realizados en el calendario religioso mexica; muchos de ellos aún perduran en las inmediaciones del Templo Mayor de Tenochtitlan. Es así, que tras 42 años de exploraciones por parte del Proyecto Templo Mayor (PTM-INAH) se ha constatado la importancia que tenía la fauna para los mexicas, pues resultaron ser los elementos más numerosos en las ofrendas.

            En la mayoría de los casos, la presencia de estos animales no responde a un evento azaroso, por el contrario, cada ejemplar era cuidadosamente colocado con la intención de acompañar o transmitir un discurso. Los individuos localizados fueron dispuestos de tres formas generales diferentes:

            1) Los sacerdotes colocaron ejemplares completos como elementos centrales de la ofrenda, tal es el caso de águilas, gavilanes, halcones, pumas y jaguares, que a su vez, eran acompañados por otros materiales como las cuentas de piedra verde o sartales de cascabeles.

             2) En algunos casos se dispusieron ejemplares casi completos o sólo algunas de sus partes con el fin de ofrecer las pieles, plumas y punzones.

            3) Finalmente, existen otros elementos que presentan decoración hecha con restos de fauna; ejemplo de esto es una piel de mono araña y sartales de concha con la que vistieron algunos cuchillos de pedernal.

            Cada especie animal estaba dotada de aspectos sagrados, muchas veces vinculados a las características físicas -color, fiereza, conducta o simplemente por el medio donde habitaban-; lo cierto es que cada individuo tenía un lugar en la ideología de los antiguos mexicas.

            De acuerdo a lo anterior, la fauna descubierta en torno al Templo Mayor es una forma de acercarnos a la vida ritual. No obstante, es sólo una pequeña parte si observamos el trasfondo y las implicancias que conlleva depositar cada ejemplar. Es preciso comprender que cada ofrenda se colocó en un tiempo específico en el cual debían tener las materias disponibles; asimismo, su presencia implicaba un conocimiento sobre la biología de las especies: se conformaron redes de tributación y comercio que garantizaron la llegada de materias primas y bienes de prestigio, se contó con maestros artesanos especialistas en la manufactura de elementos, y se construyeron espacios especializados para el albergue de los animales.

            Finalmente, cabe indicar que, con la irrupción española, la fauna exótica que aún se encontraba en Tenochtitlan fue asesinada, los mercados y puntos de venta fueron destruidos, y aunque por mucho tiempo las redes de comercio fueron aprovechadas por los propios conquistadores, los bienes que se comenzaron a transportar no resultaron los mismos.

           

Para saber más

  • Elizalde Mendez Israel, 2018. “Los animales del rey. El vivario en el corazón de Tenochtitlan”, Arqueología Mexicana, n. 150, pp. 77-83. 
  • López Luján, Leonardo, Ximena Chávez Balderas, Belem Zúñiga-Arellano, Alejandra Aguirre y Norma Valentín. 2012. “Un portal al inframundo: ofrendas de animales sepultadas al pie del Templo Mayor de Tenochtitlan”, Estudios de Cultura Náhuatl, v. 44, pp. 9-40.
  • Polaco, Óscar J. 1991. La fauna del Templo Mayor, AATM-INAH/García y Valadés editores, México.
  • Velázquez Castro, Adrián. 2000. El simbolismo de los objetos de concha de las ofrendas del Templo Mayor de Tenochtitlan, INAH, México.
Para citar: Israel Elizalde Méndez, La fauna en Tenochtitlan , México, Noticonquista, http://www.noticonquista.unam.mx/amoxtli/1925/1924. Visto el 14/05/2024